Diego de Haedo, nadador
¡OBISPO AL AGUA!, EN PALERMO.
Un hombre salvado de las aguas, de morir ahogado, a la fuerza se ha convertido en un Nadador. En el futuro, si ese hombre deviene gran hombre, será recordado aquel episodio como algo providencial, querido por la divinidad al tenerlo destinado para más grandes cosas, predestinado. Es lo que le sucedió al obispo Diego de Haedo, de Palermo, que luego llegaría a ser Presidente y Capitán General del reino de Sicilia, nombrado por Felipe II en los últimos años de su reinado.
El episodio lo narra un sobrino suyo de igual nombre, el benedictino Diego de Haedo, abad de Frómista, el día de Navidad de 1605. Lo hace como dedicatoria a uno de los conjuntos textuales más interesantes del siglo de oro hispano, la Topografía e historia general de Argel, que apareció publicado a su nombre siete años después, en 1612, cuando ya el viejo arzobispo de Palermo y capitán general de Sicilia hacía tres años que había muerto, en 1609. Es una carta dedicatoria del sobrino con una alabanza de su tío, en la que resalta su solar y linaje antiguo común, descendientes de un duque de Cantabria y señor de Vizcaya, así como sus virtudes de hombre de gobierno y príncipe eclesiástico. La alabanza y dedicatoria termina precisamente con el episodio del obispo Haedo en el agua, forzado nadador, durante la recepción solemne en Palermo al virrey de Sicilia, conde de Alba de Liste, que volvía a la ciudad después de un viaje realizado para visitar el territorio de su gobernación.
El texto lo recogemos de la edición que hace Ignacio Bauer y Landauer en la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1927, única edición española completa hasta hoy de la Topografía… y sus textos complementarios. Actualizamos y versiculamos el texto, con las mínimas variantes, como desarrollar las abreviaturas V.S. y V.S.I. en vuestra señoría y vuestra señoría ilustrísima; y, sobre todo, la puntuación y un par de palabras; ponemos Frómista en lugar de Fromesta, que es como lo escribe Diego de Haedo, y “habérnolos entregado” en lugar de “habemoslos entregado”, al principio de la carta dedicatora, que parece más exacto; se refiere a los papeles que el arzobispo tenía, procedentes de los cautivos de Argel que aparecen citados en los tres Diálogos de la Topográfía…, y que entrega a su sobrino en Palermo en bruto, base de su edición de 1612. Relacionada con el problema de la autoría de este texto excepcional, pues, la carta dedicatoria del joven de los dos Haedo adquiere un especial atractivo en su retórica barroca espléndida.
He aquí la carta dedicatoria, con episodio final de Nadador:
CARTA DEDICATORIA
AL ILUSTRÍSIMO Y REVERENDÍSIMO SEÑOR
DON DIEGO DE HAEDO, ARZOBISPO DE PALERMO,
PRESIDENTE Y CAPITÁN GENERAL DEL REINO DE SICILIA
POR EL REY FELIPE II, NUESTRO SEÑOR.
EL MAESTRO FRAY DIEGO DE HAEDO, ABAD DE FRÓMISTA,
DE LA ORDEN DE SAN BENITO, SALUD Y PERPETUA FELICIDAD DESEA.
Entre otras muchas razones que me mueven, ilustrísimo señor,
para dedicar a vuestra señoría ilustrísima estos escritos,
dos tengo por principales.
La primera es que en su persona, sin lisonja alguna, caben muchas alabanzas
y excelencias; pero es tan modesto y humilde vuestra señoría que las aborrece
y huye de ellas, como de ofensas. Y, así, suplico a vuestra señoría me dé licencia
para decir algo, ya que no sea todo.
La segunda es haberlos compuesto vuestra señoría
siendo informado de cristianos cautivos, especialmente
de los que se contienen en los Diálogos, que estuvieron muchos años en Argel,
y habérnoslos entregado, estando yo en Palermo a su servicio, aunque en borrón:
de manera que sin el trabajo y diligencia que en ellos he puesto,
dándoles la última forma y esencia, no se podían imprimir ni sacar a luz.
Y pues son de vuestra señoría ilustrísima, se los vuelvo y ofrezco
para que sean recibidos y estimados como el mucho valor del autor merece.
En los cuales se conocerá el celo santo que en vuestra señoría ilustrísima mora,
compadeciéndose de los inmensos trabajos que los cristianos cautivos
padecen en Argel, y de los grandísimos daños que a la cristiandad de aquí se le siguen,
manifestándolos al mundo en esta historia
para que todos los que fueren piadosos se muevan a buscar su remedio.
En lo cual muestra bien vuestra señoría ilustrisima su pío y generoso ánimo,
y la noble sangre de su nacimiento derivada de aquel ilustrísimo duque de Cantabria,
señor de Vizcaya, llamado don Heduo, y de su antiquísima casa solariega de Haedo,
sita en el valle de Carranza, que por su honor la llamaban Palacio Heduo.
De la cual Alonso Tegui, historiador verídico de los linajes nobles
de las Montañas y Vizcaya, en sus versos heroicos dice:
También los de Haedo, linaje afamado
Diré cómo vienen de Duques potentes:
De aquel que don Heduo fue llamado,
Amado y querido de todas las gentes,
Tomara de la casa el suelo apellido,
Y corrompiolo el tiempo cansado;
Porque de Heduo a Haedo ha venido,
Quedando entre todos muy estimado, etc.
Y aunque la nobleza de la sangre de vuestra señoría ilustrísima es mucha
– sin mentira ni lisonja – muy mayor es la de sus virtudes,
que son el verdadero ornamento del hombre, en cuya persona resplandecen
con grande eminencia, especialmente la de la caridad, que se ve en vuestra señoría
tan ferviente como en otro san Martín, que para poder mejor socorrer pobres
y acudir al rescate de los cristianos cautivos de Argel con gruesa cantidad de dineros,
y a la hospitalidad de los pasajeros que a ese Reino acuden de otros muchos,
se desentraña y lo quita vuestra señoría ilustrísima del regalo de su persona
y ornato de su palacio arzobispal, como varón de misericordia.
Lo cual hace a vuestra señoría un muy calificado y gran príncipe eclesiástico,
cual Dios tenía guardado para el bien de esa su Iglesia, donde es tan amado
que parece exceso; porque estando yo presente oí decir muchas veces y a voz en grito
a muchas personas que hablaban a vuestra señoría, estas palabras:
“Monseñor ilustrísimo, Dios quite de mis años y los ponga
en vuestra señoría ilustrísima, como puede”.
Y es tan estimado que en este Reino y en otros le apellidan y llama el santo;
y es de manera que, entre muchos, cuando alguna letra de vuestra señoría ilustrísima
les venía a las manos, la besaban y estimaban como reliquia de santo, y decían:
“Esta es de aquel santo Arzobispo de Palermo”.
Y es vuestra señoría ilustrísima tan favorecido de Dios, como vio Palermo
en un fracaso que sucedió por los años de 1591, que pasó así.
Era virrey del reino de Sicilia el señor don Diego Enríquez de Guzmán,
conde de Alba de Liste; el cual, habiendo salido de Palermo a visitar aquel Reino,
a la vuelta, como venía en galeras, hizo la ciudad un puente desde tierra
que se alargaba a la mar más de cien pies, para que allí abordase
la popa de la galera donde venía el dicho señor Virrey y desembarcase.
Y como Palermo es la Corte del Reino, acudió lo más granado a este recibimiento;
y vuestra señoría, aunque lo pudiera excusar. Y con la mucha gente que cargó
antes que abordase la galera, dio el puente a la banda de manera
que cayeron en el mar más de quinientas personas;
y entre ellas fue la de vuestra señoría, que teniendo más de sesenta y cinco años de edad,
le libró Dios de aquel peligro, donde se anegaron más de treinta hombres,
quedando vuestra señoría ilustrísima sobre las aguas, sin hundirse,
bendiciéndolas y signándolas hasta que llegó un barco
a sacar a vuestra señoría ilustrísima, dejando en el mar tres criados ahogados.
Y finalmente el gran valor de entendimiento y prudencia, la rectitud,
integridad y fortaleza en administrar justicia, con las muchas letras divinas y humanas
de vuestra señoría ilustrísima, merecieron que su majestad pusiese los ojos
en vuestra señoría ilustrísima, nombrándole meretísimamente para Arzobispo
de esa Iglesia primaria, y por Presidente y Capitán General de ese Reino.
Y después de estos y otros muchos acrecentamientos acá en la tierra,
se puede esperar dará Dios a vuestra señoría ilustrísima en el cielo otros
muy mayores de gloria, como este su humilde Capellán suplica, etc.
De Frómista 25 de diciembre, 1605.
El Maesto fray Diego de Haedo.
***
La fecha de la carta del joven de los Haedo, el 25 de diciembre de 1605, en Frómista, cobra también especial significación por ser el año de la publicación del Quijote, de Miguel de Cervantes, a la sazón la corte española en Valladolid; el autor de aquella novela que pronto se hizo muy popular salía en las páginas de aquellos papeles que Diego de Haedo se había traído consigo a Frómista para trabajar en su edición, y esta circunstancia debió animarle para rematar su trabajo de puesta en limpio que culminó en ese momento, y que había de aparecer publicado también en Valladolid, aunque siete años después.
En un marco temporal así, cobra especial expresividad en la carta dedicatoria del joven Haedo a su tío una frase retórica del inicio de la carta: “vuestra señoría me dé licencia para decir algo, ya que no sea todo”. Y a continuación, inmediatamente, le atribuye la autoría de los textos de la Topografía sin más, al menos “en borrón” o en borrador; el texto base sobre el que el joven de los Haedo va a estructurar el libro que ya tiene preparado para la impresión. El general de los benedictinos, Gregorio de Lazcano, le había dado ya su licencia formal el 6 de octubre de 1604, un año largo atrás, tras un informe muy favorable de lectura del también benedictino Juan del Valle, y la carta de la Navidad del año siguiente de Diego de Haedo era el broche final al texto para que pasara a la aprobación cortesana; ésta llegó en octubre de 1608, con la recomendación de concesión de licencia para imprimir la Topografía firmada por Antonio de Herrera, aún en vida del arzobispo Diego de Haedo, que había de morir algunos meses después.
Tiempo plenamente cervantino. Tiempo de Nadadores.