Jacome Fontano y Cristóbal de Arcos La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rodas, nuevamente sacada de la lengua latina en nuestro vulgar Castellano y puesta por mejor modo que en el latín estaba, por el bachiller Cristóbal de Arcos… [Sevilla, en casa de Juan Varela de Salamanca, 1526] Edic. y presentación de Fernando Fernández Lanza

Descripción / Resumen:

Portada de La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rhodas. Sevilla, 1526

Portada de La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rhodas. Sevilla, 1526

1.- La conquista otomana de Rodas en 1522, hito militar y estratégico para el control turco del Mediterráneo oriental.

 

         En 1526 vio la luz con privilegio de su Sacra, Cesárea y Católica Majestad, en las prensas del taller sevillano de Juan Varela de Salamanca, La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rhodas, nuevamente sacada de la lengua latina en nuestro vulgar Castellano y puesta por mejor modo que en el latín estava, por el bachiller Christóval de Arcos, clérigo cura de la sancta yglesia de Sevilla, escrita en latín por Jacobus Fontanus y traducida al castellano, como incluye el propio título, por el bachiller Cristóbal de Arcos. Jacobus Fontanus, testigo presencial de los continuos combates, asaltos, embestidas, escaramuzas y batallas durante la totalidad del asedio a la ciudad de Rodas, fue un instruido letrado y juez de apelaciones de la Sacra Religión de la Caballería de Jerusalén y del pueblo de Rodas, a la vez que amigo leal y devoto partidario del gran Maestre de los Caballeros de Rodas Philippe Villiers de L’Isle-Adam, protagonista incuestionable de la obra que nos ocupa. De ahí el extraordinario valor de esta fuente, a pesar de que se vayan evidenciando algunas sombras e inexactitudes a lo largo del relato[1].

La detallada crónica del cerco y conquista de la ciudad e isla de Rodas, dirigida al ilustrísimo y reverendísimo señor don Alonso Manrique de Lara[2], está dividida en tres libros. El Libro Primero, que contiene veintiún capítulos, recoge inicialmente, en el primero de ellos, la intención que movió al autor para escribir la obra y concluye con una exhortación a los príncipes cristianos acerca de la necesidad de la unión de sus Estados para cercenar el poder y expansión otomanos. A partir del segundo capítulo, hilvanando minuciosamente la hebra cronológica, detalla las causas que impulsaron al gran Turco a armarse e ir contra Rodas; la muerte del gran Maestre Fabricio Caretano y la elección, siguiendo los preceptos propios de la Religión, de Philippe Villiers de L’Isle-Adam, así como los infortunios y trabajos de su viaje de Francia a Rodas y el recibimiento solemne que tuvo a su llegada; los textos literales del continuado intercambio epistolar entre el gran Turco y el gran Maestre; los razonamientos y argumentos de los caballeros y capitanes principales más próximos a Süleyman, en las correspondientes consultas, para justificar e iniciar el sitio y la conquista; los preparativos en las atarazanas y provincias turcas para la campaña y, simultáneamente, el intenso aparejamiento de las cosas necesarias para la defensa de la ciudad ante el inminente asedio y guerra; la exhortación del gran Maestre a los caballeros, a los miembros del consejo y a todos los vecinos de Rodas para la defensa de la ciudad, así como los discursos, sermones, oraciones y arengas de diversas personalidades de Rodas con el mismo objetivo; el recogimiento de toda la gente del campo en la ciudad, las enfermedades que ello provocaron y algunas escaramuzas, marítimas y costeras principalmente, que se suceden en las proximidades de la ciudad y en el resto de la isla.

“Entrados en el consejo los cavalleros comendadores, el canciller de la sacra cavallería y procurador del tesoro, varón muy claro y famoso por muchos y muy famosos y yllustres fechos, assí de guerra como de paz, de ánimo de muy altos y profundos pensamientos, de grande ingenio y muy vario, de eloqüencia torrente y muy abundoso, la qual aprendió y alcançó siendo ya de mucha hedad con continuo leer y estudiar en autores y doctores de toda facultad y doctrina, poque quando pequeño nunca se dio a las letras y, después, ocupado en guerras y negocios, assí públicos como particulares, no pudo entender en las alcançar, pero después fue tan docto y alcançó tanto, que tan a la mano tenía y entendía al Plinio, de la natural hystoria, que ninguno que sí sabe tan bien su proprio nombre ni contar los dedos de sus manos quanto él lo sabía y entendía perfectamente. Al qual ninguna otra cosa estorvó e impidió para ser elegido por gran Maestre sino la demasiada y desordenada cobdicia que tuvo de serlo. Assí que este tan grande y tan señalado varón dixo allí en el consejo que no devían de se estar quedos, sino salir con su armada y embestir con los contrarios. Lo qual provava desta manera, según que él era muy libre y suelto en hablar:

O esta grande y muy espantosa flota, a cuya no digo vista sino sola fama tantos temen, la qual por cierto no es nueva, pues que cada uno de los años suele venir por estas partes a nos ver y visitar, se ha de allegar y ayuntar con estas armadas de cossarios que por aquí andan, como cabeça con miembros. Y, si assí es, será muy bien y muy provechoso, lo qual es muy fácil de fazer, a nosotros que tanta ventaja les tenemos, assí en fuerças, armada de muy buenas naos y galeras como en número, virtud y esfuerço de varones y gente militar, cortados los miembros y quebrantados de la cabeça, o la cabeça de los miembros, darles este dolor y mortal afrenta porque, de ay adelante, siempre sea menos y tenga menos fuerças, o ninguna otra flota y armada que contra nos esté fecha y aparejada viene empós de esta, lo qual a mí me parece (digan lo que quisieren algunos que de su mesma sombra se espantan, o temen que se cayga el cielo) ser muy más verdadero y cierto. Porque no es agora tan necio, ni tan sin seso, el turco que, en tal tiempo y parte del año, después ya de veynte y cinco días de junio, parta y venga sobre Rhodas, passada ya la mejor parte del verano para cercar y combatir la cibdad. Y, sobre todo, qué cibdad. Fortíssima, muy proveyda de todo lo necessario, llena de muy buena gente y de adonde siempre sus mayores y antepassados fueron con daño y feamente afrentados. El qual, antes que acabe de aparejar y proveer todas las municiones y aparejos necessarios para combatir la cibdad, según los avisos y invenciones de los antiguos y modernos, passará todo el tiempo que queda del verano, pues en el invierno, como en toda parte sea muy vana y trabajosa toda opugnación y sitio, mucho más por cierto lo es en ysla y en esta más principalmente, en la qual no ay puerto ninguno ni lugar para se retraher y amparar. Pues que assí es, por qué, ayudándonos dios y el glorioso propheta sant Juan Baptista, no salimos a dar en nuestros enemigos tan sobervios y tan perversos. Y no que nos espante un triste capitancillo embiado contra nosotros con engaño y subtil astucia por aquel rapaz y perverso perro, el qual está congoxoso y muy fatigado que no demos por la trasera sobre su negra flota para otra parte por ventura aparejada y ordenada. Y assí, nos estamos muy descuydados sentados y tañendo palmas dentro de nuestros muros y fortaleza y durmiendo sin temor ni espanto en cosa alguna. Y después, si plaze a dios, llamaremos a nuestra floxedad y descuydo las artes y astucias fabianas. Y pluguiese a dios que fuéssemos Fabios y no Antiochos o Aetholios, la ferocidad y esfuerço de los quales era todo en palabras, o que no seamos Vitelios, creyendo que sentados y sin trabajo con solos votos y devociones venceremos y alcançaremos alegre triumpho. Las grandes hazañas y victorias todas no se han, ni alcançan, con votos y devociones mugeriles, o con aquellos pareceres y consejos que los covardes y temerosos llaman ocultos y divinos socorros de dios, sino velando y trabajando” [3].

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[1] Ricardo González Castrillo. “Sobre la conquista otomana de Rodas”, en Anaquel de Estudios Árabes, 18. Madrid, Universidad Complutense, 2007. Págs. 117-135. El estudio de una carta original e inédita, de autor anónimo, que narra algunas de las batallas acaecidas en el asedio de Rodas sirve de punto de partida para la comparación de las fuentes contemporáneas y analizar sus diferencias.

[2] Alonso Manrique de Lara fue hijo, en terceras nupcias, de Rodrigo Manrique (gran maestre de Santiago y I conde de Paredes de Nava) y Elvira de Castañeda. Era hermano, por tanto, del poeta Jorge Manrique. Cursó estudios de Cánones en la Universidad de Salamanca. Desde muy temprano contó con recursos propios gracias a las rentas proporcionadas por el canonicato, del que era titular, en la catedral de Toledo. A ellos se fueron sumando los procurados como canciller de la Universidad, maestrescuela de la iglesia salmantina y arcediano de Toro. Alcanzó el grado de doctor.  En 1499 fue nombrado obispo de Badajoz por Isabel la Católica. A la muerte de la reina, se posicionó abiertamente en defensa de la casa de Austria, por lo que fue encarcelado en Atienza e Illescas. Tras el Tratado de Blois (1509) fue indultado y se trasladó a Países Bajos al servicio del futuro emperador como capellán. Con la intercesión del cardenal Cisneros, obtuvo en 1516 el obispado de Córdoba. Asistió a las cortes celebradas en la Coruña en 1520, donde fue nombrado capellán mayor del rey y, a continuación, acompañó a Carlos a su coronación en Aquisgrán. En 1523 fue nombrado arzobispo de Sevilla y desde enero de 1524, en sustitución de Adriano de Utrech, desempeñó el cargo de inquisidor general. Su gestión al frente del Santo Oficio estuvo marcada, principalmente, por su defensa de diversas corrientes de renovación espiritual y su respaldo a la difusión del erasmismo (1527-1532). Manrique durante este tiempo ofreció su protección a intelectuales afines como Juan de Oria y los hermanos Juan y Alfonso de Valdés. A partir de 1529, no obstante, el influjo de Manrique comenzó a declinar siendo apartado de la corte. En estos años tuvo lugar la unión de los Consejos de Inquisición de Castilla y Aragón y el dominio ejercido por Juan Pardo de Tavera, que culminaría con su nombramiento como inquisidor general, si bien Manrique ostentó el cargo –aunque casi meramente administrativo- hasta el final de sus días. En 1531 recibió el capelo cardenalicio concedido por Clemente VII, pero ya permanecía apartado de la toma de decisiones de importancia. Condición que se complicó por su defensa de Juan de Vergara, detenido en 1533 por el Tribunal de Toledo, y el procesamiento del benedictino Alonso de Virués, predicador protegido por el mismo emperador. Manrique promovió la edición de la Repetitio Nova, de Arnaldus Albertinus, repertorio de legislación inquisitorial para uso de inquisidores (1534) y mandó realizar la Compilación de las Instrucciones del Oficio de la Santa Inquisición hechas por… fray Tomas de Torquemada… e por los otros… Inquisidores generales (1536). Sin embargo, no fue tenido en cuenta en la intensificación de la actividad censora del Santo Oficio a partir de 1530, que se saldaría, entre otras, con la posterior condena de las obras de Erasmo. Así las cosas, se centró en los asuntos propios del arzobispado hispalense procediendo a la renovación del Cabildo catedralicio. En esta dirección, hizo recaer las provisiones de beneficios y prebendas de manera destacada en profesores y alumnos de la Universidad de Alcalá ligados a la corriente erasmista. No obstante, su escasa influencia en los asuntos inquisitoriales quedaba de manifiesto al no poder favorecer a Juan de Ávila, colaborador y amigo, procesado por el Tribunal sevillano y en su alejamiento del emperador -retornado a España en 1536- y de las Cortes celebradas en Valladolid en 1537. Alejado pues de la Corte y muy mermada su influencia, falleció en Sevilla en septiembre de 1538. Fue padre de cuatro hijos: Antonio, señor de Gadea y adelantado de Castilla; Rodrigo, miembro del Consejo de Guerra; Guiomar, religiosa dominica, y Jerónimo, poseedor de diversas prelacías e inquisidor general a finales del siglo XVI.

[3] La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rhodas, nuevamente sacada de la lengua latina en nuestro vulgar Castellano y puesta por mejor modo que en el latín estava, por el bachiller Christóval de Arcos, clérigo cura de la sancta yglesia de Sevilla. Libro primero. Capítulo XX. “Del razonamiento que el canciller hizo en la consulta y consejo y de lo que en ella se determinó. Y de las alabanças y muy grandes virtudes del gran Maestre”. Págs. 54-56. Este fragmento recoge el razonamiento que el canciller de la Sacra Caballería y procurador del tesoro hizo en la consulta y consejo convocado ante la presencia de los primeros veinte galeones turcos frente a la ciudad de Rodas.

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01-1526-Cristóbal de Arccos-Fernando Fernández Lanza-La muy lamentable conquista de Rodas

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Ficha Técnica

  • Temática: Una relación pormenorizada de la conquista de Rodas por Solimán, en 1522, con amplio anecdotario de la acción y la recreación de abundantes discursos de los protagonistas al gusto de los relatos históricos antiguos, en los que se inspira.
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  • Zona geográfica: Mediterráneo,Eurasia
  • Cita Bibliográfica: Jacome Fontano y Cristóbal de Arcos: La muy lamentable conquista y cruenta batalla de Rodas, nuevamente sacada de la lengua latina en nuestro vulgar Castellano y puesta por mejor modo que en el latín estaba, por el bachiller Cristóbal de Arcos… [Sevilla, en casa de Juan Varela de Salamanca, 1526]. Edic. y presentación de Fernando Fernández Lanza
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