HOMERO: ILÍADA. Mujeres como trofeo y notas de lectura para Nadadores

Descripción / Resumen:

HOMERO: ILIADA

Traducción de Luis Segala y Estalella.

Madrid, 1960, Aguilar.

Los dibujos de John Flaxman, de la edición de Londres de 1805.

 

Ilíada-John Flaxman-1805b

Ilíada-John Flaxman-1805b

La Ilíada puede leerse como un pavoroso epitafio colectivo o como el espectáculo de la providencia divina cruel y caprichosa, maléfica o benéfica, casi azarosa… La guerra no es más que un juego de los dioses, con sus manías y debilidades, siempre a la espera de sacrificios propiciatorios. A esa luz es posible terminar de comprender a Lucrecio y los estoicos cuando, muchos años después, al desvincular al hombre de los dioses, al negar esa providencia divinal, de alguna manera liberan a ese hombre de una pesada cadena fatal y sin duda enervante. Firman, como hombres, una de sus primeras actas de liberación.

Era una vida cotidiana difícil y cruel, sin duda, y de ahí esa providencia cruel, que en el caso de la mujer se hace aún más excesiva. En el mundo de los dioses, las relaciones entre Zeus y Hera son de una marcha macarra que asusta; en la rapsodia XV, por ejemplo, Zeus evoca los castigos a su esposa por llevarle la contraria tantas veces, ahora en Troya, pero también antes con Hércules, con engaños ingeniosos o seducciones varias…

Zeus.- Tu engaño, Hera maléfica e incorregible, ha hecho que Héctor

dejara de combatir y que sus tropas se dieran a la fuga.

No sé si castigarte con azotes, para que seas la primera en gozar

de tu funesta astucia. ¿Por ventura no te acuerdas

de cuando estuviste colgada en lo alto y puse a tus pies sendos yunques

y en tus manos áureas e inquebrantables esposas? Te hallabas suspendida

en medio del éter y de las nubes; los dioses del vasto Olimpo

te rodeaban indignados, pero no podían desatarte – si entonces llego a coger alguno,

le arrojo de estos umbrales y llega a la tierra casi sin vida –, y yo no lograba

echar del corazón el pesar que sentía por el divino Heracles, a quien tú,

promoviendo una tempestad con el auxilio del viento Boreas, arrojaste

con perversa intención al mar estéril y llevaste luego a la populosa Cos…

 

En esta ocasión, Hera se había arreglado y perfumado para seducir a Zeus, lo que consiguió, para que se olvidase por un tiempo de ayudar a Héctor y a los troyanos, que tenían arrinconados a los aqueos; y esta había sido la reacción de Zeus cuando se dio cuenta del engaño. Como él la llama, “la de ojos de novilla”, debía de tener altas dotes de seducción; y sobre todo, me confirman en una antigua intuición infantil: los ojos de las novillas son de lo más hermoso y dulce de la creación. Como los de la gacela, comprobé más tarde, aunque los de la novilla transmiten mansa paz…

La mujer, por otro lado, en la Ilíada, es uno de los botines de guerra más preciados; es el caso de Briseida, la esclava de guerra de Aquiles, recompensa a su acción bélica y causa de su ruptura con Agamenón cuando éste se la quita contra su voluntad. Una gran parte del poema épico gira en torno a este enfado de Aquiles – Aquileo en la versión de Segala y Estalella – que dura hasta la muerte de Patroclo, ya en la rapsodia XVI. Aquiles, Briseida y Patroclo forman esa peculiar trinidad amorosa que dirige las acciones del héroe trágico y terrible que es aquí Aquileo. En los juegos funerales que se hacen en honor de Patroclo, también aparece la mujer como premio – o recompensa – máximo, como en esta lista de la rapsodia XXIII, para los vencedores de la carrera de carros; en la que “el vaso de dos asas” – la copa de los vencedores del fútbol hoy, por ejemplo, todavía, como esa famosa orejona europea que es visitada por los futboleros como un icono religioso – o la caldera – tal la ensaladera de la copa Davis de los tenistas – son premios o símbolos perdurables de victoria… Es Aquileo quien dota esas recompensas a los vencedores de los juegos, en la tregua de la guerra en honor a su amigo Patroclo:

Empezó exponiendo los premios destinados a los veloces aurigas:

el que primero llegara se llevaría una mujer diestra en primorosas labores

y un trípode con asas, de veintidós medidas;

para el segundo ofreció una yegua de seis años, indómita, que llevaba

en su vientre un feto de mulo; para el tercero,

una hermosa caldera no puesta al fuego y luciente aún, cuya capacidad

era de cuatro medidas; para el cuarto, dos talentos de oro,

y para el quinto, un vaso con dos asas no puesto al fuego todavía…

 

Esa mujer como premio o recompensa cobra un especial simbolismo en el poema, además, cuando se la pone en valor, como en los premios para el tercer juego, “la penosa lucha”:

 

Para el vencedor un gran trípode, apto para ponerlo al fuego,

que los aqueos apreciaban en doce bueyes; para el vencido,

una mujer diestra en muchas labores y valorada en cuatro bueyes…

 

La mujer como recompensa para los combatientes en la guerra o en los juegos, y como origen de ruptura, no en vano la discordia es una fuerza divina, la odiosa diosa Discordia. Aquileo, en la rapsodia XVI, se lamentaba así: “La joven que los aqueos me adjudicaron como recompensa y que había conquistado con mi lanza, al tomar una bien murada ciudad, el rey Agamenón Atrida me la quitó como si yo fuera un miserable advenedizo”. Una constante, en una guerra iniciada también – el trío Menelao, Elena y Paris – por una mujer.

Ficha Técnica

  • Temática: La Ilíada, epitafio pavoroso, desmesura cruel, genealogía de una barbarie patriarcal, peculiar germen cultural de Europa y de Occidente, al fin telón de fondo de un mundo global bastante aberrante y manipulado por dioses sin piedad. En ello estamos, y así nos va…
  • Palabras clave: , , , , ,
  • Zona geográfica: Mediterráneo,Eurasia
  • Cita Bibliográfica: HOMERO: ILIADA. Traducción de Luis Segala y Estalella. Madrid, 1960, Aguilar. Los dibujos de John Flaxman, de la edición de Londres de 1805.
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Profesor de Historia Moderna de la Universidad de Alcalá.

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