10 Diego de Benavides, joven de 28 años, de Baeza

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(DECLARACIÓN DE DIEGO DE BENAVIDES).

 

Testigo.

En el dicho día, mes y año susodicho (14-10-1580)

el dicho Miguel de Cervantes,

ante mí, el dicho notario apostólico,

trajo y presentó por testigo

 

a don Diego de Benavides,

natural de la ciudad de Baeza,

 

para la primera y tercera, y diez y nueve, y veinte

y veinticinco preguntas del dicho su interrogatorio.

 

El cual, habiendo jurado según derecho

y siendo preguntado por el tenor del dicho interrogatorio,

dijo y depuso lo siguiente:

 

I.

A la primera pregunta, dijo que este testigo

conoce al dicho Miguel de Cervantes

–que lo presenta por testigo en esta razón–

poco tiempo ha.

 

Y esto responde a la dicha pregunta.

 

Generales.

Fue preguntado por las preguntas generales.

 

Dijo que es de edad de 28 años, poco más o menos.

 

Y que este testigo no es pariente ni enemigo

de ninguna de las partes, y que no le tocan las demás generales.

 

III.

A la tercera pregunta, dijo que este testigo, como dicho ha,

ha po(co) tiempo que vino para Argel.

 

Que fue traído de Constantinopla para rescatarse

y vino en compañía del rey de Argel que al presente, ahora, es,

por el mes de agosto pasado de (15)80.

 

Que así como allegó al dicho lugar de Argel,

trató de su rescate y se rescató.

 

Y después que estuvo franco,

preguntó a otro cristianos que qué caballeros había en Argel

y personas principales con quien se pudiese comunicar.

 

Y le respondieron a este dicho testigo

que principalmente estaba uno muy cabal, noble y virtuoso.

Y era de muy buena condición, y amigo de otros caballeros.

 

Lo cual se dijo por el dicho Miguel de Cervantes.

 

Y, así, este testigo le buscó y procuró.

Y, hallado, luego el dicho Miguel de Cervantes,

usando de sus buenos términos,

se le ofreció con su posada, ropa y dineros que él tuviese.

 

Y, así, lo llevó consigo y lo tiene en su compañía,

donde comen de presente juntos y están en un aposento

donde le hace mucha merced.

 

En lo cual este testigo halló padre y madre

por ser nuevo en la tierra,

hasta que Dios sea servido que haya navíos

para irse a España

ambos a dos, él y el dicho Miguel de Cervantes,

que también está rescatado y franco.

 

Y que por estas causas dichas –puesto que el conocimiento

es muy poco– tiene este testigo al dicho Miguel de Cervantes

por tal persona como la pregunta dice.

 

Y esto responde a la dicha pregunta.

 

XIX.

A las diez y nueve preguntas, dijo que dice

lo que dicho tiene en la tercera pregunta, antes de ésta, a que se refiere.

 

Y que este testigo, cada día, anda junto al dicho Miguel de Cervantes,

come, y bebe y aloja con él,

y su trato y conversación es con las personas

más lustrosas y principales que hay en la esclavitud.

 

Y que el muy reverendo padre fray Juan Gil

–redentor de España que al presente está en Argel–

huelga y toma contento de tratarse y comunicarse

con el dicho Miguel de Cervantes,

así de asentarlo a comer a su mesa como en lo demás.

 

Y que, aún, este testigo ha visto que hoy, dicho día,

le convidó a comer.

 

Y que por estas razones y causas este testigo

cree y tiene por cosa muy cierta que el dicho Miguel de Cervantes

es tal persona como lo dice la pregunta, a la cual se refiere.

 

Y esto responde.

 

XX.

A las veinte preguntas, dijo que este testigo

tiene al dicho Miguel de Cervantes

por tal persona como la pregunta lo dice.

 

Porque claro y manifiesto es que

 

–siendo

de las calidades que la pregunta dice el dicho Miguel de Cervantes

y este testigo, como tiene declarado, lo tiene por tal–

 

usará de toda virtud, limpieza y bondad.

 

Y esto responde y dice a la dicha pregunta.

 

XXV.

A las veinticinco preguntas, dijo que todo lo que tiene dicho y declarado este testigo es la verdad, público y notorio a este testigo.

 

Y en lo demás contenido en la dicha pregunta, este testigo lo ha oído decir por Argel.

 

Y esto responde a la dicha pregunta.

 

Y es la verdad todo lo que tiene dicho para el juramento que hizo.

 

Y firmolo, don Diego de Benavides.

 

Pasó ante mí, Pedro de Ribera, notario apostólico.

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