I.12.03 – EL VIAJE DE PIETRO DELLA VALLE A ORIENTE EN EL S XVII – De los bellos sepulcros de los Mamelucos y otras rarezas

I.12.03 – EL VIAJE DE PIETRO DELLA VALLE A ORIENTE EN EL S XVII – De los bellos sepulcros de los Mamelucos y otras rarezas
I.12.03-Sepulcros de los Mamelucos. El Cairo. Grabado de A. Raguenet. París 1920

I.12.03-Sepulcros de los Mamelucos. El Cairo. Grabado de A. Raguenet. París 1920

Tras describir el adiestramiento de las palomas mensajeras, el Señor della Valle pasa a comentar el regreso de la caravana de La Meca a El Cairo, y la cantidad y variedad de animales que transporta. Finaliza esta carta 12, desde El Cairo, con una visita al cementerio de los Mamelucos y otras curiosidades.

I.12.03 – “… Y eso no es todo, porque también he visto la caravana que regresaba de la Meca, y que hizo su entrada en El Cairo el veintiocho de febrero, en el mismo orden e idéntico ceremonial con que salió. [La caravana] suele llegar cargada de infinidad de mercancías y de cosas curiosas, aunque este año trajo muy pocas. Sólo he apreciado una enorme cantidad de simios de lo más variopintos, a los que les obligan a hacer tal cantidad de monadas que es un placer verlos actuar. El otro día me moría de la risa al ver desfilar a uno de estos simios, rodeado de más de una docena de animales. En primer lugar, iba un asno que interpretaba bien su personaje, sobre el que iba montado un simio; llevaba otro en la grupa, y uno más pequeño sentado sobre la cabeza del burro, entre las dos orejas; además, el simio sentado sobre la albarda, llevaba también otro monito a hombros. Aún había uno más cabalgando sobre un perro amaestrado que lo cargaba sin gruñir y, por último, el mono más grande y fuerte de todos ellos, el que en Italia llamamos Bertrand, que tiraba del ronzal del asno. Era un espectáculo de lo más divertido, aunque contaros sus monerías y su destreza llevaría mucho tiempo.

Para no ocultaros nada de lo que he visto, os diré que el otro día me llevaron a la Fuente del Amor, a la que yo mismo puse ese nombre, aunque mejor sería llamarla la Fuente del odio y de la aversión. Se trataba de un pilar en forma de columna, de piedra negra de Egipto muy dura, sobre la que se habían grabado algunos jeroglíficos, y otros caracteres muy antiguos y desconocidos. He podido distinguir a Anubis porque, entre otras cosas, se apreciaba la figura de un hombre con cabeza de perro que sin duda era ese dios. También había allí otro ídolo, semejante al que he conservado yo grabado en un sello en mi joyero, y que encontré en Alejandría, aunque no me acuerdo ahora a quién representaba. Este pilar se halla en un nicho de mármol, situado en una calle amplia, en donde sirve de fuente por medio de un caño artificial, porque, en efecto, en ese lugar no existe ni manantial, ni arroyuelo y, tanto los turcos, como los árabes creen que ésta es una fuente encantada, abandonada por los sabios en la antigüedad, y de los que heredaron muy poco de sus luces, asegurando que el agua de esta fuente tiene la virtud de apagar, a quienes la beben, el fuego que el amor alumbró en sus almas. Andan tan convencidos de esto, que con frecuencia se organiza un concurso de gente para probarlo, y aun la muestran a los extranjeros como algo maravilloso y extraordinario…”

El texto completo de esta entrega en el siguiente enlace:

I.12.03 – EL VIAJE DE PIETRO DELLA VALLE A ORIENTE EN EL S XVII – De los bellos sepulcros de los Mamelucos y otras rarezas

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