En la frontera

Actualmente está viendo una revisión titulada "En la frontera", guardada en el 16 septiembre, 2013 a las 14:50 por Cayetano Gea
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En la frontera
Contenido

En la frontera

 

I

  Un paisaje desértico. El viento aullando como un coyote. Algún escorpión, alguna serpiente. Un puñado de casuchas de madera medio podrida, con los postigos golpeando inútilmente las ventanas. Un pueblo desolado, abandonado, invadido por el silencio, los ovillos de maleza rodadora  y las arenas del desierto cercano.  Sin un alma. A lo lejos, se levantan tolvaneras de polvo y arena. Hace un calor agobiante. El sol rojizo comienza a ocultarse en el horizonte. Cae la tarde. Y en medio de tanta soledad, alguien avanza  silencioso pero con paso firme y decidido. Parece un espectro entre la calima,  un fantasma surgido del polvo. La mirada penetrante clavada en los ojos del intruso. Y esa voz que nos recuerda, no sé por qué, a Clint Eastwood con doblaje en español… -Yo que tú me iría por donde has venido, forastero. Por un momento creí estar reviviendo alguna película de esas del “spaguetti western” en un  cine de barrio de los años 70. Pero no. La historia era real y la estaba viviendo en primera persona. Y el pistolero, de carne y hueso, estaba allí, dando pasos lentos pero seguros, con el ala del sombrero oscureciendo parcialmente el rostro, dispuesto a continuar con su actitud retadora, sin apartar la mirada ni un instante de su objetivo. Los brazos aparentemente relajados, las piernas levemente arqueadas, pero con las manos abiertas preparadas para actuar en cualquier momento… Y en el aire, esa palabra  resonando, “forastero”, y el tono despreciativo, de advertencia  y de amenaza… -No sé a qué has venido. Por estas tierras nadie te espera ¡Todavía estás a tiempo de coger tu caballo y largarte con viento fresco! Aquí los forasteros no son bienvenidos. Y te contaré algo: nadie que traspasa la línea de la frontera vuelve para contarlo.      

II

  Conocí a Emilio hace muchos -pero que muchos-  años, en los primeros 70. Profesor mío de Historia Moderna y compañero de rimas, copas y sueños. Tiempos de Universidad y de la Vaquería (1), de los estertores del franquismo, de la llamada “transición” y de los primeros balbuceos de la “movida madrileña” (2). Emilio Sola, historiador y poeta. Un asturiano polifacético. Ciudadano del mundo. Autor de poemarios como “La Isla” (Accésit de Adonáis 1974), de “no novelas” y de ensayos varios. Yo entonces estudiaba historia, hacía algunas incursiones en el mundo de la poesía y me conformaba con ser un aprendiz  de ambas cosas. Pasaron los años y perdimos un poco el contacto. Él se fue de profesor a Argelia durante un tiempo. Luego regresó a España. Ahora imparte sus clases  en la Universidad de Alcalá de Henares. Yo acabé mis estudios y me puse a trabajar en un colegio privado donde menos barrer y fregar hice de todo (hasta que más adelante el destino me llevó a  opositar por secundaria). Me casé. Tuve nenes. Creo que dos. Me enfrasqué mucho en mi profesión… Pasó el tiempo, más del que quisiera. Los años aquellos de rimas y sueños iban quedando lejos; pero como por naturaleza  soy un nostálgico y siempre recuerdo a la gente con la que compartí buenos momentos,  un buen día indagué en la red, le localicé y le mandé un correo. Desde entonces hemos contactado algunas veces, por email, mediante la página de Carlos Miragaya (3), a través de El Archivo de la Frontera, algunos comentarios… Hace poco me dijo: ¿Por qué no me mandas algo, lo que tú veas interesante, para incluir en el Archivo de la Frontera? Y me asaltaron las dudas. El Archivo de la Frontera, con ese aire tan universitario, tal vez no era el lugar más adecuado para las reflexiones, más a tono con el Bachillerato y la Secundaria, de un profe empeñado en hacer grata la historia para los no iniciados. En mi labor docente, motivar a los alumnos  se había convertido siempre en objetivo principal, por lo que mi trabajo pasaba obligatoriamente por hacer atractiva y amena la materia, en plan divulgativo, anecdótico… ¿Encajaría ese “estilo” con el “tono” más universitario y riguroso de El Archivo (4)?  

Para hacer un símil cinematográfico: me sentí como un forastero en un pueblo fantasma del oeste, cerca de la frontera, con un bolígrafo como única arma, enfrentado a no sé qué retos.

______________  Notas aclaratorias: - Faltaba un cactus, un “saloon”, una botella de whisky y un ahorcado, pero no sabía dónde meter tanta cosa. - El pistolero, aunque vaquero, no era Emilio Sola. Él es más “de katana” (5). Además… ¿qué iba a pintar un asturiano en aquella lejana  FRONTERA teniendo otras tan cerca? - Lo del boli como “arma” tiene una explicación: el portátil no podía usarlo porque aquel desierto no era zona wifi.  

(1)     http://sola.archivodelafrontera.com/pdf/vakeria_1976.pdf

(2)     http://www.archivodelafrontera.com/wp-content/uploads/2012/06/DEL-MOVIMIENTO-A-LA-MOVIDA.pdf

(3)     http://vinculos.carlosmiragaya.name/index.php?id=1099&vaqueria=&pasador=15

(4)     http://www.archivodelafrontera.com/

(5)     http://sola.archivodelafrontera.com/pdf/biblioteca/cuentos-acampada-puerta-del-sol.pdf

                            

III

  Constantino Romero ha muerto. ¿Quién doblará ahora a Clint Eastwood?      

 IV

 

Tumbleweed

  De aquí para allá Los sin patria Los desheredados del mundo Los que por bandera sólo enarbolan la pobreza Vagan dando vueltas Sin rumbo Sin techo Junto a  la frontera A merced del viento Siempre cambiante y caprichoso Como ovillos de maleza rodadora      

V

  Palabras que se cruzan: Encrucijada de caminos y de destinos.  

1

2

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4

5

1

X

X

 X

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3

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X

 

VERTICALES

1.- Lugar emblemático y de encuentro en los años 70, haya vacas o no. 2.- Importante ciudad argelina con universidad. 3.- Desierto americano, muy de cine. 4.- Línea o raya, también sitio con famoso archivo. 5.- Ciudad española afamada por su antigua universidad.

HORIZONTALES

1.- Tomar el avión. 2.- País del Magreb. Divinidad egipcia. 3.- País árabe. 4.- Agrupamiento para un fin. 5.- Inicial de punto cardinal. Golpea el trasero de otro. 6.-  Capital de país norteafricano. Oeste (por ejemplo, el americano). Artículo masculino. 7.- La vocal más flaca. Renueva la vida política depurando, eliminando lo malo. 8.- Salió por la tele y dijo aquello de “Franco ha muerto.” Vocal repetida.    

VI

  Suena una canción en el viejo tocadiscos… “On my wall the colours of the maps are running/ from Africa the winds they talk of changes coming/ the torches flare up in the night/ the hand that sets the farms alight/ has spread the word to those who're waiting on the border.” Un tema de Al Stewart (1). Hay fronteras musicales. Otras, trazadas con escuadra y cartabón. Hay algunas que incluso no se ven. Y sin embargo están por todas partes. Dividiendo, limitando, segregando… “La palabra frontera es un escarnio/ una herida en el pecho de los hombres (2)” A veces nos separa una línea imaginaria que alguien trazó. Alambradas invisibles que nos incomunican y que se erigen en cualquier calle, en cualquier esquina.  He visto fronteras infranqueables entre los moradores de una misma casa, de una misma habitación, de un mismo lecho… Algunos muros construidos día a día, ladrillo a ladrillo… Como decía el viejo tema de los Floyd. Barreras que levantamos para distanciarnos. Monumentos  a la incomunicación. Las nuevas fronteras. Y las palabras de la canción quedan resonando en el aire como una promesa: “All alone, or in twos /the ones who really love you/ walk up and down outside the wall/ some hand in hand (3).” ­­__________   (1) Muy metafórica la letra de Stewart, más o menos viene a decir: “En mi pared, los colores del mapa se mueven / Los vientos de África hablan de cambios venideros,/  resplandores de antorchas en la noche. / La mano que ilumina las granjas /  ha llevado su mensaje a aquellos que están esperando en la frontera.”
“On the border”
Podría ser interesante escuchar la canción de forma simultánea: http://www.youtube.com/watch?v=z2L_OyS21lM (2) Emilio Sola, La soledad y otros poemas. Madrid 1976 (3) “Completamente solos, o de dos en dos. / Los que realmente te aman /  caminan arriba y abajo, fuera del muro. / Algunos de la mano.”
Pink Floyd (The Wall)
http://www.youtube.com/watch?v=AV-HlBCmnDY         SOLUCIÓN AL CRUCE DE PALABRAS  
1 2 3 4 5
1 V O L A R  - -  - F -
2 A R G E L I A  - R A
3 Q A T A R - R  - O L
4 U N I O N - I  - N C
5 E  -  -  -  - A Z O T A
6 R A B A T - O - E L
7 I - R E G E N E R A
8 A R I A S - A - A -
     

VII

  Frontera Border Frontière Fronteira Grænse Frontiera Σύνορα Grence Vora 境界 Границы الحدود… Paradójicamente: una palabra que no conoce fronteras. ¿Será eso la globalización?

   

VIII

  Leopoldo María Panero, el poeta que pagó con la cordura su pasaje para cruzar la frontera que separa la realidad de los sueños, proclama  a los cuatro vientos, bajo la llanura infinita del desierto, la muerte de Sitting Bull, deseando fervientemente ser un piel roja, señalando que el hombre blanco, con su "caballo de hierro" se ha adueñado de las praderas. El gran Toro Sentado murió. Todo está perdido. Ya no hay tambores que anuncien el regreso del jefe indio.    

IX

 

Las mesas de la Vaquería eran redondas, con un cristal encima.

La idea de Emilio era que los aficionados al noble arte de la poesía escribiéramos en una cartulina redonda enorme, del tamaño de la mesa, un poema de nuestra cosecha, con el fin de fomentar la lectura entre los que se sentaran allí a tomarse una copa. Más tarde, con esas poesías se intentaría hacer un libro con ese formato redondo. Por aquel entonces yo era un veinteañero reciente que tenía muchos pájaros en la cabeza y algunos sueños. Y escribía cosas como ésta: “Y al final de la vereda cuando ya no oíamos el canto de los cíclopes cuando nos habíamos quitado la cera de los oídos para sentir la victoria rusa sobre Napoleón que Tchaikovsky adornó de primavera cuando la noche se desgajaba en retazos para ofrecernos su savia en una copa de diamante cuando el viento moría nos dimos cuenta de que éramos dos incongruentes LÍNEAS PARALELAS siempre juntas siempre mirándose siempre sin encontrarse en el camino.”    No sé si fue éste el poema que coloqué bajo la mesa. Pero sí recuerdo que se mantuvo incólume bajo el cristal una buena temporada. Yo, muchas tardes que me acercaba por la Vaquería, me sentaba allí satisfecho de lo que había escrito. Luego, alguien tuvo la brillante idea de levantar la tapa transparente y protectora  y, al estilo de las glosas emilianenses, pero en estilo zafio y hortera,  hacer comentarios de mal gusto, incluso insultantes, a la obra y al autor, con lo que el poema inicial se desvirtuaba, se desdibujaba y perdía su sentido original. Y es que en este país nuestro, no sé si por envidia, mala leche o afán destructivo,  hay siempre aficionados al borrón, a la tachadura, a la descalificación y a jorobar al prójimo. Llegué a pensar que entre el "comentarista" y yo había un problema de comunicación y que hablábamos lenguajes diferentes. Dos lenguas, dos mundos opuestos. Como si  una barrera infranqueable se interpusiera entre ambos, como si el cristal fuera una pared que hubiera que saltar y el poema una torre de Babel a derribar. Estaba claro que para él la frontera entre su mundo y el mío empezaba en mis versos.

 

X

Dos forasteros   Enterrados hasta las rodillas, en un paraje solitario, sin más padrinos y sin más testigos que las nubes grises que amenazan tormenta, los dos hombres, frente a frente, se disponen a emprenderla a golpes. En una mano, la garrota; en la otra, un ovillo de ropa para protegerse de las acometidas del adversario. Aquí, en este lado de la frontera, los duelos son sin pistola, a garrotazo limpio. Es una vieja costumbre. El asunto: cualquiera sirve como pretexto. Una deuda, un insulto, un malentendido, pensar de forma diferente… Dicen que, aunque llevaban tiempo por aquí, los dos eran forasteros del lugar, que compraron sus tierras contiguas y que uno construyó el muro de piedra dentro de la propiedad del otro.  Un asunto de lindes.  Otros dicen que uno se metió en la propiedad del otro, sin permiso alguno, simplemente para fisgonear. Y que después vinieron las voces y luego los insultos. Eso dicen. Uno de ellos, el que es algo más alto y esbelto, ofrece por su vestimenta y por su cutis menos castigado por el sol, el aspecto de un hombre de ciudad; el otro, algo más bajo y fornido, presenta las características peculiares de un hombre de campo, ropa basta y gruesa, rostro curtido por el sol. El primer golpe que recibe el más alto le parte la ceja. Sangra abundantemente. Sin embargo, el desconcierto inicial por el dolor y la sangre caliente que empaña la visión de su ojo izquierdo, no le impide devolver el golpe al contrincante que, confiado y desprevenido tras su acción, ha bajado la guardia un instante ofreciendo una estupenda oportunidad de ataque a su rival. Calientes por la refriega y endurecidos por el dolor,  se van dando golpes alternativamente, alguna vez con éxito, aunque buena parte de los golpes son amortiguados por el brazo izquierdo protegido. Al final, el cansancio y la sangre perdida van haciendo mella en los contrincantes. Sucios, sudorosos, manchados de sangre propia y ajena, alcanzan a pensar por un instante que quizás podrían haber evitado esta atrocidad si lo hubieran meditado antes con serenidad, llegando a algún tipo de acuerdo, hablando, sin acudir al insulto y a la amenaza. Ahora ya es tarde para echarse atrás. Y sólo tienen un objetivo que les obsesiona: acabar con el adversario antes de que éste haga lo propio. Los golpes van reduciendo su ritmo y su dureza. Están exhaustos. Finalmente, un certero golpe de uno de ellos en el cuello del otro, no demasiado fuerte pero en su justo sitio, hace que todo termine. El cuerpo exánime del vencido se dobla hacia atrás cayendo de espaldas boca arriba con los brazos abiertos. El otro, a duras penas logra desenterrarse y salir del hoyo. Todavía le queda energía para dar una patada al que yace en el suelo, escupirle y tirarle encima la garrota, en un acto de desprecio, como diciendo: para ti. Ya no la necesitaré más.    

XI

 

Una de vaqueros

En esta historia de personajes de la frontera, los hay de todo tipo y condición. Diversidad es la palabra que sirve para definir a la variopinta fauna –ibérica o no- que pululaba por aquel  bar de copas y música de la calle Libertad, más conocido como la Vaquería. Como en cualquier novela o película nos encontramos con personajes principales y secundarios, protagonistas y antagonistas, buenos y malos, guapos y feos, luchadores y canallas, actores de primera, de segunda y de tercera, amiguetes que hacen bulto, extras, palmeros y comparsas. También algún chileno desubicado que ignora las fechorías de Pinochet, algún revolucionario  en tránsito, pequeños traficantes del menudeo, más de un macarrilla despistado, alguno con ganas de bronca, estudiantes, soñadores y poetas, fotógrafos y pintores, incluso bebedores solitarios en busca de conversación y compañía. Pero siempre recuerdas a alguno que te llama poderosamente la atención,  que sobresale entre los demás para bien o para mal. Me viene a la memoria ahora uno, asiduo del lugar y vecino cercano, una especie de santón o gurú, una mezcla de Rasputín, del ex cantante Tino Casal y del Maharishi Mahesh Yogui, enigmático y excéntrico, siempre en posesión de la verdad e intentando “epatar” al personal con expresiones ocurrentes, con la colaboración entusiasta de su pareja, siempre adosada a él como esas rémoras obstinadas que se arriman a los cetáceos en alta mar. -  ¿Por qué os gusta tanto Pink Floyd? - me espetó un día, con cierto aire de suficiencia-  Una porquería. Nada original. Es una mezcla de música dodecafónica, música espacial  y  música experimental. Realmente no recuerdo lo que le contesté. Le podría haber dicho que el maestro Gaudí también bebía de diversas fuentes artísticas, como el arte oriental, el mudéjar o el gótico, para llegar a una síntesis atractiva y personal; pero para qué perder el tiempo con un individuo que cree estar en posesión de la verdad más absoluta. Soporto poco y mal a esos que se creen mejores que tú y que se dedican a criticar los gustos de los demás mientras recitan sus frases sentenciosas como si se tratara de un mantra. Creo que este personaje, según relatan las crónicas, acabó mal en sus relaciones con otros vaqueros de esta película. Parece que estaba predestinado a que entre él y el resto de los mortales se levantara un muro enorme de incomunicación. Incluso en su propia casa compartida…

 

XII

Ilegales

En contra de lo habitual, la noticia podría ser ésta….   Cinco detenidos en la frontera suiza por intentar introducir un alijo de dinero. Dos de los arrestados llevaban ocho kilos de billetes y talones bancarios camuflados en un doble fondo del equipaje. El  dinero era procedente del fraude fiscal en España con destino a bancos suizos. Los presuntos delincuentes, vinculados al mundo empresarial y a  la banca, han sido detenidos y puestos a disposición de la autoridad judicial. Al parecer, los detenidos ya tenían antecedentes en España por especulación inmobiliaria y bursátil, deslocalización de empresas, emisiones de participaciones preferentes, desahucios y despidos colectivos.

 

XIII

  Una habitación casi vacía. Una luz indirecta, mortecina y macilenta. En la pared, un mapa de una isla conocida. Tal vez un paraíso perdido en medio del Mediterráneo. Una estantería baja llena de libros. Hay novelas, algunos libros de poesía y diversos ensayos y estudios de historia. Junto a clásicos como Cervantes hay alguna obra de Orhan Pamuk, algo de Juan Goytisolo, algún volumen de poemas de  Leopold Shengor“Cher frère blanc Quand je suis né, j’étais noir Quand j’ai grandi, j‘étais noir Quand je vais au soleil, je suis noir.” Huele a madera y a esa combinación de olvido, polvo y papeles encerrados entre tapas duras que tienen las colecciones viejas. En la estantería medio en penumbra abundan los ejemplares antiguos, desgastados, de páginas amarillas, víctimas del tiempo, sempiternos volúmenes de múltiples relecturas. Y también algunos libros nuevos, pocos, de cubiertas satinadas, casi vírgenes. Son los advenedizos, los intrusos entre tanto papel veterano. Los aprendices de libro. Cada volumen tiene su propia historia que empieza con la primera lectura. Luego le seguirán otras en busca de matices. Y cada vez será la lectura una aventura diferente. El inicio de un ritual, no exento de misterio, donde el lector oficia de sacerdote de una secta remota y va descubriendo letra a letra, palabra a palabra, los paisajes y los rincones ocultos a la vista de los simples mortales. Todo un mundo inexistente para los no iniciados, para quien contempla el libro desde fuera y no se atreve a acercarse y  sumergirse entre sus páginas. Cuando el lector coge uno de los volúmenes, sopla el polvo adherido a sus tapas y por un instante su cerebro registra una ensoñación, un espejismo: el movimiento vertiginoso de un remolino de arena y polvo típico de los desiertos….   … El viento aullando como un coyote. Algún escorpión, alguna serpiente. Un puñado de casuchas de madera medio podrida, con los postigos golpeando inútilmente las ventanas. Un pueblo desolado, abandonado, invadido por el silencio, los ovillos de maleza rodadora  y las arenas del desierto cercano.      XIV   Caronte -el de la barca-  ha montado un negocio muy próspero. Empezó con un pequeño esquife. Ahora tiene una flota de pateras y cayucos. Su socio al otro lado de la laguna es un tal Señor Cerbero, un lince al que no se le escapa una, con gran visión para el negocio. El único defecto que tiene es que es un poco perro y no le gusta madrugar. El caso es que es rara la semana que no tienen un viaje organizado a través del estrecho. Su público es el de siempre: gente crédula, necesitada y famélica al borde de la desesperación, gente que nada tiene que perder, salvo la vida y, bueno, las  monedas para el barquero. El esfuerzo les merece la pena: al otro lado de la Estigia esperan encontrar los Campos Elíseos, el edén soñado, repleto de fuentes cristalinas, mujeres sensuales y frutas apetitosas; aunque lo que suelen encontrar es el infierno: un suplicio de vida, la explotación laboral, el desprecio y el sufrimiento. Pero siempre hay gente que coge la barca. Funciona muy bien el boca a boca con informaciones que hablan del paraíso y sus placeres. Siempre hay ingenuos que pican. Algunos los llaman creyentes.     XV   Madrugada negra   No te fuiste por eso. La idea de irte de España era anterior a lo que ocurrió aquella noche del 8 de junio. Lo cierto es que en los últimos meses las cosas se habían enrarecido. La casona compartida de la calle Libertad se volvía a veces algo antipática por culpa de de la mala química y algún desencuentro con algunos de sus moradores. Luego estaba el asunto del juicio por asunto laboral, también el sentirte agobiado por las presiones “erótico-afectivas” de aquella mujer… Pero no,  no te fuiste por eso. Tú ya tenías pensado marcharte hacia el sur, cruzar la frontera española e irte un tiempo a una Universidad de Argelia a impartir clases allí. Era un viejo proyecto, mitad racional, mitad sentimental, que habías estado madurando. Estabas buscando tu sitio en el mundo y te atraían las nuevas experiencias de construcción nacional de gente como Fanon o Nyerere… Pero en todo caso –aunque no inmediata- fue una despedida brutal. Un broche tremendo a tu estancia en los madriles. No te merecías esto. Bueno, nadie se lo merecía. La Vaquería no se lo merecía. Tampoco los que la frecuentábamos… Sin embargo, antes de que ocurriera  tú ya  lo presentías de alguna manera. En el ambiente olía raro. Se estaba cocinando algo. Era un presentimiento, tal vez una premonición. Pura intuición quizá. Los estertores del viejo dictador habían traído en los últimos meses mucha agitación entre los grupos más extremistas… Por eso tal vez no fue una sorpresa lo que ocurrió el 8 de junio. Demasiadas visitas de gente rara, de la policía, etc. que no presagiaban nada bueno. El local se estaba volviendo incómodo y molesto  para algunos: tanto joven contestatario y contracultural no era bien visto. Y los más fascistas estaban nerviosos por la nueva situación. La España en la que ellos creían se les estaba cayendo a pedazos. Por eso no te cogió de sopetón lo de la bomba. ¿Verdad, Emilio? Afortunadamente aquella noche no se había quedado nadie a dormir en el local y no hubo que lamentar, como se dice en el lenguaje periodístico, daños personales. Pero el local quedó destrozado. Libertad 8, 8 de junio del 76. El dictador hacía poco más de seis meses que había muerto y ese fue su regalo de despedida: una generosa ración de goma 2 que sus alevines colocaron aquella noche negra. La extrema derecha, los Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A… eran muy activos en esos años. Primero le tocó a la Vaquería, al año siguiente al Papus y a los abogados laboralistas asesinados en Atocha… Al principio era una obsesión. Hasta en sueños aparecían esos energúmenos, violentos y canallas, fantasmas sin rostro en plena pesadilla… Luego, el tiempo se encargó de sepultar aquello, si no en el olvido sí en la distancia.   XVI     El cielo de tonos cárdenos al atardecer va dejando paso poco a poco a la oscuridad de la noche. En el aire plomizo sólo se dejan oír los zumbidos de los insectos. Los últimos hombres hace ya tiempo que se marcharon  al galope con sus caballos. Se fueron lejos de aquí, en busca de otras tierras. Hacia el norte. Al final no hubo duelo. Las pistolas no llegaron a desenfundarse. Nadie pelea contra un espectro. La figura desafiante del pistolero se esfumó en el aire y se convirtió en polvo del desierto. Desapareció como vino: envuelto en un remolino de arena y polvo. Posiblemente fue una ensoñación, un espejismo. Tal vez fruto del calor, del cansancio del viaje o de la imaginación. Quizá algún recuerdo, alguna obsesión antigua. Ahora todo se oscurece y el silencio se va apoderando del lugar. Algún lagarto cruza presuroso entre las dunas. Las siluetas fantasmales del viejo poblado abandonado se recortan en el horizonte como un decorado preparado para una función nocturna. Todo se va llenando de sombras. A lo lejos, como viejos barcos a la deriva, como encrespados islotes o farallones en medio de un mar de arena, emergen imponentes algunas formaciones rocosas desgastadas, ruinosas y yermas. La noche se hace dueña del desierto. Soledad. Ni un alma en la frontera.
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