I.3.03 – EL VIAJE DE PIETRO DELLA VALLE A ORIENTE EN EL S XVII – Carta 3 – El Beiram – Fiestas turcas

Autor del Documento: Esmeralda de Luis y Martínez

I.3.03 – EL VIAJE DE PIETRO DELLA VALLE A ORIENTE EN EL S XVII – Carta 3 – El Beïram – Fiestas turcas

En la entrega anterior (I.3.02) el Señor della Valle describe minuciosamente el nuevo brebaje que ha descubierto: el Cahvè; nos habla de su origen, forma, propiedades y, junto con el tabaco, su uso social en las reuniones de los turcos, en las que nunca falta una taza de cahvé bien caliente… Y continúa de este modo, hablando de las fiestas de El Beiram, y de las ceremonias y rituales en bodas y bautizos…

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«Desde que me encuentro en esta ciudad, he asistido a sus dos Beïram, el mayor y el menor, algo así como sus fiestas de Pascua que celebran con excelentes comidas, espectáculos públicos por las calles, luces por todas partes, y rezando continuamente en las mezquitas.
Juegos y pasatiempos se pueden ver día y noche a lo largo y ancho de toda la ciudad; sobre todo les gustan unos bonitos columpios que los romanos llamamos Cannofiendole y que los napolitanos me parece que los conocen como Sugliepengole; en donde entre unas vigas bastante altas, adornadas para la ocasión con hojas, flores, guirnaldas y variadas artesanías de algodón y otras lindezas, cualquiera que lo desee, y con una buena bolsa de dinero será bien recibido para columpiarle y hacerle subir tan alto como le plazca, por dos, tres, cuatro, seis y ocho hombres que se mantienen allí cerca con una serie de cuerdas para elevarlo al aire, y como dicen por aquí, “hasta las estrellas”. El que les paga por ese pasatiempo es movido al son de un montón de instrumentos extraños y de campanillas, con una música y unas tonadillas muy vulgares, y me da la impresión de que este juego es más bien un placer de locos, tanto para los que se columpian, como para los que mueven el artilugio y los que lo contemplan. Los italianos que residen aquí, a esta atracción la llaman “el juego de las barcas”, y a los que las balancean les dicen “barqueros”, y da igual que sean jóvenes o viejos, turcos o cristianos, porque seguro que en algún momento se montarán en esas “barcarolas”; sobre todo si están presentes sus damas, para mostrarles su agilidad y arrojo; además, por dar más realce a sus cuerpos se remeten las sayas bajo los zaragüelles, que aquí los llaman Feragé, y con frecuencia también el Dulamán, una especie de sotana que llevan por encima, o al menos, se la recogen y ciñen a la cintura, imitando a los bateleros…»

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