Sefarad tras la Frontera: los Judíos en la América colonial.

Sefarad tras la Frontera: los Judíos en la América colonial.

Sefarad tras la Frontera:  los Judíos en la América colonial.

Rodrigo Escribano Roca

Trabajo de investigación.

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                                             Sinagoga Neve Shalom, Surinam.

El presente estudio trata sobre la penetración de los criptojudíos sefardíes en la América colonial. Nos proponemos indagar cómo se inserta una comunidad disidente en el mundo confesional de los Reinos ultrmarinos y cómo logra constituir una Iglesia propia y diferenciada. Se trata de un trabajo que comencé hace tiempo cuyos contenidos aún sigo revisando, puliendo y ampliando. Considero pertinente publicarlo por encuadrarse plenamente  en las temáticas de nuestra asignatura.

Índice:

  1. Introducción: la tesela Sefardí en el mosaico americano.
  2. “LA HERÉTICA PRAVEDAD”: los sefardíes, su diáspora y, al fin, América.
  3. “SON RICOS Y PODEROSOS”: la Gran Diáspora y la Economía Mundo.
  4. Cuentos del Sefarad y madres ayunadoras: la identidad judía en el mundo virreinal.
  5. Los Judeo-americanos: una nueva cultura para un Nuevo Mundo.
  6. Las Diez Tribus, el Dorado y el Candiré: los mitos sionistas.
  7. Conclusión: Los Judíos y América, historia de un encuentro.

Introducción: la tesela Sefardí en el mosaico americano

La historia del pueblo judío en América es la historia de una comunidad que se incorpora al intenso proceso histórico que llevará a la extensión de los horizontes sociales, culturales y económicos durante la Edad Moderna.  Ésta no se comprende sin abordar un suceso que hubo de marcar el rumbo de la historia humana: el descubrimiento del Nuevo Mundo y su transformación y configuración como la realidad mosaica y etno-culturalmente compleja que llegó a ser América.

Los judíos y su cultura participarán del fenómeno americano como una pieza fundamental (más de lo que se aprecia en los estudios historiográficos tradicionales) en el exuberante mosaico cultural, sociológico y confesional que configurará la genuina realidad histórica de una sociedad americana emanada del choque, la destrucción, la construcción y la fundición de culturas diversas y dispares. Estos grupos humanos se ven obligados a sumergirse en un proceso de interacción, de consideración del otro y de entablación de unas relaciones de poder y de legalidad que trascienden sus fronteras ideológicas previas al encuentro. Una vez se dé inicio a este proceso fronterizo, sus identidades, tanto las de unos como las de otros, cambiarán para siempre convirtiéndose en algo radicalmente nuevo: así se forjó  América.

En esta suerte de Torre de Babel en la que se convierte el mundo americano tras su “descubrimiento” por los europeos, los judíos sefardíes  se han de considerar como un grupo de inmenso interés para su estudio, pues son un pueblo con unas características culturales y sociológicas tremendamente singulares que enriquece el concepto de “América como experimento” acuñado por historiadores y antropólogos, rompiendo el dualismo (enormemente falso) que tradicionalmente se considera entre europeos cristianos e indígenas y confirmando que no sólo la sociedad americana sino también la sociedad hispánica colonizadora se definen por su interculturalidad. En el caso de los judíos su condición de disidencia y ocultamiento les convierte en un grupo clave para entender la conformación confesional y cultural de los territorios ultramarinos integrados en la Monarquía Católica, en la Corona portuguesa y en las colonias holandesas.

Parece, así, necesario tratar un tema tremendamente abandonado por la historiografía peninsular.  Mi fuente más valiosa se trata de “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism” de Richar L. Kagan, un trabajo de conjunto enormemente rico y bien documentado cuyos artículos ensayísticos tratan temáticas centradas  en las prácticas económicas judías y en sus rasgos culturales surgidos como consecuencia de la gran diáspora sefardí. Si bien las fuentes en español son una parte fundamental de la bibliografía, opino que el mundo historiográfico iberoamericano debe asumir un mayor peso en las investigaciones de un fenómeno que se inserta directamente en su historia.

Por tanto, de un modo más tajante debo decir que los objetivos precisos de este trabajo son:

Dar a conocer un tema fundamental para comprender en su plenitud el trasfondo multicultural de la sociedad hispánica llegada a América.

Estudiar a los cripto-judíos como una minoría clandestina pero determinante en su interacción con el Nuevo mundo. Nuevo testimonio del “experimento americano”, del choque de culturas.

Dejar patente la importancia de la Gran diáspora Sefardí y de las relaciones fronterizas intercontinentales que vinculan el contexto atlántico con el mediterráneo contribuyendo enormemente en la configuración del llamado “Sistema Mundo” y  la “Economía mundo”.

Descubrir las transformaciones habidas en la cultura judía en el contexto americano y estudiar sus formas de resistencia pasiva y de disidencia religiosa.

Retratar la ideología y la creación mítica sefardí ante el descubrimiento de un Nuevo mundo y de las culturas indígenas.

Con estos fines me dispongo a abordar la temática descrita no a través de una crónica plagada de datos y fechas que resultarían contraproducentes para la extracción de las verdades históricas sustanciales que definen la experiencia americana de los judíos, sino a través de un estudio crítico que trate de describir los ejes de la cultura sefardí y su relación con el continente americano, para ello expondré una serie de teorías elaboradas y respaldadas por ejemplificaciones directas que culminarán en la estructuración de un estudio basado en dos ejes: la Identidad de la cultura judía en América y el papel jugado por estas comunidades en el desarrollo histórico de los ejes económicos, confesionales y políticos de la historia de América y del Atlántico.

“LA HERÉTICA PRAVEDAD”: los sefardíes, su diáspora y, al fin, América

 Hablar de los judíos en América no es tan sencillo como pueda parecer en la acepción original. Hablar de los judíos en América es hablar de sefardíes, cripto-judíos, conversos, marranos, diásporas, persecuciones, represión, inquisición, redes…

De ahí que precisemos, antes de emprender el grueso de nuestras argumentaciones, de sentar una serie de precedentes que nos sirvan como base conceptual y terminológica para el resto del trabajo.

Los sefardíes o sefaradíes son los judíos que habitan en la Península ibérica durante la Edad Media  y se insertan dentro de las sociedades hispánicas medievales como una comunidad definida por un status que la diferencia de las otras dos culturas predominantes (cristiana e islámica). Este Status es el resultado del mantenimiento de una identidad que les autodefine como pueblo, a pesar de su dispersión a lo largo de la práctica totalidad de ciudades y villas de los reinos peninsulares. La lengua hebraica, la práctica del sistema religioso y ritual judaico estructurado a partir de la Torá (“ley, enseñanza”), que por extensión se refiere a todo el contenido del judaísmo: las Escrituras, su tradición oral y la interpretación inspirada de las mismas (Misná, Talmud, Midrás, comentarios bíblicos, etc.)[1] y, por último, el mantenimiento de una serie de actividades económicas y laborales características que les convertirán en los banqueros, comerciantes, burócratas y profesionales liberales por excelencia de la Península. Todo ello merced a un status jurídico muchas veces ventajoso para el desempeño de estas actividades y a su propio entramado cultural, que les permite recurrir a  actividades poco honrosas en la cosmovisión cristiana, como el préstamo. Adquieren así un peso específico tremendamente grande en comparación con su potencia cuantitativa que les llevará a insertarse rápidamente en los círculos del poder, sobretodo dentro del aparato monárquico, que les tendrá como prestamistas y aliados frente a la nobleza. Todo este poder y riqueza, alcanzados merced a actividades tan mal consideradas por las sociedades cristianas, sembrarán frecuentemente la mies de la intransigencia y el rechazo de estas comunidades y son sin duda la raíz del hecho de partida de nuestra historia: su expulsión y conversión. Aún con esto, debemos aclarar que en los siglos de arraigo en la península la cultura sefardí se convierte en una realidad con entidad propia, que queda ligada al mundo hispánico y participa de un proceso de extrapolación cultural con las otras dos grandes culturas que implica la conformación de una identidad sefardí que trasciende la judía y que les dota de una cultura hibridada que les define y de la cual están concienciados.

Y es aquí donde llegamos al año clave que marcará, como si de una  predestinación se tratase, el fenómeno judeo-americano. El año 1492 se produce el archiconocido descubrimiento de América. Pero, previamente había acontecido en la Península otro hecho de enorme relevancia: el 31de marzo los Reyes Católicos aprueban en la totalidad de sus reinos el Edicto de Expulsión.[2] Los judíos que no abandonaran oficial y privadamente su religión y se convirtieran a la Fe Católica abanderada por el Estado y por la cultura desde este momento preponderante en la Península, debían abandonar sus reinos bajo pena de muerte.

“Qué ningún reconciliado, ni hijo ni nieto… de quemado o condenado por la herética pravedad… pueda pasar ni pase a nuestras islas”.[3]

Inmediatamente se produce la conocida como la Gran Diáspora sefardí: los judíos que no aceptan la conversión se ven implicados en una emigración a gran escala hacia el norte de Europa, el Magreb y los puertos mediterráneos. Más tarde estudiaremos en profundidad las implicaciones económicas y culturales de este fenómeno, pero ahora cabe aclarar que es una dispersión parcial en cuanto a que buena parte de los judíos peninsulares aceptan la conversión y permanecen en los reinos hispánicos.[4]

Ya tenemos la primera división sustancial de la cultura judaica peninsular: por un lado  encontramos a los sefardíes que conservan intacta su identidad y pueden manifestarla abiertamente. Son aquellos que han emigrado al mundo Árabe y a la Europa del norte, dónde se acepta su presencia dentro de las comunidades judías ya existentes. Por otro lado, los conversos, que de repente se encuentran en una sociedad hispánica que ha convertido la “limpieza de sangre”, es decir, la ausencia de ascendencia judía o musulmana, en un patrón social y político absoluto para delimitar el status de los individuos. La única solución que les queda es renegar de su condición, no ya de judíos sino también propiamente de conversos. Todo ello bajo la asfixiante vigilancia de un órgano creado explícitamente como ejecutor de este nuevo orden social uniconfesional: el tribunal de la  Inquisición. Por cierto que, paradójicamente, la Inquisición será la principal testigo de la realidad de los judeoconversos en América, merced a sus documentos y registros judiciales.[5]

Pero, ¿es sincera esta conversión? Esta pregunta establece una nueva división: por un lado el converso que verdaderamente renuncia a su identidad y se convierte en un cristiano según los preceptos hispánicos. Por otro lado, el llamado “cripto-judío”, aquel que  conserva su identidad religiosa en el ámbito de lo privado, de lo familiar y de lo emocional e ideológico (siempre en el estrecho ámbito que le impone la clandestinidad).

En opinión del estudioso Richard L. Kagan los conversos de los reinos hispánicos se adaptan en su mayoría al sistema de creencias impuesto y abandonan el judaísmo, siendo una minoría los que conservan y practican su cultura y, aún más importante, los que conservan redes de relación con los sefardíes emigrados.[6]

La mayoría, que no todos, de los conversos hispánicos renuncian a su sistema cultural, si bien sí que conservan sus roles sociales y sus actividades económicas tradicionales. De este modo, vemos a conversos situados en los puestos principales de la Monarquía Católica y de la sociedad hispánica.

Esta inserción conversa en las élites de la sociedad hispánica implicará inefablemente su profunda implicación en la colonización del continente americano. Pero, ese es un asunto que no es del máximo interés para este trabajo, pues en el momento en el que esos conversos renuncian a su identidad ya no hablamos de cultura judía en América. Nos interesan, principalmente, aquellos que desarrollan su cultura en la clandestinidad. Pero los conversos hispánicos no terminan de establecer verdaderas redes de colaboración económica y cultural como una comunidad constituida en la clandestinidad.

¿Entonces?, hay otros que sí: los marranos, los conversos y Criptojudíos del reino de Portugal. Estos constituyen el cuerpo comunitario más relevante en su interacción con América y son los portadores por excelencia de la cultura judía al continente americano durante la Edad Moderna.

En 1496 Manuel I “el afortunado” aprueba un Edicto de conversión forzosa de todos los sefardíes presentes en el reino de Portugal (muchos de los cuales eran inmigrantes de la gran diáspora de 1492). He aquí la diferencia fundamental: la conversión es forzosa, no se les da posibilidad de migración como en los reinos hispánicos, donde los que quedaron lo hicieron voluntariamente y, por tanto, prefirieron la conservación de status social a la de su cultura. Sin embargo, aquí la comunidad judía no se descompone, todo lo contrario:  la obligada conversión, la clandestinidad y la represión desembocarán en el fortalecimiento de una identidad comunitaria aislacionista que provocará el mantenimiento clandestino de una cultura judía basada en las prácticas ceremoniales y culturales ilícitas que ayudarán a mantener un sistema de redes parentales y económicas exclusivistas y comunitarias que además les mantendrán en contacto con todos los elementos de la diáspora sefardí.[7]

El salto a América y la relación con el continente de este grupo es el eje más potente para estudiar el judaísmo en el entorno del Nuevo Mundo.

El terreno para el salto a América está abonado,  sobretodo en un grupo que conserva su identidad cultural, con todas las implicaciones que ello tiene en su vocación mercantil. Veremos hasta qué punto los cripto judíos portugueses cambian a América y América les cambia a ellos.

 “SON RICOS Y PODEROSOS”: la Gran Diáspora y la Economía Mundo

 Partimos de una afirmación categórica: la diáspora de los judíos sefardíes guarda una relación directa con el fenómeno económico que supone el descubrimiento de América en la Edad Moderna. Este fenómeno económico, que consiste en la integración de los mercados mundiales en un único conjunto dinámico que integra a las economías de todos los territorios continentales según unas relaciones de explotación e intercambio basadas en el dominio de las potencias europeas y en su papel como consumidoras y explotadoras metropolitanas de los territorios coloniales, recibe el nombre de Economía Mundo[8]. El mundo ha cambiado, se ha expandido, Europa trasciende sus fronteras, previamente basadas en los mercados locales y en las relaciones feudales, del mismo modo que América, que África y que Asia entran en esta gran red, que siembra ya el camino que inefablemente hemos seguido hasta el día de hoy: la globalización. Todo ello con un eje: el Océano Atlántico. De ahí que sea el “atlanticismo” la disciplina historiográfica que estudia la vertebración económica del mundo a partir del descubrimiento de América.

De aquí saltamos a una segunda afirmación categórica: la gran diáspora de los judíos sefardíes es un hecho histórico fundamental en el establecimiento de las conexiones comerciales, ideológicas y familiares a nivel transatlántico.

Como ya hemos descrito en el punto precedente, la gran diáspora sefardí provoca que toda una serie de grupos humanos conformadores de esta comunidad se repartan a lo largo de los principales puertos comerciales del mediterráneo y del norte de Europa. Esta es su dispersión en el viejo mundo. Por otro lado, los judeoconversos hispánicos ya hemos dicho que se hallan en gran medida fuera de las redes que interconectan a lo largo del mundo a la cultura sefardí y su salto al nuevo mundo no es significativo a este nivel.

La clave está en los marranos, estos, se constituyen en una comunidad de criptojudíos que conserva sus raíces culturales y por tanto sus medios de contacto con las unidades de la diáspora sefardí. El salto de los marranos a América es el salto del judaísmo al nuevo mundo. Y será la plantación el trampolín que les catapulte al nuevo continente.[9] Las posibilidades comerciales que ofrece esta unidad económica típica en el imperio portugués en seguida llamarán la atención de las comunidades judías, que en su vocación mercantil se lanzarán a la empresa colonialista, haciéndose cargo de las principales actividades productoras de riqueza que se generan en el imperio luso. En seguida encontramos toda una red de conversos que controla un porcentaje elevadísimo de las plantaciones algodoneras y azucareras del Brasil y de las costas africanas, como por ejemplo la célebre plantación de Sao Tomé. Vemos también magnates que se dedican al comercio de productos típicamente brasileños, como por ejemplo las grandes compañías madereras brasileñas, que proveen de material a toda Europa. Y por supuesto, no podía faltar un elemento, la contrastación de la presencia de mercaderes conversos en las empresas esclavistas, también como consecuencia de la necesidad de mano de obra para las plantaciones.

En el año 1560 ya podemos obtener una panorámica suficientemente ilustrativa de cómo los criptojudíos portugueses se han insertado en el control de los ejes económicos del imperio portugués y del comercio transatlántico.[10] La plantación, el esclavismo y la importación a Europa de madera y otros productos brasileños no son compartimentos estanco de la economía sino que se interrelacionan en una línea comercial constante, en un triángulo tricontinental que se basa en la extracción de negros de África para su venta al por mayor en Brasil como mano de obra para las grandes plantaciones algodoneras  y azucareras, que a su vez exportan su producción a toda Europa, además de otros productos rentable como la mencionada madera. Todas estas mercancías, tanto las humanas como las agrícolas y manufacturadas son transportadas en los mismos barcos que realizan esta suerte de gran ruta comercial que parte de Lisboa para pasar por las factorías africanas, llegar al Brasil por el Atlántico y volver a Europa para distribuir las mercancías americanas por sus puertos. No podemos aun realizar afirmaciones categóricas con respecto al porcentaje controlado por los judeoconversos  de estas propiedades y actividades económicas. Sin embargo, sí que existen algunos datos reveladores, como la certeza de que a finales del siglo XVII el ochenta por ciento de las plantaciones del rico puerto de Curaçao eran propiedad de cripto-judíos. Así lo ilustra un registro llevado a cabo por un cargo local de la sinagoga, Moisés Navarro, durante la etapa de dominio holandés sobre la región, cuando la cultura judía sale de la clandestinidad[11]. Vemos por tanto como los judíos participan ampliamente de cada uno de los eslabones de la gran cadena operativa que configura la actividad económica del imperio lusitano durante el siglo XVI.

En conclusión, el salto sefardí al nuevo mundo ya es un hecho. Las comunidades judías están insertas en Brasil y participan activamente del fenómeno económico atlántico. Por otro lado, las comunidades sefardíes están repartidas por las principales ciudades comerciales de Holanda, Inglaterra, Francia e Italia (siempre sin contar con los reinos que se integran en la poderosa monarquía hispánica en los cuales actúa la Inquisición).[12] Y no solo eso, también observamos importantísimas comunidades sefardíes introducidas en los principales puertos del mundo árabe, en concreto en los puertos otomanos del Magreb, como Argel, en ciudades griegas como Salónica o en la poderosa capital del gran imperio otomano, Estambul.[13] Pero lo importante no es la extensión de la diáspora sino sus implicaciones, pues estos sefardíes conservan sus enlaces culturales entre sí y con los criptojudíos portugueses. Y no solo enlaces culturales sino también una serie de enlaces de parentesco que terminarán por estructurar un sistema que, girando en torno a la identidad judía de sus integrantes, vertebre una superestructura intercontinental de relaciones clientelares que se traduzcan en una colaboración mercantil.

Es decir, que la gran diáspora, la dispersión a la que se ven empujados los sefardíes, será el trampolín a partir del cual tengan la capacidad de insertarse en la totalidad de los mercados europeos y del mundo árabe. Esta extensión, unida a su identidad sefardí común, hace que desarrollen una serie de líneas clientelares, basadas en la solidaridad y en las instituciones familiares tradicionales que fomentarán su relación, a pesar de las grandes distancias que los separan, creando grandes redes financieras de crédito y de comercio.  Es esta la gran particularidad, el rasgo más genuino, de la identidad y de la cultura judía, el hecho que les convierte en una cultura única en la historia: el desarraigo como pueblo de un territorio geográfico concreto y su dispersión como comunidades marginales entre otras culturas y religiones dominadoras. Sin embargo, esta dispersión no supone la pérdida de su identidad cultural sino por el contrario la confirmación de su condición de pueblo en base a toda una serie de elementos que más tarde estudiaremos. Este hecho, el ser un pueblo relativamente definido, disperso por territorios distantes y diversos, es lo que les da su poder comercial, pues mantienen sus relaciones y sus redes y de este parentesco, surgen grandes entramados económicos que les convierten en mercaderes y prestamistas de gran éxito.

La diáspora sefardí crea entonces el sistema de redes clientelares y parentales comerciales más amplio de cuantos conecta a América con el viejo mundo. De ahí que digamos que la diáspora judía es una de las vértebras del sistema atlántico.

Pero antes de proseguir debemos hacer una aclaración al lector. La diáspora judía no es la única que existe en la Edad Moderna, ni aun la única que activa redes comerciales entre América y Europa. También han sido estudiadas la diáspora genovesa o la hugonota, pero estas distan de alcanzar las dimensiones mundiales de la sefardí.

También debemos decir que la estructuración del intercambio comercial partiendo de las redes familiares, parentales y clientelares no es una práctica exclusiva de los judíos, sino que es la base de todas las unidades económicas comerciales en la Edad Moderna[14]. El comercio transatlántico se basa en el control por parte de redes familiares amplias de los recursos, los medios de transporte y los poderes institucionales necesarios para crear una red de intercambio. Por ejemplo, sabemos cómo el comercio entre la metrópoli sevillana y América, sobre todo a nivel privado, necesita de la existencia de grandes clanes que sitúen a sus miembros en los puntos de control neurálgico de cada uno de los eslabones de la cadena operativa necesaria para llevar a buen puerto las transacciones comerciales. Un clan vasco que comercie con América precisará de entablar relaciones clientelares a través de la ligazón del matrimonio con otros clanes o familias de manera que finalmente se constituya una red que posea al menos una familia nuclear implicada en sus intereses económicos en cada una de las bases de todo el proceso productivo. Imaginemos el clan de los Oriola, con parientes en Lima, Potosí, Veracruz, La Habana, Sevilla, Madrid y, por último, Navarra, en el valle del Baztán. Desde la extracción de la plata en Potosí, su transporte a Lima, su embarque en la flota de Indias, su llegada al puerto sevillano y su distribución por la península.[15]

Una red de comercio sefardita funciona a través de los mismos mecanismos, pero, reforzada por un sentimiento cultural exclusivista. De este modo, partiendo de una familia nuclear judía, observamos como las alianzas matrimoniales terminan por crear una “casa”, entendida como un conjunto de familias integradas en un entramado comercial.[16] Lo que realmente hace única a la diáspora sefardí y a las redes económicas que de ella derivan es su capacidad de conectar a todos los imperios ultramarinos de su tiempo al mundo islámico e incluso al lejano Oriente. De este modo, los judíos protagonizan un fenómeno social único en la época. Funcionan como un puente cultural y económico en una Europa de potencias confesionales que están profundamente divididas y que, en consecuencia, también tratarán de dividir, controlar y obstaculizar el libre comercio americano. Pero los judíos sefardíes se encontrarán insertos en los imperios católicos, protestantes e islámicos y actuarán como un elemento decisivo a la hora de incentivar el libre comercio en las redes transatlánticas. De este modo, a finales del siglo XVII, los sefardíes constituyen una diáspora comercial que ha penetrado en diversos grados en las estructuras económicas de los principales imperios transatlánticos de la época: el imperio hispánico, Portugal, Francia, Holanda, Inglaterra y Dinamarca[17], y que además conecta el comercio transatlántico con el mundo árabe a través de sus redes mediterráneas, que van desde la península, pasando por las ciudades libres italianas (cobrando especial importancia la comunidad judía de Venecia), hasta llegar al imperio otomano y al Magreb.

Son, por tanto, la única diáspora internacional, transatlántica y supraconfesional. Si es el Imperio hispánico el primero en tender un puente atlántico entre Europa y América, los sefardíes pronto tenderán toda una telaraña que trascenderá las anquilosadas barreras monopolísticas y arancelarias que primaban en las políticas económicas de  la época. Todo ello partiendo de la base de su propia identidad familiar y confesional.

Estas colaboraciones económicas que estructuran el comercio entre las comunidades sefardíes y los conversos son tan extensas y profundas que difícilmente puedo retratarlas en este trabajo, pero a lo largo de la Edad Moderna se insertan en todos los sectores de importancia de la economía americana, constituyéndose como la minoría más competitiva del continente, no olvidemos que estas redes clientelares les daban fácil acceso al crédito (muchos de los principales banqueros europeos eran de etnia judía) y a la distribución de sus productos por todos los puertos del viejo mundo.

En qué consiste esa identidad y esos mecanismos para generar redes familiares a partir de la pertenencia común a la cultura judía lo estudiaremos en el siguiente punto.

En todo caso, este fenómeno comercial transatlántico que nace de la iniciativa de las comunidades judaicas es, sin duda, su contribución más importante a la “gran historia” del continente americano.

Pasaremos de lo amplio a lo concreto definiendo a grandes rasgos la inserción de los judíos y consiguientemente de sus redes comerciales, en el mundo americano.

La primera fase ya ha sido descrita, aquella que va desde el descubrimiento de América hasta la década de 1560, en la cual las comunidades de criptojudíos crean redes comerciales con base en la Plantación y en el esclavismo y conectan estas unidades económicas con todo el mundo mediterráneo y europeo distribuyendo sus productos en las ciudades comerciales a través de sistemas de “casas” que implican que en cada ciudad existe un grupo de familias sefardíes o conversas que les apoyan en la distribución, explotación o compra de los productos, en el transporte o en la obtención de crédito.[18]

La segunda fase de la presencia judaica en el Nuevo Mundo la abre ni más ni menos que un hecho político trascendental: el acceso en 1581 de Felipe II a la Corona Portuguesa. Este hecho político de gran envergadura comportará una serie de medidas promovidas por el monarca tendentes a la integración económica de ambas coronas mediante la concesión de permiso a los portugueses de acceder a los virreinatos de Perú y Nueva España y participar activamente de la explotación de sus recursos económicos, sobretodo de la explotación minera y en la flota de indias. De este modo, las economías de Brasil y los Virreinatos hispánicos quedan parcialmente integradas.

Este fenómeno provocará la intempestiva entrada de los canales comerciales conversos en los puertos, ciudades mineras y enclaves estratégicos virreinales.[19] México, Lima, Veracruz, Puebla, Guadalajara, Cartagena, Potosí… En este punto histórico observamos un proceso de concentración en localidades o barrios concretos de todos los puertos y ciudades indianas,  como Casteloblanco en Cartagena o La Beira en México. Será común la alerta de las autoridades y de los vecinos o al menos su inquietud debido a la presencia de mercaderes portugueses de sospechosas costumbres y que además se insertan exitosamente en todas las actividades productivas que producen beneficios en el continente americano.

*Solicitud 1619 procurador de Río de la Plata para el establecimiento de un Tribunal de la Inquisición en Buenos Aires:

(De los conversos portugueses) “Son ricos y poderosos (…) Saben las ocasiones de vender, y llevan las mercaderías que son menester, sacan grandísimas cantidades de oro y plata, de forma que los Castellanos que residen allí no tienen casi trato alguno por estar todo en poder de esta gente”

Esta es solo una de las muestras notablemente elocuentes de la veracidad y la magnitud del hecho de la apertura de los canales comerciales a los judeoconversos portugueses merced a la integración de las coronas ibéricas. En concreto, existirá una línea comercial que nos debe llamar especialmente la atención. Parece claro que la arteria que más explotan estos judeoconversos es aquella que, vía Tucumán, conecta el Potosí con la ciudad de Buenos Aires. Son numerosos los testimonios que prueban que los judeoconversos se han introducido en la explotación minera del Potosí e insertan la plata extraída en un comercio contrabandista que desde Buenos Aires saltará a Brasil y que interconectará con el comercio negrero, maderero y de plantación, introduciéndose libremente en los mercados europeos, y rompiendo los rígidos principios monopolísticos y proteccionistas impuestos por el Imperio Hispánico. Vemos por tanto como los judeoconversos se sitúan en la vanguardia de la apertura y la dinamización del comercio indiano, y en la base de la dinamitación de la estructura económica de la monarquía imperial.

Esta etapa durará hasta 1640, fecha en la que se produce la independencia portuguesa que trae con ella un grave daño al comercio entre conversos brasileños e hispánicos. Sin embargo, esto durará poco: en la década de 1660, la pujanza del imperio holandés revitalizará la actividad judía con el eje Ámsterdam-Curaçao. Holanda capturará la zona del Surinam, cerca de la zona de Colombia y Venezuela, en la Guayanas. Aquí se estructurarán una serie de núcleos azucareros, en los que los judíos sefardíes gozarán de amplia participación, casi de un monopolio. Al mismo tiempo se producirá, merced a la política de liberalidad confesional de los holandeses, un proceso de regeneración cultural, en el que los judíos americanos podrán volver a establecer congregaciones y comunidades cohesionadas. Más adelante estudiaremos este fenómeno.

Por último, llegaríamos a una fase que es de menor interés para el trabajo, en la cual la represión borbónica y la extensión del Imperio Inglés, supondrán la decadencia financiera  de los comerciantes judíos.


[1] Antonio Domínguez Ortiz; “Los judeoconversos en España y en América”; Madrid 1971

 

[2] Fernando Díaz Esteban; “América y los judíos hispanoportuguses”, Editor: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”/Real Academia Española de la Historia; Madrid 2009. Pgs. 125-132

 

[3] Isaac Goldenberg: “El Gran libro de la América Judía”; Editor: Universidad de Puerto Rico;1998

 

[4] Fernando Díaz Esteban; “América y los judíos hispanoportuguses”, Editor: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”/Real Academia Española de la Historia; Madrid 2009. Pgs.125-132

 

[5] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs 152-156

 

[6] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.5-13

 

[7] Fernando Díaz Esteban; “América y los judíos hispanoportuguses”, Editor: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”/Real Academia Española de la Historia; Madrid 2009. Pgs.127-134

 

 

[8] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.28-45

 

[9] Margarit Bejarano;“Un mosaico de identidades fragmentadas:

los sefardíes en América Latina” http://www.ort.edu.uy/sobreort/pdf/bejarano2.pdf

 

[10] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.4-12

 

[11] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.57-66

 

[12] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.28-45

 

[13] Margarit Bejarano;“Un mosaico de identidades fragmentadas:

los sefardíes en América Latina” http://www.ort.edu.uy/sobreort/pdf/bejarano2.pdf

 

[14] Fernando Díaz Esteban; “América y los judíos hispanoportuguses”, Editor: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”/Real Academia Española de la Historia; Madrid 2009. Pgs.28-45

[15] Antonio Domínguez Ortiz; “Los judeoconversos en España y en América”; Madrid 1971.Pgs.186-204

 

[16] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.67-70

 

[17] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.4-14

 

[18] Richard L. Kagan/ Philip D. Morgan; “Jews, Conversos, and Crypto-Jews in the Age of Mercantilism”; Editor: The John Hopkins University Press; Baltimore 2009.Pgs.8-14

 

[19] Fernando Díaz Esteban; “América y los judíos hispanoportuguses”, Editor: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”/Real Academia Española de la Historia; Madrid 2009. Pgs.186-204