E. Sola: CUENTOS DEL PARAÍSO DE LAS ISLAS, 14-2-5c: Carla Canon visita al sabio Mirallá. Capítulo Va (6 a 7 y finales)

Autor del Documento: Emilio Sola

Descripción / Resumen:

14-02-05c turquesas Carla Canon

14-02-05c turquesas Carla Canon

6

 

Mientras se dirigía al Suli’s Café, atravesando el parque del Mediterráneo

por el trayecto más cercano al Rin, Carla no dejaba de darle vueltas en la cabeza

a lo que había visto aquella tarde, sobre todo el pabellón infantil del poblado

para los sirios del campamento de Dusseldorf. Tanto dolor desbordaba

toda medida para la piedad y el amor. Causaba malestar físico

desde la boca del estómago; dañaba y aturdía. También Europa

se estaba convirtiendo en una red de campamentos de refugiados,

como el Sur y el Este, estaba comenzando a sentir en carne propia los efectos

del despojo global al que había sometido, de alguna manera, al resto del mundo

que un día pretendiera civilizar, como decían sin un punto de ironía tantos y tantos

de sus intelectuales, políticos, economistas y científicos más brillantes, o al menos

a los que mayor atención prestaban corporaciones e instituciones poderosas

e influyentes, a los que mayor credibilidad concedían.

Carla estaba convencida de que aquellos medios, que el sabio Mirallá identificaba

con el uno por ciento de la gente que dominaba y se beneficiaba del 99

por ciento restante, habían desarrollado ya no solo una racionalidad lógica

aberrante, sino también, e igual de aberrante, una sensibilidad enferma

y una sensualidad monstruosa. Era una gente que le resultaba repulsiva;

ya estaba ella mayor para intentar investigar más esas sospechas,

nunca podría ya sentirse intermediaria entre esos dos mundos,

el del depredador y el de la víctima, sólo sentía – necesidades y amores –

ese deseo de matar, de matar al verdugo; y su mente se le añublaba.

 

En el Suli’s Café con Fausto Mirallá

 

Cuando Carla entró en el Suli’s Café, Fausto ya estaba allí.

Al fondo de la barra, se despedía de JR que salía para el aeropuerto a tomar

el avión que le devolvería a Levante; saludó a Carla sonriente.

“Te noto algo abatida, mujer”. “Nada importante: vengo algo impresionada

por los poblados del campamento. Eso es todo”. JR terminó de despedirse.

“Ya te contará Fausto lo animada que está la Vitrina de los tesoros.

Durante toda la tarde no han cesado de entrar ofertas de fondos nuevos”.

Se iba satisfecho.

 

Mamadou terminaba su turno de trabajo y, como despedida,

le preparó a la Carla su caipiriñado; se lo ofreció, orgulloso de su maestría

y sonriente. “Crédito de la casa, señora. Ya estoy libre”. “Gracias, querido.

He quedado ahora para cenar con Fausto. Más tarde, si tengo ánimos, te busco

por la explanada de la fiesta…” Se quedaron, frente a frente, Fausto y ella.

“Prueba un poquito de este aperitivo, Fausto, te gustará”.

Lo miró al trasluz, intentó captar su aroma y probó un poquito.

“Muy bueno, sí, estimulante. Pero prefiero reservarme para una copa de vino

en la cena. Apenas tomo licores ya…”

 

Frente a frente de nuevo, Fausto escudriñaba el rostro de la mujer.

“¿Te pasa algo, Carla?” “Nada en absoluto, viejo. Sólo es que vengo afectada

por la visita que hice al poblado sirio del campamento de refugiados municipal

de Dusseldorf, no lo puedo remediar… Me destroza el corazón tanto dolor,

tanto sufrimiento inútil… y tanta sinvergonzonería y ¡tanta mierda!”

Fausto le tomó una mano entre las suyas y le acarició la camarita diminuta

de su dedo índice. “Tenéis aquí, en Alemania, perfectamente acondicionado todo,

se notan los recursos y la capacidad gestora, nada que ver

con los campamentos orientales y sureños que conozco más de cerca…

Pero al mismo tiempo percibo cierta profesionalización, como una resignación

– si no una voluntad decidida y firme – de que estas instalaciones sean

lo más estables posible para la gente, sirvan para apalancarla, para retirarla

de la circulación, para anularla al fin, y me parece patético, si no monstruoso”.

Fausto notó que Carla estaba a punto de llorar. “En ello estamos,

¿por dónde te crees que anda esta broma de la Aisipiai? Tranquila, chica…”

Fausto le acarició la barbilla, y Carla se enterneció. Se le llenaron los ojos

de lágrimas. Tomó un trago largo del combinado acaipiriñado. Se serenó.

“Hay que meterle mano de una vez al valor de uso y al valor de cambio.

Y a los acoples temporales como categoría. Y a tantas cosas…”

Carla iba recuperando su apostura. Tomó otro trago largo.

“Esto parece la danza de nadie contra el Gobierno de Nadie, que decía el Sabater,

el viejo”. “Te noto un poco derrotista, mujer. Creo que deberíamos

encargar la cena ya, si es que queremos cenar sin agobios”.

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14-2-5c Carla Canon visita al sabio Mirallá-Vc

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Ficha Técnica y Cronológica

  • Personajes: Carla Canon, Fausto Mirallá,
  • Palabras clave: , , , ,
  • Autor de la fuente:
  • Título de la fuente:
  • Impresor:
  • Ediciones / Ediciones Críticas:
  • Archivo de procedencia: - / Volumen: - Sección: - - Legajo: Biblioteca de don Borondón o Biblioteca del Naranjal - Documentos:
  • Tipo de documento: Crónica / Estado: Fragmento
  • Época: Contemporánea / Siglo: XXI DC / Año: Tiempo literario, a partir del siglo I de la GG y muerte de JB.
  • Zona geográfica: Mediterráneo, Eurasia / Localización:
Profesor de Historia Moderna de la Universidad de Alcalá.

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