Jean-Paul Sartre: La náusea. Una reseña para la colección de Nadadores del Archivo de la Frontera

Descripción / Resumen:

Sartre Leí sin demasiada emoción y sin demasiado interés el título algo mítico de Sartre y me fue resultando entre algo petulante/excéntrico y pretencioso a pesar de que podía ser interesante al adoptar una fórmula literaria que me interesa, la de un diario encontrado de un individuo (Antoine Roquentin) que, además, está enredado en un relato histórico que investiga a base de documentos archivísticos y que a lo largo del relato va a abandonar. Algo familiar, pero al mismo tiempo marginal para la pretensión del escritor. Sólo muy avanzado el relato, en la pág. 192 de las 271 de esta edición masiva del texto por el periódico El País, me topé con una frase que me hizo reaccionar al recordarme un viejo verso al que le tenía cariño, aquel de “Partir para llegar a alguna parte no es partir…” La frase era: “Inútil, era inútil subir puesto que no quiero ir a ninguna parte”. Este subir era un vulgar subir al tranvía de Saint-Élemir desde un lugar en el que veía el mar, pero un mar que para el autor ficticio alter ego del autor real Sartre no era más que algo “frío y negro, lleno de animales”. Nada poético, pues. El diario del autor ficticio alter ego de Sartre lo escribía entre París y Bouville, una ciudad literaria o ficticia a la orilla del mar; en una de sus últimas anotaciones, un “Martes, en Bouville”, tras volver de París de despedirse de una examante Anny que se va, deja una página de alguna manera sintética de su estado anímico general, “solo y libre”:

“Hoy mi vida llega a su fin.
Mañana habré dejado esta ciudad que se extiende a mis pies,
donde viví tanto tiempo.
Ya no seré más que un nombre, rechoncho, burgués, muy francés,
un nombre en mi memoria, menos rico que los de Florencia o Bagdad.
Llegará un momento en que me pregunte: ‘Pero cuando estaba en Bouville,
¿qué podía hacer durante todo el día?’
Y de este sol, de esta tarde, no quedará nada, ni siquiera un recuerdo.

“Toda mi vida está detrás de mí. La veo entera, veo su forma,
veo los lentos movimientos que me han traído hasta aquí.
Hay pocas cosas que decir de ella: una partida perdida, eso es todo.
Había perdido la primera vuelta. Quise jugar la segunda y también la perdí;
perdí la partida. Al mismo tiempo, supe que siempre se pierde.
Sólo los cabrones creen ganar.
Ahora voy a hacer como Anny, me sobreviviré. Comer, dormir.
Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos árboles,
como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía.

“La Náusea me concede una corta tregua. Pero sé que volverá;
es mi estado normal. Sólo que hoy mi cuerpo
está demasiado agotado para soportarla.
También los enfermos tienen afortunadas debilidades que les quitan,
por algunas horas, la conciencia de su mal. Me aburro, eso es todo.
De vez en cuando bostezo tan fuerte que las lágrimas
me ruedan por las mejillas. Es un aburrimiento profundo, profundo,
el corazón profundo de la existencia, la materia misma
de la que estoy hecho.”

Y así… Y ni siquiera hubiera recogido este texto que contiene en sí mismo el espíritu del libro todo sobre la náusea sartriana si no hubiera aparecido, un par de páginas después (p. 243), un nadador literario; aunque solo es en imagen metafórica, ni siquiera como un recurso conceptual pues sólo es un guiño a una sensación física cuando el autor ficticio alter ego de Sartre busca algo que le sugiera que pasa algo, que palpita ese alguien que ve en plural incluso – “Y sabrán que sus ropas se han convertido en cosas vivas” – y con quienes se identifica en su propia angustia. Y esta es esa aparición que me hace incorporarlo a mi colección de Nadadores:

“O sentirán suaves roces en todo el cuerpo,
como las caricias que los juncos hacen a los nadadores en los ríos”.

Y nada más. Casi un haiku si el autor hubiera estilizado más aún las palabras elegidas para la descripción de esa sensación…

JP-SARTRE-LA-NAUSEA-2016

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Ficha Técnica

  • Temática:
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  • Zona geográfica: Eurasia
  • Cita Bibliográfica: Jean-Paul Sartre: La náusea. Traducción de Aurora Bernárdez. Madrid, 2002, El País.
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