E. Sola: CUENTOS DEL PARAÍSO DE LAS ISLAS, 14-2-4a: Carla Canon visita al sabio Mirallá Capítulo IV (1 a 7)
Autor del Documento: Emilio Sola
Descripción / Resumen:
1
Despertar en una cabina japonesa
Las cabinas dormitorio japonesas de la estación de autobuses próxima
a la Tercera Vaquería estaban muy bien, cápsulas mínimas pero confortables,
y Carla eligió la más próxima, de las que quedaban libres, a la parada de la salida
del autobús del aeropuerto. Estaba dotada de música y aromas relajantes,
propiciadores del sueño que todo lo repara, pero prefirió silencio total
y atmósfera neutra. Antes de disponerse a dormir, consultó los mensajes recibidos;
tenía uno de Fausto Mirallá: la iba a esperar al aeropuerto de Düsseldorf y, sí,
llegaba a tiempo para la fiesta de la presentación que tendría lugar en La Burbuja.
Así le llamaban, supo luego, a la sede en el Rin de la delegación alemana
de la biblioteca del Naranjal, antigua de don Borondón… En el mensaje
del sabio Mirallá, se leían luego series de palabras sueltas que conformaban
una suerte de partitura literaria al modo de partitura musical, como al azar dispuestas
pero que de seguro encerraban algún tipo de mensaje: viajeros y viajeras,
conocimiento y contactos, pompas de jabón, libres de grisura, invade un ser vivo
y multiplícate en él, lugar liberto, nacimiento, alumbramiento, desarrollo, evolución,
fuente, nacencia, pozo, casa cuna, comedero, comienzo…
Carla silenció todos los registros de su Rebequita documentalista
y se fue quedando dormida poco a poco, arrullada por el recuerdo sonoro
de las letanías del Mirallá: curiosidad, nuevas buenas, impaciencia, risa, dos, ella y yo,
tiempo privado de la distensión…, misterioso, fantástico, el hombre de ninguna parte,
avisos de aisipiai… Tuvo sueños de vuelo y en color,
helicópteros y globos aerostáticos reverberantes sobre un parque nevado,
locus solus y amenus con artilugio mecánico, trípode de máquina soltera
sobre mosaico dental… Al final del sueño todo se incendiaba y el parque nevado
desaparecía para transformarse en un magnífico vergel.
Y despertó.
Se lo había pasado muy bien en el sueño y se despertó animada.
En el módulo de los baños se topó con un guapo chaval que le dijo
que era bangladesí y bombero, y estuvo a punto de tirárselo, como ella decía
cuando se le despertaban las pasiones, pero se contuvo pues iba justa de hora.
Se estaba haciendo mayor. Le acarició un poco la verga y el chaval la miraba
con sonrisa de felicidad. “Chao, el mundo es un pañuelo, chaval”, y la Carla
se fue corriendo al autobús a punto de salir. Desayunó en el aeropuerto;
en el avión consiguió echarse una cabezadita que terminó de despejarla,
en el reducido asiento de ventanilla de la última fila. Un lugar en el mundo,
en ese momento. El suyo.
2
Dusseldorf estaba nevada
Primera sorpresa: Düsseldof estaba nevada. Un delicado manto blanco
que el sol, aquí y allá sus rayos entre nubes, como rompimiento de gloria,
fundía y hacía reverberar. Carla temió no reconocer a Fausto Mirallá, pues hacía
más de diez años que no le veía, pero enseguida se disipó la incertidumbre.
Un cartelón danzaba por encima del mar de cabezas de la sala de espera
de llegadas del aeropuerto. “Bienvenida, Carla Canon”. Y allí estaba él en pie,
blandiendo el cartelón, con un traído y holgado abrigo pardo
y un viejo Stetson negro a la cabeza, tal como lo recordaba.
“Ajajá, mi veterano combativo…” – se emocionó la Carla – “Saludos del Calabrés”.
Y se dieron dos sonoros besos. “Viejo y zorro Alí, el Calabrés amostachado,
cano ya hoy…” Fausto le presentó a algunos de sus acompañantes,
la mayoría recién llegados también. El J.R., recién llegado de Levante,
aportaba para la fiesta de la Burbuja una Vitrina Monumental Panóptica
Para Alojar Un Tesoro (VMPPAUT): un potente artilugio
almacén de contenidos preciosos
para captar recursos para las redes de nomadeo. Carla ya le conocía muy bien
de sus contribuciones al montaje y desarrollo de los campamentos orientales,
y su presencia allí la confirmó en lo acertado de su viaje a la fiesta de la Burbuja.
Más besos. “No podía faltar a una fiesta de la ignición como ésta”, le comentó
el orondo y sonriente JR con un guiño de complicidad. “Me ha sucedido
lo mismo que a ti, sin duda”. “Este es Chema Egea, que también llega de lejos…
Un holandés errante”. El tal Egea tomó a Carla por la cintura
y le dio un besazo abierto y tanguero en la boca que atragantó a la mujer.
Se desprendió de él. “Uf, chico, de la vieja escuela, tú”. Y activó su cámara
registradora. “No me voy a perder ni un detalle de todo esto”.
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14-2-4a Carla Canon visit al sabio Mirallá IV.doc
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Archivos Adjuntos
Ficha Técnica y Cronológica
- Personajes: Carla Canon, Fausto Mirallá,
- Palabras clave: El Paraiso de las Islas, EMILIO SOLA, frontera, literatura, novela
- Autor de la fuente:
- Título de la fuente:
- Impresor:
- Ediciones / Ediciones Críticas:
- Archivo de procedencia: - / Volumen: - Sección: - - Legajo: Biblioteca de don Borondón o Biblioteca del Naranjal - Documentos:
- Tipo de documento: Crónica / Estado: Fragmento
- Época: Contemporánea / Siglo: XXI DC / Año:
- Zona geográfica: Mediterráneo, Eurasia / Localización: Tiempo literario, a partir del siglo I de la GG y muerte de JB.