Exposición: Quinientos años escribiendo cartas
Descripción / Resumen
Muestra inaugurada el lunes 26 de marzo que permanecerá expuesta hasta el próximo 17 de junio con un programa de actividades compuesto por un Ciclo de Conferencias, que reunirá a varios especialistas en la materia que reflexionarán sobre el devenir de la carta a lo largo de la Historia, y un Ciclo de Cine con proyecciones de películas cuya trama está relacionada con la escritura epistolar.
Apetece un paseo por esta exposición cuyos paneles permiten conocer de primera mano algunos de los testimonios escritos que Quinientos años escribiendo cartas nos han dejado.
Presentación de la Exposición, por Antonio Castillo Gómez
Aunque las cartas no siempre son portadoras de buenas noticias, la esperanza de que así ocurra es un tópico que se repite en la cabeza de muchas de ellas a lo largo de los siglos. Después de todo, como dijeron los clásicos, cada carta no es más que un diálogo o conversación entre ausentes, allí donde las circunstancias requieren de un puente de papel: una guerra, la marcha a otro país en busca de mejor fortuna, un viaje de estudios o de placer, una misión diplomática, el retiro en un convento o el encarcelamiento en una prisión.
Por eso la historia de la carta es casi tan antigua como la de la misma escritura. No faltan vestigios de esto en las culturas del Próximo Oriente. Sin embargo, fue en la Grecia helenística cuando la práctica epistolar empezó a formalizarse, como también son de aquella época y del período romano los primeros testimonios de cartas intercambiadas entre padres, tutores y estudiantes.
Aquellos mimbres se fueron asentando y tomando cuerpo. Los romanos contribuyeron a ello de manera decisiva por medio de autores como Horacio, Séneca y, sobre todo, Cicerón. A su vez, fueron también quienes hicieron uso de la carta en una cotidianidad tan genuina como las que atestiguan las seiscientas tabillas de madera escritas en tinta halladas en el campamento de Vindolanda (Britania).
Siglos más tarde, gracias a los nuevos aires que recorrieron Europa a partir del siglo XI y la mayor alfabetización de la tardía Edad Media, comenzaron a ser más habituales e intensos tanto los intercambios epistolares de carácter diplomático como los que se produjeron entre gentes de distinta condición, sobre todo entre los miembros de las aristocracias urbanas y los mercaderes más ambiciosos.
En esa época se sentaron las bases de lo que podríamos considerar una efectiva “civilización epistolar”, la que se construyó entre los siglos XVI y XVIII, donde arranca precisamente esta muestra. Contribuyó a ello el aumento de la alfabetización, la implantación social de la escritura, la organización del correo, la extensa producción de manuales y tratados epistolares, y. por supuesto, los desplazamientos de población acarreados por las guerras o el sueño americano.
Para hacer que la escritura de cartas fuera más democrática faltaba tan sólo que el alfabetismo creciera más al abrigo de la escuela pública, las bibliotecas populares y la difusión masiva del libro. Este nuevo contexto empezó a gestarse en la segunda mitad del siglo XIX, al tiempo que el Correo se convirtió en un servicio público, las infraestructuras de comunicación ganaron en rapidez y la industria papelera se desarrolló, más lo que supuso la aparición del sobre, el sello (Inglaterra, 1839) y de la tarjeta postal (1871).
Las grandes migraciones –especialmente transatlánticas-, el servicio militar obligatorio y los conflictos bélicos- en particular las guerras mundiales y la Guerra Civil en el caso de España, más sus secuelas represivas –fueron los acontecimientos desencadenantes del boom epistolar que arranca en el tercio final del XIX y se refuerza a lo largo del Novecientos, hasta su reciente transfiguración en el correo electrónico.
Es indiscutible que cada vez escribimos menos cartas a mano, pero también lo es que cada segundo recorre el mundo la escandalosa cifra de 3,4 millones de e-mails. Puede decirse que éstos no son exactamente iguales a las cartas de antaño. Han perdido la consistencia material de éstas, pero a la vez respetan algunas de las convenciones observadas en otras épocas. Al fin y a la postre, los correos electrónicos no dejan de ser una forma más de “mensajería que se envía al ausente por escrito en cualquier materia que sea”, que justamente es la definición de carta que podemos leer en el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, de 1611. Ya lo dijo Lampesuda: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.
Info Evento
- Lugar: Museo de la Biblioteca Nacional, Madrid
- Fecha: Del 26 de marzo al 17 de junio de 2012
- Organiza: Biblioteca Nacional de España
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