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Corsarios o reyes 4-4: historias trágicas de moriscos y papaces

4.4.- Moriscos españoles en Argel, su odio a los “papaces” o eclesiásticos católicos y a la Inquisición, como culpables de su desdicha; con la trágica historia del corsario morisco Alicax y la venganza de su hermano Caxetta, valencianos de Oliva, en la persona del fraile Miguel de Aranda, también valenciano, narrado por el “papaz” Sosa en el tiempo de cautiverio de Cervantes y del reinado de Ramadán Bajá. Son 1.017 los documentos reseñados por Cabrillana, para un corto periodo de tiempo y un área geográfica restringida, de los que hemos extraído, casi al azar, unos pocos. En Argel el número de cautivos, “ordinariamente cerca de 25.000 cristianos” (11), era elevado. En la España del momento no lo era menos. La propia palabra ahorro, sentido recogido por Corominas, procede de aquella lamentable realidad; “con la `carta de horro o de libertad’ finaliza el largo proceso del rescate”, en ocasiones después de que el esclavo haya pasado años reuniendo el dinero para el pago de su rescate, ahorrando (12). De la palabra árabe que significa libertad, es palabra de importancia cotidiana y popular fuera de toda duda. Las fuentes –y Antonio de Sosa es fuente privilegiada– resaltan la estrecha unión entre el problema morisco y la realidad de Berbería (13). Aunque Sosa opine que “hace mal el que aquella esclavitud de tierra de cristianos llama y la nombra esclavitud; esta nuestra (la de Argel), sí; éste es cautiverio, y cautiverio muy de veras y no de burlas” (14), es afirmación inserta en discurso polémico y apasionado, propagandístico en fin. Cuando pone algún ejemplo ilustrativo de esta afirmación –muy pocos en texto tan prolijo–, se capta también el otro gran telón de fondo: el hambre o la necesidad. “Viéndose los moros y turcos tan bien tratados allá y con tanto regalo, cuando para acá se huyen –de no poder conseguir aquel vicio–, y se ven aquí hambrientos, desnudos, descalzos y sin bien o remedio alguno, suspiran tanto y se quejan, y aún maldicen el día en que determinaron huirse, como yo mismo oí decir a muchos que de Nápoles, Sicilia y de España han huido” (15). No dejarían de ser anecdóticos aquellos casos al lado de la migración morisca hacia Berbería, aunque luego muchos volvieran a España como el morisco cervantino Ricote, personaje literario, o el renegado navarro que cita Torres, personaje real, todos ellos sin duda múltiples veces renegados con toda la carga de desarraigo físico y psíquico que ello podía significar. Para los moriscos instalados en Berbería los verdaderos culpables de las desdichas de su pueblo –de su “nación”, que diría Cervantes– eran los religiosos o eclesiásticos en general y la Inquisición; el odio a los “papaces”, como llamaban en Argel a curas y frailes, es una constante con automáticas manifestaciones agresivas. En Argel se podía decir misa y atender a los cristianos espiritualmente con relativa facilidad, de manera que se podía hablar de un ambiente de “libertad religiosa” impensable en la España de la época. Era algo que había sucedido en España hasta 1500 –la posibilidad de un estatuto de mudéjar, imposible ya tras el viaje a Granada de Cisneros de ese año—y que Jean Bodin recoge como una característica del mundo otomano frente a la intransigente política religiosa europea de su época: “El rey de los turcos, cuyo dominio se extiende a gran parte de Europa, observa tan bien como cualquiera otro su religión, pero no ejerce violencia sobre nadie; al contrario, permite que todos vivan de acuerdo con su conciencia y hasta mantiene cerca de su palacio, en Pera, cuatro religiones diversas: la judía, la romana, la griega y la mahometana; y envía limosna a los calógeros, es decir, a los buenos padres o monjes cristianos del monte Athos, para que rueguen por él” (16). Entre los rescatadores de cautivos que iban a Argel había muchos “papaces” y a su llegada a la ciudad eran bien recibidos por lo que su misión suponía de movimiento económico favorable o “entrada de divisas”, que se diría hoy. Pero en la menor oportunidad que se ofreciese, la violencia popular estallaba incontrolable contra ellos, a los que culpaban de las desdichas de sus correligionarios españoles, los moriscos. Para comprender mejor a Antonio de Sosa hay que tener en cuenta que era un “papaz” cautivo, en Argel, con toda la agresividad hacia su persona que ello traía consigo. Precisamente eran los moriscos de origen español los que manifestaban mayor odio. En Argel, con turcos, árabes, cabiles y suawa (azuagos), los moriscos españoles constituían una minoría apreciable: “La cuarta manera de moros son los que de los reinos de Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas partes y de continuo se pasan con sus hijos y mujeres por la vía de Marsella y de otros lugares de Francia, do se embarcan a placer, a los cuales llevan los franceses de muy buena gana en sus bajeles. Todos ellos se dividen, pues, entre sí de dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se llaman mudéjares (“Modexares”) –y éstos son solamente los de Granada y Andalucía–, otros tagarinos, en los cuales se comprenden los de Aragón, Valencia y Cataluña. Son todos éstos blancos y bien proporcionados, como aquellos que nacieron en España o proceden de allá. Ejercitan éstos muchos y diversos oficios, porque todos saben alguna arte. Unos hacen arcabuces, otros pólvora, otros salitre, otros son herreros, otros carpinteros, otros albañiles, otros sastres y otros zapateros, otros olleros y de otros semejantes oficios y artes. Y muchos crían seda, y otros tienen boticas en que venden toda suerte de mercería. Y todos en general son los mayores y más crueles enemigos que los cristianos en Berbería tenemos, porque nunca jamás se hartan o se les quita el hambre grande y sed que tienen entrañable de la sangre cristiana. Visten todos éstos al modo y manera que comúnmente visten los turcos… Habrá de todos éstos en Argel hasta mil casas” (17). Uno de los relatos de martirios de Sosa puede servir para ilustrar aquella realidad. Es el más largo, casi una “novela” corta, de los que evoca en su diálogo de los mártires; en él se barajan todos los elementos necesarios para comprender aquella situación: moriscos valencianos de Oliva instalados en Cherchell (Sargel), con parientes en Valencia y uno de los suyos, corsario, en poder de la Inquisición; “papaz” cautivo comprado por los familiares del reo con intención de cangearlo por su pariente preso, “papaz” redentor que intenta interceder y final terrible. Todo ello pocos años después de la guerra de las Alpujarras y de la batalla de Lepanto, en 1576, recién llegado Antonio de Sosa a Argel y algunos meses después de la llegada del cautivo Miguel de Cervantes. “En tiempo de… Rabadán Bajá, renegado sardo, en el año de 1576, un lunes, dos del mes de junio (sic, por julio), hasta veinte turcos y moros de una fragata –que así llaman a los bergantines–, que era de once bancos”, desembarcaron en la costa catalana e hicieron cautivos a “nueve cristianos que iban hacia Tarragona y otras partes”, entre ellos a un religioso valenciano de la orden de Montesa llamado fray Miguel de Aranda; al día siguiente cautivaron “cuatro cristianos que pescaban en una barca más adelante…, en un lugar que se dice el Torno; y satisfechos de esta presa de trece cristianos, se volvieron a Berbería en dos días. Y a los cinco del mismo mes llegaron con su presa a Sargel, un lugar de razonable puerto que está, para poniente, distante de Argel sesenta millas, que será de hasta mil casas y todas de moriscos que de Granada, Aragón y Valencia han huido y pasado a Berbería para vivir en la ley de Mahoma libres a su placer”. Uno de aquellos moriscos, Caxetta, originario de Oliva en Valencia, acudió al puerto a ver la nave corsaria y al enterarse que todos los cautivos eran valencianos y catalanes, “entró luego al bajel y llegándose a los cristianos de Valencia que le fueron mostrados comenzó a rogarles que le diesen nuevas de un hermano suyo que le dijeron estar en Valencia preso”. “Y fue el caso desta manera: “Al tiempo que este moro se vino del reino de Valencia huido a Berbería, vino con él otro su hermano mayor, el cual se llamaba Alicax. Y ambos trujeron sus hijos y mujeres y algunos parientes. Después que ya estaban de asiento en aquel lugar de Sargel, como el Alicax, hermano mayor, era hombre animoso y muy plático en la mar, y particularmente en la costa del reino de Valencia en que naciera y se criara, haciendo muchos años él oficio de pescador, armó, en compañía de otros moros de Sargel –y también pláticos en España y que de allá habían huido–, un bergantín de doce bancos; con el cual robaba por toda aquella costa muy gran número de cristianos que vendía en Argel. Y también traía otros muchos de los moriscos de aquel reino, pasándolos a Berbería. “Con el próspero suceso de estas cosas andaba el Alicax tan ufano que, para mostrar a todos cuánto era venturoso, pintaba todo de verde su bergantín y le traía con muchas banderas y gallardetes, que era cosa de ver. “Pero al cabo de algunos tiempos sucedióle lo contrario; porque encontrando con él en la costa del reino de Valencia ciertas galeras de España, le cautivaron con el bergantín. Tomado de esta manera y puesto luego al remo, como suelen a tales hacer, el señor conde de Oliva, cuyo vasallo fuera, que eso supo, procuró de traerle a sus manos para castigarle porque en sus tierras más que en otras, como en ellas era nacido y plático, había hecho notables daños; y particularmente llevado a Berbería gran número de moriscos sus vasallos. Mas los inquisidores de aquel reino de Valencia, informados de lo mismo y siendo los delitos de este moro tan enormes y el castigo de ellos tocante al Santo Oficio, le hicieron llevar a Valencia a las cárceles de la Inquisición; donde estaba este tiempo que el hermano preguntaba a los cristianos cautivos si habían nuevas de él”. Fue uno de los cautivos, “Antonio Esteban, casado en Valencia en la parroquia de San Andrés a la Morera –de quien yo supe todo este cuento– y que conocía muy bien a ambos los hermanos moros porque cuando ellos estaban en España pescara algunas veces juntamente con ellos”, quien dijo a Caxetta “que muy bien conocía a su hermano Alicax, que vivo era y que estaba en Valencia preso, y que placiendo a Dios presto habría libertad, no osando decir que estaba en las cárceles del Santo Oficio”. La razón era sencilla: la prisión en la Inquisición hacía improbable el rescate de Alicax, mientras que si estaba cautivo de un particular bien podía ser que el rescate fuera posible. Fue grande la “cólera y furia” del hermano del corsario y poco después, tras consultar con la mujer e hijos de su hermano y con otros parientes, decidieron “comprar alguno de aquellos cristianos que fuese de Valencia natural para que éste se obligase y les prometiese de dar en trueque y cambio de su persona a su pariente” preso en Valencia. Y se decidieron por el fraile Miguel de Aranda, “el más principal” de los cautivos como “persona honrada y religioso sacerdote”. El domingo 15 de julio, en Argel, y después de los tres días preceptivos –“que por costumbre y usanza de la tierra tantos ha de andar en pregón el cautivo antes que su precio y compra se remate”–, Caxetta recibió al esclavo Aranda después de pagar “650 doblas, que hacen 260 escudos de oro de España”. Y comenzó el calvario del fraile valenciano; dos días de camino hasta Cherchell, las cadenas, el trabajo “noches y días cavando la tierra’ y otros trabajos domésticos para forzarle “a darles lo que pedían”, seguridades en el cange con el pariente preso. “Y como estos moros tornadizos y huídos de España sean los mayores y crueles enemigos que los cristianos tenemos, y principalmente siendo como son una viva llama de odio entrañable contra todo español, no se hartaban sus amos, como los demás moros de aquel lugar, de maltratarle y decirle infinitas desvergüenzas, vituperios e injurias”. Pocos meses después la familia de Alicax tuvo noticias de su muerte por boca de “algunos moros que de Valencia huyeron –como hacen cada día–” y cómo “Alicax, después de estar preso en el Santo Oficio algún tiempo, al último fuera condenado por sus grandes culpas y delitos, por haber estado siempre pertinaz en todas las audiencias que le dieron, sin jamás reconocer sus culpas, antes muy obstinadamente diciendo que era moro y que moro quería morir; y, finalmente, que relajado a la justicia seglar fuera, en principio de noviembre del año de 1576, públicamente quemado en la ciudad de Valencia. No se puede declarar el dolor, llanto y pesar que esta nueva causó en aquellos moros, y la rabia y furia con que al momento se embravecieron contra el inocente padre fray Miguel”. El desenlace se anunciaba dramático, aunque no llegaría hasta seis meses después. Miguel de Aranda había escrito a Valencia relatando su situación y la llegada a Argel del mercedario fray Jorge Olivar (Geoge Oliver, escribe Sosa), comendador de la Merced de Valencia, como redentor de los cautivos de la corona de Aragón, hizo albergar esperanzas de la posibilidad de rescate del fraile cautivo ya que sus amos eran “más pobres que ricos”. La reacción de Caxetta y sus parientes fue muy otra a la que pensaran, sin embargo, y deseosos de que su venganza fuera más ostentosa decidieron quemar al fraile Aranda en Argel, “donde tanto número de cristianos había de todas las tierras de la cristiandad, para que en todas partes fuese el caso más sabido y sonado”. Una vez en Argel, Caxetta se puso en contacto con la colonia morisca de aquella ciudad y comenzaron la negociación oficial para lleva a cabo su intento. “Y primero de todo, señalaron allí cuatro de los más graves y de más reputación para que acompañasen al moro Caxetta cuando fuese a hablar al rey (Rabadán Bajá) y pedir aquella licencia” para quemar al fraile cautivo. Las razones de los moriscos eran de peso en aquellas circunstancias: “que era servicio de Dios poner freno y miedo a los inquisidores de España para que no maltratasen a los moriscos que a Berbería se fuesen y volviesen al servicio y ley de Mahoma; importaría, y aún era necesario, quemar dos o tres, o más, y aún cuantos pudiesen de los más principales cristianos que hallasen; y que si fuesen sacerdotes –a los cuales llaman ellos papaces– sería tan mejor y más agradable a Dios. Porque éstos, decían ellos, son los que aconsejan en España y predican que los nuestros sean perseguidos y maltratados”. La colonia morisca en Argel estaba tan decidida a llevar a cabo aquel proyecto que entró en tratos con Morat Raez Maltrapillo, un renegado español natural de Murcia, para que le vendiese un cautivo suyo, también sacerdote y valenciano, con el fin de quemarle a la vez que al fraile Aranda; este eclesiástico había sido capturado hacía poco en la galera San Pablo, de la orden de Malta, precisamente en la que había llegado cautivo a Argel Antonio de Sosa, a principios de 1576. “Pero como el renegado tenía ya tallado y casi que rescatado al cristiano, no se movió a hacer lo que le pedían, y principalmente porque el padre fray George Olivar, redentor, le rogó no permitiese cosa de tanta crueldad”. Finalmente, el 17 de mayo, después de una entrevista con el rey de Argel en la que volvieron a insistir en la conveniencia de “dar alguna muestra de cuánto sentían el mal tratamiento y persecución que a los moros de España se hacía”, Ramadán Bajá permitió a los moriscos argelinos que hiciesen “como mejor les pareciese… Ya tenían licencia para quemar vivo a un papaz cristiano”. “Tras esto se desmandaron luego de tal modo contra los cautivos cristianos que, no contentos con decirles mil afrentas de perros, canes, cornudos, traidores y otras, como suelen, los amenazaban que presto los habían de quemar todos como al papaz que luego verían tostar; y, tras esto, les daban mil bofetones y puños, y trataban de tal suerte que ningún cristiano osaba pasar por donde vía estar moro, tagarino o mudéjar (“modexar”), porque ansí llaman a los moros que de España se huyeron”. En aquel ambiente de “la ciudad muy revuelta”, el redentor Olivar –que acababa de rescatar al hermano de Miguel de Cervantes, Rodrigo, por trescientos ducados (18)–, hizo un nuevo intento de intercesión ante el rey Rabadán Bajá, aunque sin éxito, y obtuvo de él una contundente respuesta: “que él no se podía oponer a la furia popular y peticiones de tantos moros que aquello demandaban y querían”. En algún sector de los medios corsarios de la ciudad debió manifestarse también cierto malestar frente a la pretensión de los moriscos de origen español. Un corsario, “Yza Raez, que era venido de Nápoles no había muchos meses –donde con salvoconducto había ido a tratar un pleito sobre una fragata y ciertos cautivos cristianos que pretendía habérselos tomado injustamente en la isla de Cerdeña, por estar haciendo rescate con la bandera alzada, y acuérdome yo haberle visto en Nápoles el enero de 1579 (sic, por 1576, sin duda)–, cómo allá el señor don Juan de Austria le hizo muchas mercedes y, generalmente, en todos había hallado mucha cortesía y justicia, oyendo decir que los moros querían quemar vivo a un papaz cristiano…, escandalizóse extrañamente” y manifestó en público muchas veces ese rechazo. Los moriscos, enterados de ello, quisieron castigarle igualmente y Ramadán Bajá hubo de prometerles, para calmar su enojo, “que él mandaría castigar” al dicho arráez Iza. Y, así, el 18 de mayo comenzó la gran catarsis, el suplicio del desventurado fraile cautivo. Durante todo el día prepararon en el muelle el lugar donde había de ser apedreado y quemado, atado al asta de un áncora de galera. “Concurrió allí un gran número de turcos y moros de toda suerte, alarbe, cabayles, azuagos y, principalmente, muchachos, que de grande contento y alegría de aquella fiesta daban voces y alaridos tan grandes que rompían el aire… Andaban muchos de ellos, quien con platos y quien con pañizuelos en las manos, demandando entre los turcos, renegados y moros limosna para ayuda de pagar al moro que comprara al siervo de Dios lo que costara”. A las cinco de la tarde fue llevado el fraile Aranda al suplicio y, maltratado por todos a su paso, en especial por el morisco Caxetta, “porque todos mirasen y viesen cómo vengaba a su hermano”, fue apedreado y luego quemado. Antonio de Sosa narra con todo pormenor de detalles el suplicio, a la manera de los martirologios clásicos, y termina con un breve retrato –“de cincuenta años, poco más o menos, tenía en la barba y cabeza muchas canas; era más que de mediana estatura, un poquito grande, carilargo, ojos grandes y nariz longa”–, como en todos los relatos restantes de su Diálogo de los mártires (19). —————— NOTAS: (11).- Haedo, II, p. 176. (12).- Cabrillana, art. cit. en nota (9), p. 312. (13).- Saben a poco los estudios sobre la cuestión, como el de S. García Martínez Bandolerismo, piratería y control de moriscos en Valencia durante el reinado de Felipe II, Valencia 1977, Universidad de Valencia. (14).- Haedo, II, p. 29. (15).- Ib., p. 27. (16).- Bodin, IV, VII, pp. 208-209. (17).- Haedo, I, pp. 50-51. (18).- Ver Canavaggio, op. cit., c. 2, pp. 76 ss. (19).- Haedo, III, pp. 137 a 155. Este es el relato 23 de la edición de este diálogo de la ed. Hiperión, preparada por E. Sola y J.M. Parreño.

Emilio Sola 15 febrero, 2012 15 febrero, 2012 ARGEL, cautiverio, corsarios, frailes, inquisición, moriscos, muertes crueles
12 Feliciano Henríquez, carmelita de Yepes, en Toledo

(DELARACIÓN DEL CARMELITA FRAY FELICIANO ENRIQUEZ.)   Testigo. En Argel, ailment a 15 días del mes y año susodicho (octubre, cialis 1580), and para la dicha información, el dicho Miguel de Cervantes ante mí, el dicho Pedro de Ribera, notario apostólico,   trajo y presentó por testigo a fray Feliciano Enríquez   fraile profeso de la orden de Nuestra Señora del Carmen y natural de la villa de Yepes, que es en el reino de Toledo.   El cual, habiendo jurado según derecho con la solemnidad que debe en tal caso, fue preguntado por las preguntas del dicho interrogatorio y dijo y depuso lo siguiente:   I. A la primera pregunta, dijo que este testigo conoce al dicho Miguel de Cervantes todo el tiempo contenido en la dicha pregunta.   Y esto responde.   Generales. Fue preguntado por las preguntas generales. Dijo que este testigo no es pariente ni enemigo de ninguna de las partes, ni le tocan las demás generales.   II. A la segunda pregunta, dijo que la sabe como en ella se declara, porque pasa así como en ella se contiene.   Y esto responde.   III. A la tercera pregunta, dijo que dice lo que dicho tiene en la segunda pregunta.   Y esto responde.   IV. A la cuarta pregunta, dijo que es verdad todo lo en ella contenido por las causas en ella referido.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se remite.   V. A la quinta pregunta, dijo que la sabe como en ella se contiene, a la cual se refiere.   Y esto responde.   VI. A la sexta pregunta, dijo que todo lo en ella contenido es así como en ella se manifiesta, público y notorio a este testigo y a otros cristianos de Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   VII. A la séptima pregunta, dijo que todo lo en ella contenido fue notorio y manifiesto en Argel, así a moros como a cristianos, y este testigo lo tiene por cierto.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   VIII. A la octava pregunta, dijo que dice lo mismo que en las preguntas antes de ésta tiene dicho.   Y esto responde a ella, a la cual se refiere.   IX. A la novena pregunta, dijo que todo como en ella se contiene es la verdad, público y notorio, por ser cosa que en todo Argel se tuvo cuenta con lo contenido en la dicha pregunta.   Y esto responde a ella, a la cual se remite.   X. A la décima pregunta, dijo que la sabe como en ella se contiene respecto que pasó en realidad, de verdad, público y notorio por todo Argel, (a)demás de verlo este testigo.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XI. A la oncena pregunta, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad, porque pasa así como en ella se declara.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   XII. A las doce preguntas, dijo que este testigo sabe la dicha pregunta como en ella se contiene porque fue cosa pública y manifiesta en todo Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   XIII. A las trece preguntas, dijo que todo lo que la pregunta dice es la verdad, y público y notorio a este testigo, respecto de que fue uno de los participantes en este negocio, y estuvo preso con el dicho renegado y Cervantes.   Y que, aún, para algunas prevenciones dio este testigo algunos dineros, porque por momentos este testigo tenía la libertad en las manos.   Y lo demás contenido en la dicha pregunta lo sabe ser verdad.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XIV. A las catorce preguntas, dijo que las sabe como en ella se contiene por ser tan notoria por las causas en las preguntas antes de ésta dichas.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   XV. A las quince preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad, porque pasa así como en ella se declara por todo lo que dicho tiene.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XVI. A las diez y seis preguntas, dijo que todo lo en esta pregunta contenido es así como en ella se especifica.   Porque este testigo se halló presente a lo en ella contenido y estuvo junto con el dicho Miguel de Cervantes en casa del dicho rey de Argel preso en su cárcel.   Y esto responde y dice a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XVII. A las diez y siete preguntas, dijo que todo lo en ella declarado es la verdad, como tiene dicho en la pregunta antes de ésta.   Porque este testigo se halló dentro de la casa del rey en prisión cuando pasó lo que dice esta pregunta.   Y esto dice y responde a ella, a la cual se refiere.   XVIII. A las diez y ocho preguntas, dijo que este testigo sabe lo que la pregunta dice ser y pasar como en ella se contiene.   Y esto responde a ella, a la cual este testigo se refiere.   XIX. A las diez y nueve preguntas, dijo que este testigo (tiene) por tal persona como la pregunta dice al dicho Miguel de Cervantes, (a)demás de ser muy público y notorio por Argel.   Y esto responde y dice a la pregunta, a la cual se refiere.   XX. A las veinte preguntas, dijo que todo lo que en esta pregunta se trata es realidad, de verdad, público y manifiesto.   Por lo que este testigo sabe y pasa es –acerca de las particularidades expresadas en esta dicha pregunta— que este testigo estuvo un poco de tiempo muy enemigo con el dicho Miguel de Cervantes.   Y en esta sazón, oyó este testigo a una persona decir algunas cosas viciosas y feas contra el susodicho Miguel de Cervantes.   Y luego, en aquel punto, procuró este testigo con grande instancia por todo Argel inquirir y saber si contra el dicho Miguel de Cervantes –que es el que le presenta por testigo– había alguna cosa fea y deshonesta que a su persona viniese mácula.   Y halló por grande mentira lo que se había hablado por la dicha persona, que si quisiese expresar no se acuerda de él por no hacer mucho caso de su deposición (o disposición: dipusiçion).   Por lo cual este dicho testigo se pondrá a que lo quemen vivo si todo lo que se habló contra el dicho Miguel de Cervantes era todo grande mentira.   Porque, cierto y verdaderamente, todos los cautivos de Argel le somos aficionados al dicho Miguel de Cervantes, que antes nos da envidia de su hidalgo proceder, cristiano y honesto y virtuoso.   Y esto dice y responde a esta dicha pregunta, a la cual se refiere.   XXI. A las veintiuna preguntas, dijo que no la sabe más de haberlo oído decir.   Y esto responde.   XXII. A las veintidós preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad, público y notorio por Argel.   Porque lo que pasa es que el dicho Juan Blanco –contenido en la pregunta– llegó un día a este testigo y le dijo, así, tratando de negocios, cómo el susodicho tenía comisión del Santo Oficio y que era su comisario.   Y que había de tomar informaciones en Argel contra algunas personas.   Y que si este testigo sabía de algunas personas que tuviesen  algunos vicios para que lo jurase.   Y este testigo le respondió que si la sabía o no que él no se lo quería decir a él; que si Dios le llevase en España a este testigo, allá hallaría a los padres inquisidores para manifestarlo.   Y esto pasa de lo contenido en la dicha pregunta, y esto responde a ella.   XXIII. A las veintitrés preguntas, dijo que no la sabe más de lo que tiene dicho en la pregunta antes de ésta.   Y esto responde.   XXIV. A las veinticuatro preguntas, dijo que no la sabe.   XXV. A las veinticinco preguntas, dijo que lo que de ella pasa y sabe es que este testigo trató poco tiempo con el dicho   Juan Blanco de Paz. Y que no le vio decir misa, eso que lo conoció, ni rezar las horas acostumbradas que era obligado. Y que sabe que es hombre el dicho Juan Blanco que tenía pocos amigos.   Y esto responde y dice a la dicha pregunta.   Y en lo demás, que todo lo que dicho y declarado tiene en este su dicho es la verdad, público y notorio para el juramento que hizo.   Y firmolo fray Feliciano Enríquez.   Pasó ante mí, Pedro de Ribera, notario apostólico.

Emilio Sola 10 febrero, 2012 12 febrero, 2012 ARGEL, Blanco de Paz, cautiverio, fraile carmelita, información
11 Luis de Pedrosa, de Osuna y casado en Marbella, de 37 años

(DECLARACIÓN DE LUIS DE PEDROSA).   Testigo. En este dicho día, shop mes y año susodicho (14-10-1580), sovaldi para la dicha información, el dicho Miguel de Cervantes, ante mí, el dicho notario apostólico, trajo y presentó por testigo   al alférez Luis de Pedrosa, natural de la villa de Osuna, en el Andalucía, y residente en la ciudad de Marbella, vecino y casado en ella.   Del cual se recibió juramento, según derecho.   Y habiendo jurado y siendo preguntado por el tenor del dicho pedimiento y preguntas del dicho interrogatorio, dijo y depuso lo siguiente:   I. A la primera pregunta, dijo que este testigo conoce al dicho Miguel de Cervantes habrá dos años, poco más o menos, que será el tiempo que este testigo fue traído para Argel, porque pocos días antes había (sido) cautivado.   Generales. Fue preguntado por las preguntas generales.   Dijo que este testigo es de edad de 37 años, poco más o menos, y que no es pariente ni enemigo del dicho Miguel de Cervantes –que lo presenta por testigo–, ni le tocan las demás generales.   II. A la segunda pregunta, dijo que todo lo en ella contenido este testigo lo ha oído decir públicamente por Argel.   III. A la tercera pregunta, dijo que por tal persona dice este testigo tiene al dicho Miguel de Cervantes, porque, (a)demás de lo que se contiene en esta dicha pregunta tocantes al dicho Miguel de Cervantes, a su nobleza y calidad, este testigo tiene noticia y sabe que pasó por realidad de verdad que en la villa de Osuna, de donde este dicho testigo tiene declarado ser natural, donde tuvo en ella a sus padres, sabe este testigo que en ella fue corregidor Juan de Cervantes, el cual tenían y tuvieron por un principal, honrado caballero. Y, así, teniendo estos méritos, trajo y le dieron la vara de tal corregidor por orden y merced del conde de Ureña, padre del duque de Osuna, cuya es ahora la dicha villa. Y que el padre de este dicho testigo tuvo estrecha y ordinaria amistad con el dicho Juan de Cervantes, corregidor, el cual este testigo ha sabido por cosa muy cierta que el dicho Miguel de Cervantes es nieto del susodicho.   Y que por esta razón –(a)demás de lo contenido en la dicha pregunta, como dicho tiene– este testigo por tal persona –como en ella se declara y manifiesta en la pregunta– tiene al dicho Miguel de Cervantes por muy principal hidalgo y persona, limpio y bien nacido.   Y que esto responde a la dicha pregunta.   IV. A la cuarta pregunta dijo que este testigo tiene por cosa cierta todo lo en la dicha pregunta contenido por haber visto en parte del tiempo que este testigo está en Argel lo contenido en la pregunta.   Y esto responde a ella.   V. A la quinta pregunta, dijo que este testigo lo en ella contenido pasó así como en ella se contiene. Y que este testigo lo cree y tiene por cierto por habérselo dicho muchas persona principales, fidedignas y de crédito.   Y esto responde a la dicha pregunta.   VI. A la sexta pregunta, dijo que todo lo en ella contenido este testigo lo ha oído decir públicamente. Y porque, así, fue tan divulgado este testigo lo ha tenido y tiene por cierto.   VII. A la séptima pregunta, dijo que este testigo dice lo que dicho tiene en las preguntas antes de ésta.   Y que esto responde.   VIII. A la octava pregunta, dijo que todo lo en ella contenido lo ha oído decir tantas y diversas veces por Argel que este testigo lo cree y tiene por cierto.   Y esto responde.   IX. A la novena pregunta, dijo que todo lo en ella contenido este testigo lo tiene por muy cierto por haber tendido tanta noticia y relación –después que vino a esta tierra– de este negocio.   Y esto responde a la pregunta.   X. A la décima pregunta, dijo que todo como en ella se contiene este testigo lo ha oído decir muchas veces –como en las preguntas antes de ésta se contiene–, por ser todo un particular y caso que va correspondiente a una misma cosa, y por esta causa este testigo lo ha tenido y tiene por cosa muy cierta.   Y esto responde.   XI. A las once preguntas, dijo que este testigo por cosa muy cierta tiene lo en ella contenido.   Porque siendo el dicho Miguel de Cervantes de las calidades referidas, pasaría y sería todo como en la dicha pregunta se contiene.   Y esto responde.   XII. A las doce preguntas, dijo que todo lo en ella contenido este testigo lo ha oído decir por Argel y por ser caso que fue notable este testigo lo ha creído y tenido por cosa cierta.   Y esto responde a la dicha pregunta.   XIII. A las trece preguntas, dijo que todo como pasa y se contiene en la dicha pregunta es notable y gran verdad.   Porque este testigo –antes de quererse fabricar, tratar y empezar de poner en obra lo que la pregunta refiere–, el dicho Miguel de Cervantes, –como persona discreta, sagaz y constante, para satisfacerse y enterarse y para satisfacer a sus amigos y a quien había de dar el dinero para la fragata y otras cosas necesarias y anejas a la prevención de ella–,   vino un día a este dicho testigo y lo apartó y llamó en gran secreto.   Y le preguntó que qué persona era el renegado que la pregunta dice, y que si tenía voluntad de quererse volver a tierra de cristianos que se lo dijera y descubriese este testigo, pues eran paisanos ambos a dos, y de una tierra.   Y visto esto –que este testigo entendió llevar buen camino y ser enderezado a servir a Dios y a su majestad y hacer gran bien a cristianos–,   este dicho testigo le respondió que el dicho renegado era persona de autoridad y tenía buenas prendas, (a)demás de tener buenos propósitos.   Que llegase a él secretamente y por términos discretos, pues el dicho Miguel de Cervantes lo era, y podrían ambos conferir el negocio, y luego sentirá en él lo que hay en su pecho.   Y, así, desde entonces, se puso en astillero el negocio de forma que se efectuó y puso por obra todo lo contenido en esta dicha pregunta, lo cual es la verdad.   Y esto responde a la pregunta.   XIV. A las catorce preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad y pasa como en ella se declara.   Porque este testigo era uno de los principales consortes en este negocio por dos maneras.   La una, por ser el renegado de la tierra y lugar de este testigo.   Y la otra, por habérselo dicho en secreto el dicho Miguel de Cervantes, que estuviese a punto para cierta hora que el susodicho avisase a este testigo.   Y, así, le es notorio, público y manifiesto a este testigo, y es verdad.   Y esto dice a la pregunta.   XV. A las quince preguntas, este testigo dice lo que dicho tiene en la pregunta antes de ésta, que es ramo una de otra.   Lo cual es notorio y manifiesto. Y por estas razones es verdad todo lo en la dicha pregunta contenido, a la cual –como en toda ella se declara– este testigo se refiere.   XVI. A las diez y siete preguntas, dijo que todo pasa y es así, como en ella se contiene, verdad, público y notorio, así a cristianos como a moros y turcos.   Y esto responde a la pregunta.   XVII. A las diez y siete preguntas, dijo que todo lo en esta pregunta contenido es la verdad.   Porque lo que pasa es que el dicho Miguel de Cervantes –estando en poder… (ado) ya en manos del rey– envió a decir secretamente a este testigo que no tuviese pena él ni otros amigos y consortes del negocio, que él sería tan constante y de valor que no condenaría a ninguno, puesto que lo pusiesen a muchos y graves tormentos.   Y, así, si acaso a este testigo le prendiesen o a otros, que de mano en mano avisase a cada uno que echasen la culpa siempre al susodicho Miguel de Cervantes.   Y, así, quiso Nuestro Señor que ninguno pasase trabajo.   Y este testigo vio que el dicho Miguel de Cervantes fue tan constante de ánimo, aviso y valor que –puesto que el dicho rey le hizo todas las amenaza del mundo– no discrepó ni varió para hacer mal a ninguno, como dicho tiene.   Antes, el dicho Miguel de Cervantes se dezimio (sic) cargo y descargo a sí y a otros, de forma que salió de las manos crueles del rey de Argel, cuyo nombre, fama y obras era asesinador de cristianos.   Finalmente, que por hacerlo tan discretamente el dicho Miguel de Cervantes cobró gran fama, loa y honra y corona, y era digno de grande premio.   Y esto dice y responde a la pregunta.   XVIII. A las diez y ocho preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad.   Porque desde el tiempo que este testigo le conoce, tra(ta) y comunica, le ve y ha visto poner en ejecución todo lo en esta pregunta declarado.   Y esto responde, y se remite a ella.   XIX. A las diez y nueve preguntas, dijo que este testigo por tal persona como en ella se expresa tiene al dicho Miguel de Cervantes.   Porque en todo Argel –puesto que haya otros caballeros tan buenos como él– este testigo no ha visto –que para usar el hacer bien a otros cautivos ni presuman de casos tan de honor– como el susodicho.   Porque, en extremo, tiene especial gracia en todo.   Porque es tan discreto y avisado que pocos hay que le lleguen.   Y, así, su trato (y) comunicación de ordinario es con caballeros, letrados, comendadores y capitanes religiosos.   Y que ha visto este testigo que el muy reverendo padre fray Juan Gil –de la corona de Castilla, redentor que al presente está en Argel–, huelga y gusta de su trato del dicho Miguel de Cervantes, admitiéndole en comunicarse como en sentarlo a comer a su mesa.   Y que este testigo ha sabido que hoy, en este dicho día (14-10-1580), le convidó a comer.   Y que este testigo, como dicho tiene, está enterado ser el dicho Miguel de Cervantes tal persona como (es) dicho.   Y esto responde a la dicha pregunta.   XX. A las veinte preguntas, dijo que este testigo tiene al dicho Miguel de Cervantes por persona honesta, limpio y quieto, y apartado de vicios y malos pensamientos, casto y recogido, no acostumbrado a tratar ni cometer cosas feas que su persona venga a menoscabo.   Antes, este testigo lo tiene por tal persona como dicho tiene en las demás preguntas, y por tal como en esta pregunta se declara.   Y esto responde y dice a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XXI. A las vientiuna preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es así como en ella se contiene.   Porque lo que pasa es que el dicho Juan Blanco de Paz, en esta ciudad de Argel, hizo grande maldad contra muchos cristianos, respecto de haber descubierto y dicho al rey de Argel lo que pasaba acerca de la dicha fragata, y afirmádoselo todo lo que pasaba.   Y por ser el dicho Miguel de Cervantes el caudillo y actor de este hecho, con razón se aclamaba y quejaba contra el dicho Blanco más que todos los demás, porque lo sintió por extremo, como era razón sentirlo.   Porque el dicho Miguel de Cervantes había trabajado mucho en ello, en buscar muchas personas principales que entrasen en ello, como buscó y entraban, (a)demás de otras gentes comunes, hombres de hecho que tenía prevenidos para el remo.   Todos los cuales, unos y otros, gemían y se afortunaban con grandes suspiros contra el dicho Juan Blanco de Paz, de forma que unos decía:   –¡Oh, malhaya el cutiverio que, aunque se quieran vengar los hombres y dar el pago a quien lo merece, no pueden!   Y otros decían:   –¡Oh, si el dicho Juan Blanco no fuera sacerdote para poner las manos en él y darle su satisfecho!   Y esto dice y responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   XXII. A las veintidós preguntas, que este testigo dijo que todo lo que en ella es contenido fue y pasó así como se declara en la dicha pregunta, por ser notorio.   Y esto responde a ella, a la cual se refiere.   XXIII. A las veintitrés preguntas, dijo que todo lo contenido en ella este testigo lo ha oído decir por Argel muy públicamente, por donde entiende, cree y tiene por cierto que es verdad.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XXIV. A las veinticuatro preguntas, dijo que de la manera y forma que en la dicha pregunta se declara, este testigo, hablando con personas amigos suyos, le dijeron por cosa muy cierta que el dicho Juan Blanco andaba procurando testigos para tomarlos contra cautivos de Argel, en especial contra el dicho Miguel de Cervantes que la pregunta dice. Y este testigo lo creyó y tuvo por cierto.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XXV. A las veinticinco preguntas, dijo que lo que pasa de esta pregunta es que este testigo ha entrado en el baño del rey –donde habitaba de ordinario el dicho Juan Blanco de Paz— a oír misa por haber dentro iglesia donde se celebran oficios divinos.   Y puesto que este testigo ha estado dentro por esclavo del rey  pocos días, nunca en el un tiempo ni en el otro vio ni oyó misa dicha por el dicho Juan Blanco de Paz, ni rezar a las horas que la pregunta dice.   Antes, oyó decir y murmurar cuán mal lo había hecho en tener cuestión con dos frailes religiosos; y al uno había dado un bofetón y al otro de coces.   Y que por estas causas –y otras que dicho tiene— enjendró mucho escándalo y dio mal ejemplo.   Y este testigo lo tiene por persona de mala opinión, pues sus obras son dignas de ello.   Como todo más largamente consta por lo que se contiene en las demás preguntas antes de ésta, a que se refiere.   Y esto dice y es la verdad todo lo que tiene dicho para el juramento que hizo, y firmolo el alférez Luis de Pedrosa.   Pasó ante mí, Pedro de Ribera, notario apostólico.

Emilio Sola 10 febrero, 2012 12 febrero, 2012 abuelo de Cervantes, ARGEL, Blanco de Paz, cautiverio
10 Diego de Benavides, joven de 28 años, de Baeza

(DECLARACIÓN DE DIEGO DE BENAVIDES).   Testigo. En el dicho día, patient mes y año susodicho (14-10-1580) el dicho Miguel de Cervantes, malady ante mí, sildenafil el dicho notario apostólico, trajo y presentó por testigo   a don Diego de Benavides, natural de la ciudad de Baeza,   para la primera y tercera, y diez y nueve, y veinte y veinticinco preguntas del dicho su interrogatorio.   El cual, habiendo jurado según derecho y siendo preguntado por el tenor del dicho interrogatorio, dijo y depuso lo siguiente:   I. A la primera pregunta, dijo que este testigo conoce al dicho Miguel de Cervantes –que lo presenta por testigo en esta razón– poco tiempo ha.   Y esto responde a la dicha pregunta.   Generales. Fue preguntado por las preguntas generales.   Dijo que es de edad de 28 años, poco más o menos.   Y que este testigo no es pariente ni enemigo de ninguna de las partes, y que no le tocan las demás generales.   III. A la tercera pregunta, dijo que este testigo, como dicho ha, ha po(co) tiempo que vino para Argel.   Que fue traído de Constantinopla para rescatarse y vino en compañía del rey de Argel que al presente, ahora, es, por el mes de agosto pasado de (15)80.   Que así como allegó al dicho lugar de Argel, trató de su rescate y se rescató.   Y después que estuvo franco, preguntó a otro cristianos que qué caballeros había en Argel y personas principales con quien se pudiese comunicar.   Y le respondieron a este dicho testigo que principalmente estaba uno muy cabal, noble y virtuoso. Y era de muy buena condición, y amigo de otros caballeros.   Lo cual se dijo por el dicho Miguel de Cervantes.   Y, así, este testigo le buscó y procuró. Y, hallado, luego el dicho Miguel de Cervantes, usando de sus buenos términos, se le ofreció con su posada, ropa y dineros que él tuviese.   Y, así, lo llevó consigo y lo tiene en su compañía, donde comen de presente juntos y están en un aposento donde le hace mucha merced.   En lo cual este testigo halló padre y madre por ser nuevo en la tierra, hasta que Dios sea servido que haya navíos para irse a España ambos a dos, él y el dicho Miguel de Cervantes, que también está rescatado y franco.   Y que por estas causas dichas –puesto que el conocimiento es muy poco– tiene este testigo al dicho Miguel de Cervantes por tal persona como la pregunta dice.   Y esto responde a la dicha pregunta.   XIX. A las diez y nueve preguntas, dijo que dice lo que dicho tiene en la tercera pregunta, antes de ésta, a que se refiere.   Y que este testigo, cada día, anda junto al dicho Miguel de Cervantes, come, y bebe y aloja con él, y su trato y conversación es con las personas más lustrosas y principales que hay en la esclavitud.   Y que el muy reverendo padre fray Juan Gil –redentor de España que al presente está en Argel– huelga y toma contento de tratarse y comunicarse con el dicho Miguel de Cervantes, así de asentarlo a comer a su mesa como en lo demás.   Y que, aún, este testigo ha visto que hoy, dicho día, le convidó a comer.   Y que por estas razones y causas este testigo cree y tiene por cosa muy cierta que el dicho Miguel de Cervantes es tal persona como lo dice la pregunta, a la cual se refiere.   Y esto responde.   XX. A las veinte preguntas, dijo que este testigo tiene al dicho Miguel de Cervantes por tal persona como la pregunta lo dice.   Porque claro y manifiesto es que   –siendo de las calidades que la pregunta dice el dicho Miguel de Cervantes y este testigo, como tiene declarado, lo tiene por tal–   usará de toda virtud, limpieza y bondad.   Y esto responde y dice a la dicha pregunta.   XXV. A las veinticinco preguntas, dijo que todo lo que tiene dicho y declarado este testigo es la verdad, público y notorio a este testigo.   Y en lo demás contenido en la dicha pregunta, este testigo lo ha oído decir por Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta.   Y es la verdad todo lo que tiene dicho para el juramento que hizo.   Y firmolo, don Diego de Benavides.   Pasó ante mí, Pedro de Ribera, notario apostólico.

Emilio Sola 30 enero, 2012 12 febrero, 2012 amistad, ARGEL, cautiverio, francos
9 Cristóbal de Villalón, de 45 años, de Valbuena, cerca de Valladolid

(DECLARACIÓN DE CRISTÓBAL DE VILLALÓN).   Testigo. En Argel, prostate a 14 días del dicho mes y año susodicho (10-1580), en presencia de mí, el notario apostólico, el dicho Miguel de Cervantes para la dicha información trajo y presentó por testigo en esta razón   a Cristóbal de Villalón, natural de la villa de Valbuena, junto a Valladolid, que es en Castilla la Vieja.   Y siendo presentado y habiendo jurado en forma de derecho, fue preguntado por las preguntas del dicho interrogatorio.   El cual dijo y depuso lo siguiente:   I. A la primera pregunta dijo que este testigo conoce al dicho Miguel de Cervantes, que lo presenta por testigo, habrá tiempo y espacio de cuatro años, poco más o menos.   Y esto responde a la dicha pregunta.   Generales. Fue preguntado por las preguntas generales.   Dijo que este testigo es de edad de 45 años, poco más o menos, y que no es pariente ni enemigo del dicho Miguel de Cervantes.   Y que no le tocan las demás generales.   II. A la segunda pregunta, dijo que este testigo lo en ella contenido tiene por cosa muy cierta.   Porque a la sazón que el dicho Miguel de Cervantes se perdió y fue traído para Argel, este testigo estaba en Tenez, que era su patrón gobernador de aquella tierra.   Pero, a(l) cabo de poco tiempo, vino para Argel –que fue al año siguiente– y supo todo lo en esta pregunta contenido ser y pasar como en ella se contiene.   Y esto responde a la dicha pregunta.   III. A la tercera pregunta, dijo que lo que de esta pregunta sabe es que por tal persona como la pregunta dice este testigo tiene al dicho Miguel de Cervantes, respecto de que ha procurado de saber de su descendencia (sic, mejor “ascendencia”).   Y le han dicho a este testigo cómo es de buena parte el dicho Miguel de Cervantes.   Especialmente, por su trato y proceder se le muestra lo que la pregunta dice.   Y esto responde.   IV. A la cuarta pregunta, dijo que lo que este testigo sabe de ella es que el dicho patrón del dicho Miguel de Cervantes –que es el contenido en la pregunta– le tuvo por tal persona como la pregunta dice.   Pero en lo demás que en ella se declara, este testigo lo oyó decir por Argel.   Y esto responde.   V. A la quinta pregunta, dijo que la sabe de oídas porque lo en ella contenido fue público por Argel.   Y esto responde.   VI. A la sexta pregunta, dijo que todo lo en ella contenido fue muy público y notorio por Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta.   VII. A la séptima pregunta, dijo que todo lo en ella contenido sabe este testigo que fue cosa muy pública por Argel.   Y que respecto de que no viniese en obra lo contenido y declarado en esta pregunta, que fue porque viniendo la dicha fragata a tierra a lo puesto para el dicho efecto, descubrió una barca de pescadores –la cual tuvieron por otra cosa de más peligro– y se retiró. (Por) donde no hubo efecto lo susodicho.   Y esto fue muy divulgado por Argel, y público –como dicho tiene–, y este testigo, por estas razones, lo creyó y supo.   Y esto responde a la dicha pregunta.   VIII. A la octava pregunta, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad y pasa así, público y notorio.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   IX. A la novena pregunta, dijo que todo lo en ella contenido este testigo lo cree y tuvo por muy cierto.   Y esto responde y dice a ella, a la cual se refiere.   X. A la décima pregunta, dijo que todo lo en ella contenido es así y pasa por realidad, de verdad, porque fue caso notable y que se tuvo cuenta con él por todo Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta.   XI. A la oncena pregunta, dijo que este testigo lo oyó decir públicamente, lo contenido en la dicha pregunta.   XII. A las doce preguntas, dijo que este testigo dice que lo que sabe y pasa es que él vio enganchar el moro que dice la pregunta, (d)el cual se publicó que hicieron justicia de él porque andaba procurando de llevar cristianos.   Pero lo demás contenido en esta pregunta este testigo no lo supo.   Y esto responde a la dicha pregunta.   XIII. A las trece preguntas, dijo que la sabe como en ella se contiene porque este testigo se halló presente a muchas cosas de lo contenido en la dicha pregunta, respecto de que con grande instancia procuraba de saber y entender, porque este testigo era participante en el negocio.   Y por esta causa sabe lo que se le pregunta.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se remite.   XIV. A las catorce preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es verdad, público y notorio.   Porque este testigo lo vio ser y pasar así, como en ella se declara, por ser de los contenidos en este hecho.   Y esto dice y responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XV. A las quince preguntas, dijo que todo lo que en esta pregunta se contiene es la realidad, de verdad, porque es notorio y público, y manifiesto a este dicho testigo y en todo Argel, por la causas y razones en las preguntas antes de ésta declaradas.   Y esto dice y responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XVI. A las diez y seis preguntas, dijo que este testigo sabe todo lo en la dicha pregunta contenido porque –como dicho tiene en las preguntas antes de ésta–   este testigo era consorte en el negocio y no pasaba cosa que no procuraba de saber.   (A)demás de que el dicho Miguel de Cervantes le dijo a este testigo –cuando estuvo en poder del rey, yéndose a poner en sus manos– que no se escondiese ni tuviese miedo ninguno,   que él en semejante ocasión usará el término que deben usar los hombres de valor, ánimo y constancia.   Y, así, este testigo se reportó y no hizo ausencia, y tomó grande ánimo por lo que el dicho Miguel de Cervantes le dijo.   El cual así lo cumplió; y mejor que el susodicho lo había manifestado, pues a ninguno hizo mal ni daño, ni condenó, sino antes enviaba a decir dende la prisión que si alguno prendiesen que se descargase con el dicho Miguel de Cervantes, echándole a él sólo la culpa.   Y esto dice y responde a esta dicha pregunta, a la que se remite.   XVII. A las diez y siete preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es así, la verdad, público y notorio.   Porque, (a)demás de saberlo muy manifiesto este testigo, lo supo todo Argel.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XVIII. A las diez y ocho preguntas, dijo que lo que de ella sabe es que es tan público ser verdad que no hay cristiano en Argel, como sea hombre principal, que no le conste todo lo en ella contenido.   Y, así, este testigo lo sabe ser muy grande verdad, público y notorio.   Y esto responde a la pregunta, a la cual se refiere.   XIX. A las diez y nueve preguntas, dijo que sabe como en ella se contiene porque es así, verdad, como lo dice la pregunta, a la cual se refiere.   Y esto responde.   XX. A las veinte preguntas, dijo que por tal persona como la pregunta dice este testigo tiene al dicho Miguel de Cervantes, (a)demás de que todo Argel, cristianos de la esclavitud, tienen al dicho Miguel de Cervantes (sic).   Y esto responde y dice a la dicha pregunta, a la cual este testigo se refiere.   XXI. A las veintiuna preguntas, dijo que la sabe como en ella se declara porque por Argel se tiene por cierto –y este testigo por notorio– lo que la pregunta dice, a la cual se remite.   XXII. A las veintidós preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad porque este testigo le vio reprender al dicho Juan Blanco de Paz lo que hacía por caballeros principales, sacerdotes, pareciéndole mal.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual este testigo se remite.   XXIII. A las veintitrés preguntas, dijo que todo lo en ella contenido es la verdad, público y notorio.   Y esto responde a la dicha pregunta, a la cual se refiere.   XXIV. A las veinticuatro preguntas, dijo que todo lo en ella contenido lo sabe porque es cosa pública y notoria en Argel.   Y esto dice y responde a la pregunta, a la cual se refiere.   XXV. A las veinticinco preguntas, dijo que este testigo nunca ha visto decir misa al dicho Juan Blanco, ni rezar las horas necesarias que suelen y acostumbran decir los tales sacerdotes.   Antes, oyó decir públicamente que se tomó con los dos sacerdotes que la pregunta dice. Y que les dio el bofetón y coces en ella declarado.   Y que por estas razones y causas el dicho Juan Blanco este testigo lo tiene en mala opinión y reputación por dar mal ejemplo de su persona.   Y esto dice, y es la verdad todo lo que tiene dicho para el juramento que hizo.   Y firmolo de su nombre, Cristóbal de Villalón.   Pasó ante mí, Pedro de Ribera, notario apostólico.

Emilio Sola 30 enero, 2012 12 febrero, 2012 ARGEL, cautiverio, Cervantes
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