MAX AUB, ALBERT CAMUS y LA PESTE CONCENTRACIONARIA, por José María Naharro-Calderón.

Decripción / Resumen:

02. Puesta de vías en el Transhariano Fondo Segundo Costa Rufino P

Puesta de vías en el Transhariano Fondo Segundo Costa Rufino. (Foto cedida por Eliane Ortega Bernabeu).

En su “Homenaje a los que nos han seguido” (1962) afirmaba Max Aub, en referencia a la obra de Goethe y las relaciones de parentesco intelectual entre los escritores, que “ignoro, naturalmente, cual fue, en general, la relación íntima de los escritores españoles de generaciones pasadas con las que nos siguieron, pero supongo que no pasarían de las afinidades electivas” (Aub, 2002b:  216). Y añadía que en su caso “poco hay de ello en lo que te une a las nuevas generaciones, entre otras cosas por la distancia. La ligazón es de otro tipo” (216).  Y proseguía destacando, que, al contrario, “tal vez el destierro nos ha servido ante todo para fijarnos y para que nos fijemos más en las raíces, raigones, brotes familiares. Y ¡qué pujanza, qué orgullo, qué fraternidad no vamos a sentir ante tantos que, aherrojados, nos van haciendo saber que no morimos en vano!” (216).

Con un giro que hubiera halagado al mismísimo Pierre Menard autor del Quijote,  Max Aub traspasaba  la responsabilidad de la continuidad estética del exilio al ejemplo de los jóvenes del interior.  De alguna forma apuntaba que los del interior habían antecedido a los maestros del destierro, o que los exiliados escribían gracias al ejemplo de los seguidores de la España de la dictadura. Al recoger  para  sí mismo el ejemplo de los discípulos, Aub evocaba una figura retórica que Harold Bloom actualizaría en The Anxiety of Influence: la griega apophrades o el regreso de los muertos [vivientes].[1] Aub además escondía, “por no servir a la policía,  cáncer universal,  tan español, de estos días amargos y esperanzados […] los nombres que todos sabéis” de aquellos nuevos precursores, portadores del testigo exiliado desde las Españas perseguidas, los cuales daban razón de ser y sostenían  la obra del destierro: “No somos nosotros ya, sino ellos. En ellos descansamos. A ellos debemos lo que somos y seremos, si algo hemos de ser” (216). Por ello, aquí trataremos de identificar en torno a la obra de Max Aub, algunas de estas ansiedades delimitadas por el crítico estadounidense: lo que llamaremos en línea con otra parodia de Josep Torres Campalans o de sus Crímenes ejemplares, A-ub-finidades s-electivas.  Estas tocan y saltan la estrecha geografía del telos estético-hegeliano, tanto a partir del compromiso ético-político del escritor como de sus necesidades creativas, e iluminan algunos de los retos, dudas y señas de identidad que rodeaban  aquella escritura a la altura de las circunstancias, dentro del contexto de pandemia actual extendido a los del universo concentracionario colonial francés que sufrieron los republicanos españoles exiliados de 1939, otro puente de la relación de  Aub con Albert Camus, autor de La peste.

Lo que obsesionaba a Aub, lo que impedía a Juan Ramón Jiménez el merecido descanso ante la Obra, o irritaba a Luis Cernuda, y a tantos otros desterrados de la pluma, no era sólo la salud de su producción, sino la incertidumbre del legado, la terrible condena al desierto de la ignorancia de los lectores pasados, presentes y futuros: la desaparición de la traza humana encarnada en escritura. El exilio metaforizado en La peste:[2]

Du moins, maintenant, la situation était claire, le fléau concernait tout le monde. Nous tous, au milieu des détonations qui claquaient aux  portes de la ville, des coups de  tampon qui scandaient  notre vie  ou nos  décès, au milieu des incendies et des fiches, de la terreur et des formalités, promis à une mort ignominieuse, mais enregistrée, parmi les fumées épouvantables et les timbres tranquilles des ambulances, nous nous nourrissions du même pain d’exil, attendant sans le savoir la même réunion et la même paix bouleversantes (Camus, 2006b: 162).

Además, Aub remarcaba la responsabilidad estética de aquellos descendientes en las Españas del interior, que no sólo aportaban a sus mayores desterrados “imágenes […] traídas por el aliento – o el desaliento – de las palabras ajenas”, sino que se habían apartado, al contrario de esos mayores, y desde un principio, de los “caminos extraviados y deleitosos de la poesía pura” (Aub, 2002b: 215, 217-218). Por lo tanto, la patria cultural escindida se asentaba en la comunicación mediante una lengua común trashumante, legada, traspasada y retornada, la cual además daba sentido a la tribu dispersa a ambas orillas de las Españas. No sólo los exiliados se reconocerían en el espejo que les brindaban sus teóricos discípulos del interior, sino que el ejemplo de resistencia de la España peregrina que había movido a hombres como Aub a elaborar una obra para su difusión allá en las Españas aherrojadas, crecía autónomamente en busca de sus propias raíces, y gracias a un cierto espíritu de lucha ajeno al exilio.

Por lo tanto, Aub concedía también, como casi una anulación postergada de su propia obra y ejemplo, que las generaciones del interior ignorasen el exilio como antídoto para combatir los efectos del franquismo.  Al contrario, en “De la literatura de nuestros días y de la española en particular” (1963), asumía que el interior generaba sus propios anticuerpos de resistencia (Aub, 2002b: 225). Con realismo y obligada generosidad, Aub entendía que, de nuevo, tal Gabriel Celaya, “la poesía [era] un arma cargada de futuro, pero como en José Ortega y Gasset, era imposible la salvación para el ser histórico si anteriormente no se hubiera remediado el mundo circunstancial: “si no la salvo yo, no me salvo a mí mismo”. Esa circunstancia se encontraba así apartada de la contingencia de los exiliados que dependían casi absolutamente de la supervivencia de su palabra a través de la del interior.

[1] Crimen ejemplar y negro maxaubiano mío, al hilo de las circunstancias pandémicas, como homenaje humorístico avant la lettre, a la comedia de zombís, The Return of the Living Dead (1985) de Dan O’Bannon.

[2] Me señala Eliane Ortega Bernabéu, que la epidemia de peste que tocó el barrio de la Marina de Orán en 1945 se llevó a dos de los primos del anarcosindicalista José Muñoz Congost, autor del fundamental Por tierras de moros para aquella historia (1989):  José y Ramón Congost García, fallecido aquel el 5 de enero de 1945, y su hermano pocos días después. La peste se habría originado en unas maromas contaminadas y se decía que “la obra de Camus: La peste estuvo inspirada en aquellos hechos […] así terminaron los dos, después de haber pasado serenamente y con entereza, las durísimas pruebas del desierto. Como otros tantos, intentaron en su tiempo escapar a aquella servidumbre […] Durante mi estancia en Hadjerat, fueron ellos, los que sirvieron de motor capaz de movilizar la solidaridad de amigos y compañeros para ayudarme” (Muñoz Congost, 1989: 239-240). Muñoz Congost es uno de los retratados y  señalado  con una cruz,  en la espantosa foto del campo de exterminio de  Hadjerat-M’Guil (Foto 10).

A mi amigo y compañero, Joe Brami, métèque, nacido en

Túnez, y refugiado en un campo de la Francia metropolitana

de De Gaulle.

 

En somme, le temps de l’épidémie fut surtout un temps d’exil.

Albert Camus, Les exilés dans la peste.

 

Fusiláis poco, pero matáis lentamente.

Diario de Gaskin (Bou-Arfa, 20-5-1942).

MAX AUB_ CAMUS y la peste concentracionaria

Ficha Técnica

  • Temática: Aub/Camus frente a frente, emocionante confrontación de exilios varios, de márgenes culturales que hoy sabemos que resultaron a la larga centrales. Periferias que devienen centros. El "futuro", si hay "futuro", está en la frontera. Una vez más. "En 1962, Max Aub intentó establecer una genealogía cultural como legado de su obra a favor de los escritores más jóvenes de las Españas del interior. Se trata de unas A-ub-finidades s-electivas, avant la lettre al modo de la ansiedad de la influencia de Harold Bloom, por las que el escritor desplazado asumía compromisos ético-literarios con otros exiliados, y en particular, Albert Camus, más allá de las polémicas existencialistas. Y dentro de contextos de exilios, en particular con los campos de concentración de franceses, que pueden ser leídos como alegorías para cualquier pandemia.
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  • Zona geográfica: África,Mediterráneo,Eurasia
  • Cita Bibliográfica: José María Naharro-Calderón: MAX AUB, ALBERT CAMUS Y LA PESTE CONCENTRACIONARIA. MAX AUB, ALBERT CAMUS AND THE CONCENTRATION CAMP PLAGUE. University of Maryland-USA, 2020.
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