DE MUDÉJARES A MORISCOS: RECORRIDO DESDE LA ÉPOCA DE LOS REYES CATÓLICOS HASTA LOS TIEMPOS DE CERVANTES
David Cano López
Tiempo de Cervantes
DE MUDÉJARES A MORISCOS: RECORRIDO DESDE LA ÉPOCA DE LOS REYES CATÓLICOS HASTA LOS TIEMPOS DE CERVANTES
Los moriscos a comienzos del siglo XVI mantienen la lengua árabe para los usos culturales como un signo importante de pertenencia a la «umma», esa gran comunidad de creyentes en el mensaje del profeta. El árabe es la lengua de la revelación de dios, la lengua de su verbo divino y por lo tanto la máxima expresión del Corán para su entendimiento. Los moriscos durante todo el siglo XVI y XVII aún realizaban obras en árabe de diversa índole, a pesar de intentos como el del Cardenal Cisneros de acabar con su producción mediante la quema de libros. Las obras piadosas, de textos coránicos y de hadices, y las de jurisprudencia eran las más apreciadas por los moriscos. Es importante saber de esta producción literaria pues se demuestra que los moriscos mantenían la fe intacta en su religión.
Una parte de la comunidad morisca fue perdiendo paulatinamente el contacto con la lengua árabe a partir de su incorporación a territorio cristiano, es decir, iban perdiendo la herencia cultural de sus antepasados pero por encima de todo lo que suponía eran dificultades a la hora de recibir el mensaje de dios. Para salvar la herencia cultural recurren a la aljamía.
« La aljamía significa para los moriscos el recurso a la lengua románica vernácula para expresar contenidos islámicos, desde el mismo texto del Corán hasta cualquier oración». BERNABÉ PONS, F. Luis: «Moriscos, conflictos, expulsión y diáspora», Catarata: Madrid, 2009. Pág.69.
Los moriscos gracias a la aljama mantendrán unidos sus lazos entre creyentes musulmanes frente a unas autoridades que les imponen una religión que no entienden. En algunos casos detectados por la inquisición, el creyente musulmán solo conoce algunas oraciones, que recita de memoria sin entender, algunas costumbres y ceremonias, es decir, a pesar de que el modo de ser musulmán no es el apropiado por esa erosión que ha sufrido su cultura, debido a los intentos de hacerla desaparecer, es la voluntad de ser musulmán lo que ponen por encima de todo. Conservaban todas sus tradiciones incluidas las de la vida cotidiana.
Los moriscos tenían sus propias formas de reconocerse como tal, levantaban el dedo índice que junto a la fórmula “Doy testimonio de que no hay otro dios que Dios y Muhammad es su enviado” simbolizaban su pertenencia a este credo. Muchos de los cristianos o la mayor parte de ellos desconocían su significado por lo que es de entender que los musulmanes conocían mejor el cristianismo de lo que los cristianos conocían el Islam. Esta insistencia en preservar su cultura y tradiciones es la que provocará que los cristianos comiencen a pedir que las abandonen y que de persistir en ellas sean expulsados. Hay que entender que se inicia un proceso de evangelización viciado por las condiciones impuestas y por los escasos beneficios de la cristianización, pues los moriscos que quisieran convertirse al cristianismo nunca serían reconocidos como cristianos viejos, con los beneficios que esto suponía.
Con todo lo anterior es de suponer que, a pesar de que llevan una vida pública de cristianos, debían seguir siendo musulmanes. Los bautismos forzosos no podían acabar de un plumazo con siglos de tradición y cultura islámica, eso sí, solo lo practicaban en un entorno seguro. El secreto y la discreción serán los pilares más importantes en sus vidas. Cristianos y musulmanes en un principio dominaban unos territorios de la península que les hacia tratarse de igual a igual con el otro. Con la conquista del reino nazarí de Granada en 1492 por los Reyes Católicos, que supone el final del avance cristiano en territorio peninsular, esta situación varió, el musulmán en cualquier punto de España en el que desarrollase su vida comenzó a ser considerado como el vencido, y por lo tanto su derrota tendría consecuencias. Desde el punto de vista legal siguieron gozando de todos los derechos, pero en la vida cotidiana la presión de los vencedores fue creciendo hasta poner en cuestión la misma existencia de los musulmanes que vivían en territorio cristiano. Entre 1484 y 1492 tras los cruentos combates en ocasiones se había acordado la forma de capitular. Se habían conseguido acuerdos entre vencedores y vencidos, en algunos casos estos acuerdos suponían el reconocimiento de la libertad personal, la conservación de estructuras sociales y jurídicas, o el respeto de la estructura religiosa y cultural de los vencidos. Incluso en las últimas capitulaciones se le ofrecía al musulmán la posibilidad de conservar sus bienes. La capitulación de 1491 concedía la libertad inmediata de los cautivos.
Las buenas intenciones que en un principio hemos relatado se quedaron solo en eso, en intenciones desmentidas por los hechos. Poco a poco la mayor parte de los derechos fueron siendo retirados de forma progresiva a los mudéjares. El derecho a portar armas o a comprar tierras les fue prohibido casi de inmediato, los viernes eran obligados a mantener las puertas abiertas porque este día es sagrado para los musulmanes. En 1495 y 1499 nuevos impuestos recayeron sobre los mudéjares exclusivamente. Toda esta presión a la que fueron sometidos los mudéjares tuvo como consecuencia las primeras revueltas.
El 18 de diciembre de 1499 se sublevaron los mudéjares del Albaicín de Granada ante la intransigencia del Cardenal Cisneros que había comenzado a poner en marcha las primeras conversiones forzosas. Tras tres días de intensos los sublevados depusieron las armas a cambio de una promesa de amnistía para todos aquellos que decidiesen convertirse al cristianismo.
Mientras que en Granada todo volvía a la calma en otras partes del reino se intensificaban las revueltas. En el año 1500 en la Alpujarra un grupo de amotinados dirigidos por Ibrahim Ibn Ummaiya consiguieron apoderarse de varias fortalezas cristianas, pero la rebelión fue controlada hasta tal punto que los cristianos aprovecharían para ocupar Lanjarón y Andarax. Las revueltas se extendieron desde Granada a Almería hasta llegar a Málaga. El rey Fernando intervino personalmente poniendo fin a estas sublevaciones por la fuerza de las armas. Los mudéjares de Andalucía se convirtieron en masa al cristianismo, ante el temor de represalias por parte del rey. En el resto de la corona de Castilla los mudéjares eran ajenos a estas revueltas pero los sucesos de Granada dieron lugar a la aprobación de una cédula real, el 12 de Febrero de 1502, en la que se les obligaba a elegir entre la conversión y el destierro.
Pero ¿cómo podían asegurarse una conversión sincera?, los siguientes años se toman medidas como el reconocimiento de que los nuevos conversos sean sometidos al régimen común al que pertenecía cualquier cristiano viejo, se les imponen los mismos impuestos y el derecho alas mismas exenciones. Sin embargo a pesar de reconocer estos derechos, muchos textos reconocían «rasgos culturales específicos que con el tiempo desaparecerían» Eso es lo que en un principio habían pensado, como si ser musulmán fuese una enfermedad que se curaría con la medicina de la conversión. Con el tiempo se dieron cuenta de que la campaña de conversiones había fracasado, que no habían extirpado el problema del Islam y por lo tanto había que tomar medidas.
En Granada en 1526 se selló un documento en el que se negaba todo particularismo morisco, algunos artículos de este documento prohibían o limitaban la utilización del árabe escrito u oral, la posesión de símbolos que perteneciesen al Islam, la circuncisión, la manera ritual de matar a los animales, en definitiva lo que se prohibía cualquier costumbre que revelara el origen musulmán. Todas estas medidas adoptadas por la corona de Castilla se tomarían como referencia en Aragón, a pesar de que Carlos I desmentía una y otra vez que preparara la expulsión de los mudéjares. En Valencia los agermanados, tras el asesinato de dos negros por musulmanes, comenzaron el linchamiento de todo mudéjar que se encontraran en su camino. En 1522, el problema mudéjar lejos de solucionarse se abría paso con más fuerza si cabe. Tras tres años en 1525 se dio orden de que los musulmanes pertenecientes a la corona de Aragón abrazasen la fe cristiana. Dos representantes de los musulmanes tras intensas negociaciones consiguieron que, a pesar de la conversión y previo pago de 40.000 ducados, durante diez años pudiesen utilizar el árabe, la utilización de cementerios distintos o el respeto de los matrimonios consanguíneos ya consumados. Este acuerdo finalmente no sería respetado dando lugar a diversas revueltas en la que tuvieron que intervenir los ejércitos regulares de la corona, pues la resistencia de algunas comarcas de Valencia intensamente islamizadas fue feroz. Hasta 1526 no fueron sofocadas las revueltas de Benaguacil, Almonacid y la sierra del Espadán.
En 1526 se produce una pausa en la represión antimorisca, tanto en el reino de Granada como en Aragón se analiza como era la situación en la que se encontraban los moriscos. Fue el propio Carlos V el que solicitó este informe que mostró unos resultados demoledores: los moriscos sufrían exacciones múltiples y permanentes por parte de los cristianos, eran injuriados, víctimas de expoliaciones, se les arrancaban los velos a sus mujeres, etc. La conclusión de este informe provocó un cambio en el intento de cristianizar a esta minoría. En un principio la conversión fue una práctica elitista, se atraía a las familias ilustres para que los demás lo tomasen como ejemplo, a partir de 1526, las conversiones se centran en todos los moriscos sin excepción. Durante tres décadas parece que se establece la calma hasta el año 1555-1568 en el que de nuevo comienzan las tensiones. Los intentos de cristianizar fracasan: «los moriscos son más moros que nunca y, decididos a conservar sus costumbres y prácticas» DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio / BERNARD Vincent: «Historia de los moriscos», Alianza Universidad: Madrid, 2003. Pág. 28
A los problemas intestinos que se producen en la península se añade uno que procede del exterior, los turcos y la piratería berberisca. En castilla y Aragón existía cierta preocupación por que los moriscos sirviesen de punta de lanza y fuesen susceptibles de facilitar apoyo a un ataque enemigo. En 1563 se promulgó un decreto por el cual se registraron 16.377 casa moriscas en las que se confiscaron« 330 armas de fuego y 27145 armas blancas» DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio / BERNARD Vincent: «Historia de los moriscos», Alianza Universidad: Madrid, 2003. Pág.31.
En Granada los terrenos y límites de las fincas moriscas fueron revisadas así como los títulos de propiedad de estas, si no los poseían eran multados. Esta situación contribuyó a aumentar la tensión en la zona. Esta situación y la impotencia de los obispos por el fracaso de la evangelización dieron lugar a una convocatoria del sínodo provincial de Granada en el que se abogaba por las prohibiciones de su lengua, vestido, baños, ceremonias de culto y los ritos que les acompañan, las zambras etc.
Los prelados exigían que: se les prohibiera tener esclavos, que se pronunciasen más condenas a galeras contra ellos, más prohibiciones de residencia, que una docena de familias de cristianos viejos se establecieran en cada lugar, que deberían visitarse con frecuencia las casas moriscas los viernes sábados y días festivos. Todas estas reclamaciones fueron aceptadas, a todo ello se le añadió la prohibición de todos los libros árabes en el periodo de tres años. Los moriscos descontentos con los acontecimientos que se iban sucediendo dieron el paso definitivo para el alzamiento el 24 de Diciembre de 1568.
Lo que en un principio se tomó como un conflicto de escasa importancia llegó a ser de una gran preocupación para Felipe II. Desde 1568 hasta 1570 se dieron una serie de enfrentamientos contra los sublevados moriscos, dirigidos por Aben Humeya, Aben Aboo y El Zaguer. La incapacidad de de las tropas españolas por acabar con la revuelta hace que Felipe II recurra a su hermano, Juan de Austria.
Hernando de Córdoba (Aben Humeya) era veinticuatro regidor de Granada. Se convirtió en un proscrito que se vio al mando de un ejército de cuatro mil hombres.
Abén Humeya nombra allí mismo alguacil mayor a su principal rival Farax ben Farax (Abén Farag), jefe de la todavía poderosa familia de los Abéncerrajes famosa por su crueldad en las batallas. El día siguiente Abén Farag ataca Lanjarón y quema la iglesia con 20 cristianos dentro, rápidamente se aleja y toma los pueblos de Poqueira, Pitres, Juviles y Ugíjar. Estos acontecimientos hacen que Felipe II en Enero de 1569 envíe dos poderosos ejércitos, uno al mando del marqués de Mondéjar que acampó en Órgiva y el otro al mando del marqués de los Vélez que situó su cuartel en Terques. La incapacidad de de las tropas españolas por acabar con la revuelta hace que Felipe II recurra a su hermano, Juan de Austria. Hay un hecho fundamental para la derrota definitiva de la rebelión, la falta de apoyo por parte de los turcos y de Argel. También los moriscos de la corona de Aragón se abstuvieron de participar en las revueltas, todo lo anterior, y teniendo en cuenta que los moriscos en Valencia habían sido desarmados como vimos tras el decreto promulgado en 1526, provocó que la revuelta fuese sofocada y los grandes líderes de ésta asesinados.
El uno de Noviembre de 1570 los moriscos fueron reunidos pueblo por pueblo para ser conducidos bajo buena escolta fuera del reino de Granada. En total unas 50.000 personas tuvieron que abandonar sus casas y sus raíces independientemente de si habían participado en la sublevación o no. Sufrieron el exilio, el que tuvo suerte, porque en la larga caravana de exiliados perecieron muchos de ellos. La deportación de los moriscos granadinos se realizó en columnas de 1.500 a 2.000 personas, escindidas en escuadras de 500 individuos. Cada columna seguía un itinerario particular con el fin de asegurar un mejor avituallamiento. Como media, la expedición recorría un poco más de 4 leguas al día, y para evitar que los más fuertes escapasen, se les ataba con esposas.
La expulsión se produjo en tres fases dando lugar a más de 80.000 exilios. Pero con el exilio no se acaba el problema pues la mayor parte de los moriscos que habían sido expulsados de sus casas se establecieron en Aragón
Felipe II aún temía cual podría ser el papel que podrían desempeñar los moriscos en una posible invasión turca del territorio peninsular por lo que en los años siguientes al destierro de los moriscos granadinos la desconfianza en ellos fue la nota dominante pues las relaciones entre los moriscos y Constantinopla nunca se había roto. Entre 1589 y 191 los turcos planearon dos grandes desembarcos para socorrer a los moriscos españoles pero los planes de invadir la península fueron desbaratados. Los moriscos aragoneses de nuevo fueron desarmados, mientras que surgía una nueva preocupación para Felipe II, la concentración de los moriscos cerca de las costas mediterráneas, en las proximidades del reino de Granada y Valencia. Los moriscos poco a poco volvían a instalarse por toda la península Este resurgir del problema hizo que las posturas se radicalizasen, se pedía y demandaba al rey que tomase cartas en el asunto y que se dejara de expulsiones o exilios parciales sino que tomase la decisión de su expulsión definitiva del territorio peninsular, como se demuestra en este fragmento:
«El que quisiere baptizar a su hijo que le baptize, y el que no que no le baptize, y que destos que quisieran baptizar a sus hijos y voluntaria y libremente aceptar la fe católica se haga república aparte y se incorporen con los cristianos, en medio dellos, y les obliguen a confesar y comulgar y a todas las demás obras christianas , y que estén por minuta y se tenga quenta con ellos assi en como viven como en sus casamientos, de manera que les den orden para que se casen con gente nuestra…advirtiéndoles que se usará de tanto rigor con ellos si se apartan de la fe católica como se usa oy día con los luteranos; y a estos, como serán pocos( si algunos son) se les podrá dar forma de ser instruidos en particular, y podrase tener speranza alguna, y los que no querrán baptizar sus hijos serán del todo cosnocidos por enemigos y no havrá para que gastar mas agua con ellos y tenellos como moros guardándoles la ley natural, y en los lugares dellos y a costa dellos tener un fuerte, y allí soldados para que estuviesen seguros dellos, y que los justicias y gobernadores dellos fuesen cristianos, y en lo que toca a su secta, ni les ayudasen ni les estorvasen, y no sería que les permitiesen algún edificio como pajar en que sus ceremonias hiziesen pues no ay ese peligro que se haga un christiano moro…»DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio / BERNARD Vincent: «Historia de los moriscos», Alianza Universidad: Madrid, 2003. Pág. 69-70
Casi la totalidad de la jerarquía eclesiástica era favorable a su expulsión pero sin entregarlos al Islam, por ello algunos plantearon la posibilidad de mandarlos a Terranova, es decir, a un lugar lo más inhóspito posible.
En 1598 Felipe III sucedía a su padre y, al igual que éste, abordó el problema morisco desde el punto de vista de la conversión forzosa sin tener en cuenta la expulsión, en un principio, pero la jerarquía eclesiástica, encabezada por Ribera seguía presionando para que se produjese la expulsión definitiva. Lo que se pedía era que como herejes y traidores merecían la muerte, y que se les haría un favor si se les permitía el destierro y la esclavitud. Durante 10 años el rey había impedido y frenado los planes de expulsión pero cada vez más voces se alzaban en pos de la expulsión de los moriscos. Finalmente el 30 de Enero de 1608, se reunió el Consejo de Estado en pleno y acordó por unanimidad que los moriscos fueran expulsados de España. La empresa de la expulsión no era fácil, primero se expulsaría a los moriscos de Valencia. Los moriscos residentes en Aragón serían respetados debido a que podría crear mucho malestar en los señores aragoneses su expulsión ya que, a diferencia de otros lugares como Granada donde se dedicaban al comercio o al transporte, en Aragón realizaban todas las profesiones necesarias a la vida social, incluso formaban núcleos burgueses. La decisión de expulsar a los moriscos debía basarse en su infidelidad y en su traición y por lo tanto a ojos de todo el mundo debía quedar claro que aquella minoría era expulsada de España en virtud de una sentencia justa.
En 1608 muchos moriscos tenían claro que el decreto promulgado se llevaría a efecto y por lo tanto decidieron realizar un éxodo voluntario dirigiéndose a Francia desde podrían embarcarse hacia el norte de África. El destino preferido fue Túnez, el país más acogedor. Finalmente se decidió comenzar la expulsión por los valencianos, en Septiembre de 1609. La mayor parte de los moriscos valencianos abandonaron sus casas para dirigirse a las costas de berbería, Marruecos, Argelia, Libia o Túnez fueron los destinos siendo este último el preferido por los exiliados. Las malas noticias que empezaban a llegar sobre la suerte que corrían los que desembarcaban en Berbería provocaron un intento de resistencia desesperada en la zona montañosa del interior de Valencia. Los tercios italianos masacraron a los moriscos y pusieron fin a su resistencia. No se sabe cuantos perecieron pero unos tres mil supervivientes fueron embarcados para su destierro:
«Por tan largo discurso de años he procurado la conversión de los moriscos de este reino de Valencia y del de Castilla y los edictos […] y diligencias que se han hecho para convertirlos a nuestra fe y lo poco que todo ello ha aprovechado […]. He resuelto que se saquen todos los moriscos de este reino y que se echen en Berbería. Y para que se ejecute lo que S. M. manda, hemos mandado publicar el bando siguiente: Primeramente, que todos los moriscos de este reino, así hombres como mujeres con sus hijos, dentro de tres días [ ..] salgan de él y vayan a embarcarse a la parte donde el comisario les ordenare, llevando consigo de sus haciendas los muebles, los que pudieran en sus personas, para embarcarse en las galeras y navíos que están aprestados para pasarlos en Berbería, adonde los desembarcarán sin que reciban mal tratamiento ni molestia en sus personas. Y el que no lo cumpliere incurra en pena de vida, que se ejecutará irremisiblemente. Que cualquiera de los dichos moriscos que, publicado este bando, y cumplidos los tres días, fuese hallado fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona, sin incurrir en pena alguna, prenderle y desvalijarle, entregándole al Justicia del lugar más cercano, y si se defendiere lo pueda matar. Que cualquiera de los dichos moriscos que escondiere o enterrase alguna hacienda que tuviere por no la poder llevar consigo o pusiese fuego a las casas, sembrados, huertas o arboledas, incurran en la dicha pena de muerte los vecinos del lugar donde esto sucediere». Expulsión.
La expulsión de los moriscos de la corona de Castilla no tuvo las incidencias dramáticas que la realizada en Valencia. Se dan dos novedades importantes, se les dejaba vender sus bienes y debían de abandonar a los menores de 7 años, a menos que fueran a tierras cristianas, de cuya educación se harían cargo las autoridades correspondientes. Que tuvieran que abandonar a sus hijos menores hizo que muchos de los moriscos decidiesen abandonar el país por Francia para evitar la tragedia de tener que abandonar a sus hijos. Los moriscos andaluces abandonaron la península a la vez que los de Extremadura y las dos castillas, sólo se les permitía llevar el dinero justo para el viaje pero limitándoles la salida, no debería ser ni por Andalucía, Murcia, Valencia ni Aragón:
El Rey
«Don Manuel de Benavides cuyo diz que es Jabalquinto demas de lo que se os dize en la carta que acompaña el bando que se ha de publicar en vuestra tierra, a parecido ordenaros y mandaros como lo hago que en la publicación del dicho bando añadays que los moriscos que en ella residen no puedan salir por los Reynos de Castilla Vieja y Nueva ni por Extremadura y la Mancha, sino solo por los puertos de mar del Andaluzia, Granada y Murcia, porque asi conviene a mi servicio y avisareisme de de averlo asi cumplido.»
De Madrid a 3 de enero de 1610
Finalmente, Felipe III, pasará a la historia como el rey que hubo expulsado a los moriscos españoles. Las consecuencias económicas de la expulsión fueron muy importantes, a pesar de que se intentó minimizar su impacto justificando que solo se dedicaban a cultivar huertas. En realidad la expulsión de los moriscos tuvo una repercusión mayor pues ciudades importantes perdían a buena parte de su población, ciudadanos que ocupaban todos los sectores comerciales y que por lo tanto dejaban notar su ausencia. La expulsión de los moriscos tuvo consecuencias nulas para las regiones más septentrionales, despreciables para Cataluña, severas para Aragón, y de notable intensidad para el reino de Valencia. En resumen fue un factor importante y de peso en la recesión del reino de España en el siglo XVII pero el desastre que han defendido diversos autores, a nivel económico.
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