RAYMOND CHANDLER, EL LARGO ADIÓS: NADADORES EN UN PAISAJE
Descripción / Resumen:
NADADORES EN UN PAISAJE
Sólo dos episodios con nadador, y en los dos casos como meros animadores de un paisaje urbano, de alguna manera; y una referencia.
La novela de Chandler tiene un personaje central clave, que es el escritor de novelas de éxito Roger Wade, con graves problemas con el alcohol. Es en la cita de su editor, Howard Spencer, con el detective Phillip Marlowe, en un reservado del restaurante del hotel Ritz-Beverly en donde se alojaba el editor, desde donde se veía la piscina del hotel, en donde aparece una nadadora observada por el detective mientras espera que llegue el editor. Es el primer párrafo del capítulo 13:
“A las once estaba sentado en el tercer reservado de la derecha,
según se entra desde el comedor. Tenía la espalda pegada a la pared
y veía a todos los que entraban y salían. Era una mañana despejada, sin niebla,
ni siquiera en las capas altas de la atmósfera, y el sol se reflejaba
en la superficie de la piscina, que empezaba inmediatamente del otro lado
de la pared de cristal del bar y se extendía hasta el final del comedor.
Una joven con un traje de baño blanco y una figura seductora
trepaba por la escalera de mano hacia el trampolín superior.
Yo contemplaba la tira de piel blanca que aparecía entre el bronceado de los muslos
y el traje de baño, y lo hacía carnalmente. Luego desapareció,
oculta por el pronunciado alero del tejado. Un momento después
la vi lanzarse al agua y dar vuelta y media de campana.
Las salpicaduras ascendieron lo suficiente para capturar el sol
y crear arco iris que eran casi tan bonitos como la muchacha.
Luego salió de la piscina, se quitó el gorro blanco y se sacudió la melena desteñida.
Onduló el trasero en dirección a una mesita blanca y se sentó junto a un leñador
con pantalones blancos de dril, gafas oscuras y un bronceado tan pronunciado
y homogéneo que sólo podía tratarse del encargado de la piscina.
Este último procedió a dar unas palmaditas en el muslo a la chica,
que abrió una boca tan grande como un cubo y se echó a reír.
No oía la risa, pero el agujero en la cara, cuando abrió la cremallera de los dientes,
era todo lo que necesitaba.”
Las protagonistas femeninas de la novela son la esposa del novelista, Eileen Wade, y dos hijas del magnate Harlan Potter, Silvia Lennox y Linda Loring; la muerte de Silvia, al parecer por su marido Terry Lennox, que posteriormente huye, con ayuda del detective Marlowe, y aparentemente se suicida en un pueblecito de México, es el desencadenante de la acción y la intriga de la novela.
***
La segunda vez que aparece un nadador, también como elemento de un paisaje, es en un momento central de la intriga: va a servir como trasfondo silenciador de un disparo, pues el nadador es un surfista o esquiador acuático a rebufo de una motora ruidosa. El detective Marlowe está en la mansión de escritor alcohólico Wade en plena crisis, y le pregunta si conoce a un tal Paul Marston, una de las claves de la intriga, basada en la doble personalidad del presunto asesino y suicida Terry Lennox. Esa pregunta fue la que desencadenará el suicidio del escritor.
La acción, pues, es simple en su contexto: Phillip Marlowe comenta los últimos minutos de la vida del escritor Roger Wade.
“Se puso en pie y salió del estudio sin hacer demasiadas eses. Esperé,
sin pensar en nada. Una lancha motora se acercó ruidosamente por el lago.
Cuando fue posible verla comprobé que llevaba buena parte de la proa fuera del agua
y que remolcaba una tabla de surf y encima un fornido muchacho tostado por el sol.
Me acerqué a la puerta ventana y vi cómo hacía un giro muy cerrado.
Demasiado rápido, la lancha casi volcó. El chico de la tabla bailó sobre un pie
tratando de mantener el equilibrio, pero finalmente salió disparado y cayó al agua.
La lancha acabó deteniéndose y el accidentado se dirigió hacia ella nadando sin prisa,
después siguió la cuerda de remolque y acabó tumbándose sobre la tabla de surf.
Wade regresó con otra botella de whisky. La lancha motora ganó velocidad
y acabó perdiéndose en la distancia. El dueño de la casa
puso la nueva botella junto a la primera y procedió a sentarse meditabundo.
-Caramba, ¿no irá a beberse todo eso?
Me miró, estrábico.
-Lárguese, tío listo. Vuélvase a casa y friegue el suelo de la cocina o algo parecido.
Me está quitando la luz. – La voz era otra vez pastosa.
Se había tomado un par de tragos en la cocina, como de costumbre.
-Si me necesita, grite.
-No podría caer tan bajo como para necesitarle.
-De acuerdo, gracias. Me quedaré por aquí hasta que vuelva la señora Wade.
¿Ha oído hablar alguna vez de un tal Paul Marston?
Levantó despacio la cabeza. Consiguió enfocar la mirada, aunque con dificultad.
Vi cómo luchaba por controlarse. Ganó la pelea…, por el momento.
Su rostro perdió toda expresión.
-Nunca – dijo cuidadosamente, hablando muy despacio -. ¿Quién es?”
***
Una nadadora en una elegante piscina de un hotel urbano y un surfista nadador en el lago de una elegante urbanización sirven sólo de contrapunto, o elementos de un paisaje, a través de un amplio ventanal o puerta ventana, como diseñado por un pintor americano contemporáneo de piscinas y mansiones. En Hollywood.
Era el capítulo 35. Algo después, en el capítulo 40, nuevamente el nadador surge como imagen que utiliza el detective privado ante un mafioso que le recrimina que siga investigando. El mafioso Mendy le amenaza si sigue con sus indagaciones: “Se le dijo lo que le convenía, más valdrá que no lo olvide”. Y Marlowe contesta con esa imagen, igual de plástica que la del lago con surfista y la piscina con nadadora:
“-Seguro. Hago algo que no le gusta
y llego nadando hasta la isla Catalina con un tranvía en la espalda.
No trate de asustarme, Mendy. Me las he visto con verdaderos profesionales.
¿Ha estado alguna vez en Inglaterra?»
***
Y eso es todo. Es una amarga reflexión sobre los ricos americanos, las élites financieras. La escribió Chandler cuando tenía más de sesenta años, al final de su vida; es una novela de madurez, con una estupenda trama que resultó también muy cinematográfica. El largo adiós.
RAIMOND CHANDLER: EL LARGO ADIÓS