Sancho Zancas, de los Ensayos poemáticos complutenses

Sancho Zancas, de los Ensayos poemáticos complutenses

 

A LOS ESTUDIANTES.

 

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SANCHO ZANCAS.

 

UNO.

 

Nadie debería salir de estas facultades humanísticas de Alcalá

 

sin llevar tatuado o en “persing” en el alma

 

ese prodigioso capítulo Nueve -número mágico- del Quijote, hospital

 

aquel en el que el autor se encuentra con la novela escrita

 

por Cide Hamete Benengeli, arábigo y manchego, el verdadero autor.

 

Estaba en arábigo en unos cartapacios

 

que habían llevado a vender a un sedero,

 

-en la basura diríamos hoy, papeles para desechar o tirar,

 

como los que recogen los cartoneros por ahíy

 

así lo describe Cervantes

 

en ese espléndido capítulo:

 

“Estaba en el primer cartapacio

 

pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el Vizcaíno,

 

puestos en la mesma postura que la historia cuenta,

 

levantadas las espadas,

 

el uno cubierto con su rodela, el otro de la almohada,

 

y la mula del Vizcaíno tan al vivo

 

que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta…

 

O sea, que se veía a la legua que era una mala mula de alquiler…

 

“Tenía a los pies escrito el Vizcaíno un título que decía:

 

Don Sancho de Azpeitia

,

-que, sin duda,

 

debía de ser su nombrey

 

a los pies de Rocinante estaba otro que decía:

Don Quijote.

Estaba Rocinante maravillosamente pintado,

 

tan largo y tendido,

 

tan atenuado y flaco,

 

con tanto espinazo,

 

tan ético confirmado,

 

que mostraba bien al descubierto

 

con cuanta advertencia y propiedad

 

se le había puesto el nombre de

Rocinante.

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Junto a él estaba Sancho Panza,

 

que tenía del cabestro a su asno,

 

a los pies del cual estaba otro rótulo que decía:

 

Sancho Zancas

.

Y debía de ser que tenía,

 

a lo que mostraba la pintura,

 

la barriga grande,

 

el talle corto y las zancas largas.

 

Y por esto se le debió de poner nombre

 

de

Panza

y de

Zancas,

que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia.

 

Otras algunas menudencias había que advertir;

 

pero todas son de poca importancia y que no hacen al caso

 

a la verdadera relación de la historia,

 

que ninguna es mala como sea verdadera.”

 

Cierre de comillas. Ninguna historia es mala como sea verdadera. Un gran reto.

 

¿Quién se atreverá a elaborar un discurso después de uno así de plástico

 

casi audiovisual?

 

No seré yo, y por eso baste con unos pocos propósitos o gruñidos:

 

O audiovisualizamos a don Quijote y a Sancho Zancas

 

o nadie se va a enterar dentro de poco de nada de lo que estos dos locos

 

dejaron razonado para enseñar a razonar a los cabreros

 

o postpunkis espantosos, carne de audiovisuales, que dicen.

 

Y en el comienzo de esa magna operación está, sin duda alguna,

 

destruir esa imagen chata y garrula del Sancho Panza de Doré,

 

zanqui-corto y barrigón,

 

atortugado, achaparrado, aplastado…

 

sin zancos,

 

sin zancas,

 

mentirosa imagen,

 

mala por no parecer o no ser verdadera,

 

como el autor Cervantes dice que deben ser las historias.

 

Y las imágenes, claro, sobre todo para un fabricante de imágenes

 

como el susodicho autor,

 

que a veces presenta verdaderos guiones cinematográficos

 

como algunas de sus comedias que tildaran de flojas o irrepresentables…

 

¿Cómo no vamos a pedir

 

experimentalidad para Humanidades?

 

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Sin ella sería imposible

 

perseguir a Sancho Zancas

 

a lomos de su burro rebuznador y tranquilote,

 

los pies del 44 o el 45 casi arrastras por el suelo de largas que tenía las zancas,

 

seguro que guapetón de joven para ligarse a una listísima y enamorada Teresa Panza

 

igual de imaginativa que él

 

que a su propia hija llamó Sanchica

 

en recuerdo de la guerra que no le habría dado el garañón del Sancho

 

allá cuando los galanteos de veinteañeros,

 

cuando se les coló lo de la boda y la Sanchica,

 

ahora adolescente

 

-“que mostraba ser de edad de 14 años, poco más o menos”-

 

que se ve que va para casadera…

 

Teresa estaba encantada con su Sancho gobernador

 

por lo que ella se convertía en gobernadora

 

y podría “poner como nueva” a “la más pintada hidalga”.

 

Y la chica Sanchica

 

-tenían otro hijo que ni aparece en escena

 

en este capítulo II, 50-

 

también haciéndose cuentos de la lechera, que dicen,

 

con su padre gobernador, viéndose en coche y elegante

 

y sin importarle los murmuradores,

 

pues “pisen ellos los lodos y ándeme yo en mi coche,

 

levantados los pies del suelo”,

 

como su padre Sancho

 

gran refranera.

 

Porque todo esto no era novedad para Teresa Panza, pues

 

“todas estas aventuras, y aún mayores, me las tiene profetizadas mi buen Sancho,

 

y verás tú, hija, cómo no para hasta hacerme condesa”.

 

¿Quiénes estaban más locos, Quijote, Sancho, Teresa o Sanchica?

 

¿Qué fantasías no le habría contado Sancho a su Teresa para ligársela

 

cuando a ella le parece natural que su buen Sancho de su alma la quiera condesa?

 

“Mire Usted, que le va una a contar, que diría la Teresa,

 

metomentodo,

 

experimental…”

 

Un Sancho recién cuarentón y en paso de Zancas a Panza,

 

trabajadete él de tanto darle al azadón y a la bota de vino,

 

pero tan loco como siempre

 

escudero andante

 

detrás de otro que tal

 

en busca de conseguir convertir a nuestra Sanchica en marquesa o duquesa

 

o solamente en rica casadera.

 

Ya le tenía ojeado un marido incluso en su gobierno de Barataria,

 

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el hijo del hidalgo rico Diego de la Llana.

 

Realmente una locura supina

 

a la que se sumaron gozosas la Teresa y la Sanchica,

 

con proyectos de grandeza y de comprarse coche incluso,

 

una locura de revista del corazón en tiempos de hidalgos pobres.

 

Ahora que sabéis algo más del tiempo real y el tiempo histórico y el tiempo literario

 

podéis experimentar -y hasta especular, de espejocual

 

de los dos estaría más loco,

 

el caballero loco por la lectura

 

o el escudero grandullón y un tanto pantagruélico

 

para algunos hoy ya don Sancho Zancas de la Mancha.

 

Y eso es todo.

 

Como sois -somos- muchísimos los nuevos humanistas

 

había quedado en preparar una conferencia de no más de tres minutos

 

y creo que si sigo por este camino me pasaré de tiempo.

 

Quede así esta conferencia/ensayo poemático,

 

pudiera ser nuevo género literario

 

que iré -iréis o iremos- desarrollando en meses y años sucesivos de trabajo,

 

en años de humanismo y experimentalidad.

 

Como tiene que ser.

 

Muchas felicidades a todos, y ¡vivan los sabios humanistas sanchos zancas!

 

DOS

 

Hasta aquí, la conferencia que le había prometido a nuestra decana,

 

la simpar doctora Loli Cabañas,

 

de dos minutos y medio o tres de duración dada la premura del tiempo

 

al ser varias las promociones que celebran su graduación,

 

centenares y centenares de diplomas para entregar.

 

Más tarde me dijeron que ya no había tanta premura de tiempo,

 

con lo que podía hablar un poquito más.

 

Y me eché a temblar.

 

Hay cosas que se pueden decir en dos minutos y quedan muy bien

 

pero si te dan mucho tiempo para decir algo

 

no tienes tiempo para nada pues te gustaría decir muchísimo.

 

Así que me hube de prometer no comenzar a hablar sin más,

 

porque me conozco, sino decir únicamente lo que traiga por escrito

 

y ceñirme a ello.

 

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Y para decirlo con un tono reposado y no embalarme como es frecuente,

 

traerlo por escrito como en verso, pero que no es verso medido,

 

sino cambio de línea para señalar una pausa

 

en la lectura,

 

así.

 

Con cierto ritmo oral o para ser leído,

 

como ritmo de declamación.

 

Hoy sabemos que en la época de Cervantes se consideraba que para la prosa

 

había leyes rítmicas similares a las del verso, pero no tan formuladas.

 

Interpretadas, por ejemplo, en claves de declamación.

 

Es un método muy práctico para leer en público

 

como lo vimos en el ensayo del discurso de la Edad de Oro del Quijote

 

en las pruebas que hicimos para intentar audiovisualizarlo

 

y que quedara clara la gran capacidad que tiene de captación del oyente.

 

Porque ese es un asunto clave,

 

esa oralidad -tan de moda hoyque

 

sólo la oralidad puede recoger con fidelidad máxima

 

sobre todo para los poco o malos lectores

 

para la gente audiovisualizada y con otros hábitos a la hora de informarse o distraerse.

 

Y se merecen un tipo más refinado de información

 

que el de las tele-basuras al uso

 

que sólo refinados humanistas serán capaces de elaborar, sin duda,

 

ojalá que vosotros mismos o nosotros más todos los vosotros que vengan luego

 

humanistas experimentales impenitentes y voluntariosos.

 

Como en el Renacimiento o en el Barroco,

 

que supongo que habreis estudiado como una de las madres

 

del cordero que hoy bala por las calles de las ciudades occidentales,

 

parece que padecemos,

 

mayores y jóvenes,

 

profes y alumnos,

 

una aguda crisis de argumentos de autoridad.

 

Tan simple como: “Pues aunque lo diga don Fulano de Tal, no me lo creo”.

 

Por muchas cosas:

 

porque a ese don Fulano de Tal le han cogido en demasiados renuncios,

 

porque se ha desdicho de cosas que parecían incuestionables,

 

porque no le llama pan al pan que comemos nosotros y le llamamos pan

 

o dice que no existe lo que a diario vemos por la calle

 

y se queda tan ancho

 

y sigue dogmatizando con lenguaje que sabemos ambiguo…

 

O

 

-y entonces sería mucho más graveporque

 

ese don Fulano de Tal es un simple ladrón,

 

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corsario de guante blanco como sir Francis Drake o Barbarroja,

 

y uno no le puede creer cuando habla de moral y conveniencias.

 

Crisis de argumentos de autoridad, en fin,

 

y búsqueda de novedades.

 

Y ya se sabe lo que hicieron aquellos renacentistas y barrocos:

 

volver los ojos a los clásicos;

 

por entonces, a los clásicos de la antigüedad pagana precristiana,

 

que podría racionalizar un poquito aquella confusión

 

a la que había llegado la ciudad cristiana.

 

Hoy también ellos -humanistas y científicosentran

 

en ese gran saco de los clásicos para nosotros,

 

Cervantes a la cabeza,

 

a los que volver los ojos en momentos de crisis de argumentos de autoridad

 

como hemos quedado que son

 

-al menos en este ensayo poemáticolos

 

tiempos en que vivimos.

 

Volver lo ojos a los clásicos o volver la cámara

 

a los clásicos y sus recreaciones,

 

ya que la cámara,

 

como los espías eran los ojos y orejas del rey para los clásicos,

 

las cámaras parecen haberse convertido en ojos y orejas de las muchedumbres

 

en las que nos encontramos inmersos todos,

 

porque todos somos la muchedumbre ya, sin duda y a mucha honra.

 

Nuestro principal cuidado de humanistas -experimentales o noserá

 

mostrar a otros lo que conocemos del pasado,

 

y está claro que poco podremos hacer

 

con sólo el discursito

 

-breve, pues cada vez hay menos tiempodiscursito

 

retórico más o menos académico

 

y el articulito

 

-breve también, pues cada vez es más caro el papelarticulito

 

de especialistas para especialistas que casi nadie entiende ya

 

en su enroscamiento sobre sí mismo caracólico.

 

Bueno, esto es lo que viene escrito aquí y a lo que debo ceñirme. En fin.

 

¿Es posible que tenga que reciclarse a una parte importante de nuestros humanistas

 

hacia nuevas formas de narrar lo que saben del pasado,

 

ya que eso, contar y hacer comprensible a los otros el pasado,

 

y con él el presente,

 

es su función principal?

 

Pero ya está bien. Esto se está conviertiendo en una pesadez, me temo.

 

Así que paso al remate y

 

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TRES.

 

Hoy me he adornado para la ceremonia de entrega de diplomas de dos nuevas

 

promociones de graduados en la más global de las licenciaturas humanísticas

 

con una corbata de oro

 

regalo de un amigo que vive en Damasco,

 

uno de los corazones civilizados milenarios de la humanidad.

 

Una verdadera joya, tejida de oro y seda a mano,

 

con miles de nudos diminutos y que sólo es posible de precio asequible

 

con la existencia de refinadísimos artesanos que trabajan gratis de hecho

 

según nuestros baremos de cuánto vale la hora de trabajo.

 

Según los tiempos que corren,

 

algo a desaparecer.

 

Y me he metido en el bolsillo, como amuleto,

 

una de estas piedras de Mauritania, que vendían los jipis antiguos como abalorios,

 

y que era la moneda corriente en las caravanas del desierto

 

que iban hasta Tombuctú y el Níger para comprar el oro;

 

verdadero patrón monetario antes del patrón oro,

 

cuentas de vidrio veneciano de hace más de quinientos años algunas,

 

hermosísimas y perfectas,

 

imposibles de fabricar ahora porque se ha perdido la técnica exacta de fabricación

 

ante las nuevas técnicas y los nuevos materiales.

 

Nuevos amuletos,

 

nuevas reliquias.

 

Transformismos en las simbologías.

 

Al parecer, los psicólogos y los psiquiatras dicen que el círculo y la esfera,

 

el sol de Ra, la hostia de las custodias procesionales, la luna llena

 

se presentan como símbolo de una búsqueda de padre, maestro o guía.

 

Pronto, sin duda, podría simbolizar

 

simplemente el anhelo de un planeta azul de nuevo,

 

de agua y aire incontaminados y tierras regadas y fértiles.

 

El planeta tierra, el planeta marino, la gran esfera azul.

 

¡Cuánto más bonito para una cupulita universitaria

 

que un fetito cabezón mordiéndose un dedo un poco tonto

 

como un poco estulto debe ser quien lo imaginó para simbolizar

 

el nacimiento de la inteligencia,

 

verdadeo insulto a los inteligentes!

 

Todo sea en aras de la experimentalidad.

 

Y para terminar p. 8.

 

esta tercera fase y remate final de discurso ensayo poemático o qué

 

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-los rítmos trinitarios, 1,2,3, tesis/antítesis/síntesis, padre/madre/hijo, etc.,

 

son muy prácticos para estructurar un discursopara

 

terminar

 

un ruego a nuestro magnífico rector,

 

un ruego cervantino:

 

En la librería del viejo Bardón,

 

todo un clásico también de libreros de viejo,

 

hay un ejemplar de la Topografía de Argel de Diego de Haedo,

 

de la primera edición de 1612,

 

de la que no hay edición crítica,

 

en la que algunos cervantistas como Eisenberg y yo mismo

 

creen encontrar ecos -y hasta la mano arrabalesca- de Cervantes.

 

Por sólo medio millón, que es nada para presupuestos millonarios

 

de centerarios y celebraciones, podría estar en nuestra biblioteca.

 

Otro amuleto,

 

otra reliquia.

 

O mucho más.

 

Corbatas de oro,

 

cuentas de vidrio veneciano,

 

libros antiguos.

 

En fin.

 

Y muchas felicidades para los nuevos graduados

 

y que no se olviden de nosotros,

 

los que ya nunca más podremos ser eso: jóvenes graduados.

 

Y “a vívere”, con uve,

 

que dicen los italianos.

 

A vivir, que son dos días, y a trabajar.